Reencarnación y cristianismo primitivo (VII) Ireneo de Lyon. Basílides. Carpócrates.

Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero


Hasta la aparición de manuscritos como el de Pistis Sophia o los códices de Nag-Hammadi nuestro conocimiento de los gnósticos procedía de los testimonios de autores cuyo objetivo era crear una identidad uniforme del cristianismo, especificar claramente las creencias que lo sostenían y anatematizar como herejes a los que se apartaran de ellas. Estos diseñadores del cristianismo oficial, que quisieron establecer las fronteras de la normativa en la cristiandad, fueron, entre otros, Ireneo de Lyon , Hipólito de Roma , Epifanio de Salamina y Tertuliano de Cartago . Gracias a sus críticas conocemos a ciertos personajes, que no comulgaron con sus cánones y a los que tildaron de “heréticos” . Algunos de ellos defendieron la transmigración de las almas. Ireneo (Contra los herejes 1.24-25) destaca entre los seguidores de esta doctrina a Basílides y Carpócrates.


Basílides vivió en Alejandría entre los años 120 y 140, y es muy probable que procediera de la Antioquía siria. Ireneo dice (Contra los herejes 1. 24. 1-2) que Basílides estuvo bajo el influjo de Simón el Mago, lo relaciona con Saturnino de Antioquía, y afirma que Basílides y Saturnino fueron discípulos de Menandro. Basílides fue un escritor prolífico, pero sólo conservamos ocho fragmentos con citas o referencias de su obra: siete han sido transmitidos por Clemente de Alejandría y uno por Orígenes . Son Basílides y Valentín los dos primeros cristianos de los que tenemos noticia en Alejandría . Ambos, señala King , aplicaron las formas platónicas al pensamiento cristiano y manifestaron un fuerte interés por la teogonía, la cosmogonía y la salvación de las almas. Orígenes los leyó y afirma que Basílides, lo mismo que Marción y Valentín , consideraba que el único castigo para el alma de los que habían pecado era pasar, después de la muerte del pecador, a algún cuerpo de animal. En el Comentario a la epístola a los Romanos (6.8.8) cita también la doctrina de la metensomatosis defendida por Basílides . Este autor quiso dar al cristianismo una estructura filosófica basada en el pensamiento griego. Uno de sus más conocidos discípulos fue Carpócrates. Los seguidores de Basílides desaparecieron en el siglo IV.


Carpócrates debía de proceder de Asia Menor pero realizó la mayor parte de su actividad en Alejandría, donde fue discípulo de Basílides. Hacia el año 150 es cuando sus doctrinas gozaron de mayor prestigio, pero no se ha conservado nada de su obra. Ireneo de Lyon dice de Carpócrates y sus seguidores:

“Afirman que por medio de las transmigraciones en los cuerpos conviene que las almas experimenten todo tipo de vida y acción, a no ser que alguien sumamente diligente lo realice todo de un golpe en una sola vida” (Contra las herejías I 25).

También según Ireneo, en los escritos de los carpocracianos se dice que sus almas se emplean a fondo en experimentar todo en la vida, de modo que, al salir del mundo, no les quede nada para hacer, “no sea que, faltando alguna cosa a su libertad, se vean obligadas a reingresar en un cuerpo”. La frase de Lucas: “Te aseguro que no saldrás de allí hasta haber pagado el último cuadrante” (12,59) la interpreta este grupo, siempre según Ireneo, en el sentido de que nadie escapará del poder de los ángeles que crearon el mundo, antes bien, irá pasando de cuerpo en cuerpo, hasta que haya experimentado todas las acciones que en este mundo se pueden experimentar; y cuando ya no le falte nada, entonces el alma se liberará e irá hacia el Dios que está por encima de los ángeles creadores

“Y aún continúa diciendo que, de acuerdo con la doctrina de los de Carpócrates y en consonancia con lo que se acaba de decir, se salvan todas las almas, ya sea por haberse dado prisa en experimentar todo tipo de obras en una sola vida, ya porque, al haber transmigrado de cuerpo en cuerpo y haberse inmiscuido en cada especie de vida, han cumplido y pagado su deuda hasta quedar liberadas de tener que volver otra vez a un cuerpo”.

De acuerdo, pues, con el testimonio de Ireneo, Carpócrates y sus seguidores tenían la idea de que el alma, una vez encarnada, tenía que realizar todo tipo de acciones, incluso las más impensables, que no es lícito decir ni escuchar, y si no las realizaba en su primera encarnación, se debía encarnar en otros cuerpos, hasta cumplir con esa misión de experimentarlo todo. Sólo entonces el alma material podría alcanzar su libertad y dirigirse a Dios. Según Pearson la doctrina de la reencarnación de Carpócrates refleja un platonismo popular más que doctrinas específicamente gnósticas. Es, de cualquier modo, testimonio de que la transmigración de las almas era conocida por el cristianismo antiguo y que hubo grupos de cristianos que adoptaron esta opción. El más fiel seguidor de Carpócrates fue su hijo Epífanes.

Según Ireneo (I 26,2), los ebionitas, grupo de esenios convertidos al cristianismo después del año 70, profesaban la misma doctrina que Cerinto, Carpócrates y sus seguidores. Josefo (Josefo, Bellum Iud. II 8.11.154) atribuye a los esenios la creencia en la preexistencia del alma. Orígenes (Comentario a Mateo 38) afirma que Marción, al igual que Basílides y Valentín, enseñaban que la purificación de los pecados no se conseguía sino por la transmigración del alma después de la muerte. Epifanio de Salamina afirma (Panarion XLII 4, 6), asimismo, que Marción defendía la reencarnación de las almas.

En resumen, en el tratado gnóstico, Pistis Sophia se incide en la metensomatosis del alma, cuando está manchada por el pecado, hasta cumplir con su ciclo. En este tratado es la Virgen de la Luz, la que actúa como jueza, y la que decide si los espíritus remedadores deben ingresarla de nuevo en otro cuerpo o no. Además de a la transmigración y reencarnación hay en este mismo escrito referencias a la preexistencia del alma.

A propósito de Mateo 11, 14, donde se afirma que Juan es Elías, el autor de Pistis Sofía, como también Orígenes en su Comentario al Evangelio de Juan, apuntan a que los judíos creían en la transmigración, tanto en la preexistencia del alma como en su reencarnación en otros cuerpos. Caracteriza, en efecto, a los gnósticos la creencia en la preexistencia del alma, que consideran que cae en el cuerpo desde otro eón, y también el paso del alma a cuerpos sucesivos hasta alcanzar su liberación.

Un caso especial es el de Carpócrates, quien predica que el alma cuando está en este mundo tiene que realizar todo tipo de actos y vivir todo tipo de vidas. Si alguien lo logra realizar en una única vida, queda liberado, pero, si no es así, el alma debe encarnarse en otros cuerpos hasta que su experiencia en obras y tipos de vida sea completa.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Nota: como hemos indicado ya varias veces esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.
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