El feroz ataque de Tertuliano. Reencarnación y cristianismo primitivo (X) (680)

Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Tertuliano (160?-225) es el apologista latino que con más detalle y profundidad censura la doctrina de la transmigración. En su obra De anima repasa y refuta las ideas sobre el alma de ciertos gnósticos, valentinianos y carpocratianos, y de los filósofos griegos, por considerar que en ellas está la raíz de la doctrina de la transmigración.

El principal objeto de sus ataques es Platón, quien, partiendo de una “antigua doctrina” que Tertuliano con razón supone pitagórica (De anima 28,1), describe con detalle la transmigración en el Fedón y en el Timeo, y por ello resulta “condimentador de todas las herejías” (23,5).

Tampoco faltan las tópicas menciones a Pitágoras y Empédocles que encontraremos en otros cristianos –como Gregorio de Nazianzo– en torno al mismo tema. La estancia de Pitágoras en el Hades, su recuerdo de su previa reencarnación en Euforbo (28,2-5; 31,4), el verso de Empédocles en que dice haber sido pez y arbusto (32,1), las leyendas de la conversión de Homero en pavo y de Orfeo en cisne (33, 8) son anécdotas típicas, alegadas como antiguos ejemplos de la doctrina de la transmigración por el neopitagorismo, y ridiculizadas por Tertuliano con sorna siguiendo la tradición apologética. Recuérdese que la transmigración del alma de Homero al cuerpo de un pavo debe de ser una leyenda tardía (Persio, Sátiras 6,11.) fruto de una visión de Ennio en sueños – obviamente implicando la posterior encarnación en el propio poeta latino. Tertuliano no menciona a Orfeo expresamente, pero cuando dice “los poetas se convierten en pavos y cisnes, si es que la voz del cisne es agradable”, es claro que se refiere al pasaje de Platón (República 620a) en que Orfeo se reencarna en cisne

Pero las burlas de Tertuliano van acompañadas de una larga refutación filosófica y teológica de la metempsicosis. El apologista cartaginés defiende en esta obra y otras de tema similar la idea de que el alma nace con el cuerpo en el momento de la concepción. Esa idea niega, evidentemente, la preexistencia del alma, y conduce, por tanto, a que el rechazo de la metempsicosis sea aún más tajante.

“Si los vivos no proceden en un primer momento de los muertos, ¿cómo iban a hacerlo en un segundo momento?” (29,2).

Aplica Tertuliano a la crítica de la transmigración argumentos de lógica filosófica, como que los contrarios (muerte/vida) se alternan, pero no nacen uno de otro; que si los vivos procedieran de hombres previamente muertos, habría siempre una cantidad fija de seres humanos, pero sabemos que la población humana ha ido aumentando (30,1-4); o que la sustancia de cada individuo, su personalidad, hace imposible el tránsito del mismo alma de uno a otro (31, 2), más aún si suponemos que la metempsicosis se extiende a los animales (32, 6).

Entre sus burlas encontramos refutaciones de teorías más coherentes con la reencarnación, como por ejemplo la identidad de las almas de los hombres con determinados animales, dependiendo del carácter (De anima. 32,8-10. Éste es un tópico de literatura sapiencial de raigambre tanto bíblica como griega (Semónides, fragmento. 3, Salmo 48.21, Clemente de Alejandría. Protréptico I 4). La refutación de Tertuliano muestra que se usaba como argumento en favor de la reencarnación.).

Aunque Tertuliano se deleita, por conveniencia retórica, en refutar la metensomatósis en animales, reconoce que ninguna herejía cristiana ha llegado a defender este extremo. Tras el ataque a los precedentes griegos, se dirige contra los dos herejes cristianos que han aceptado formas de reencarnación: Simón el Samaritano (34,2-5) y Carpócrates (3,1-6). El primero habría proclamado que las visiones angélicas de una cierta Elena de Tiro provenían del recuerdo de sus vidas anteriores; el segundo tomaba la transmigración como modo de asegurar la justicia divina, de modo que el alma se reencarna hasta que paga toda su carga de delitos. Carpócrates interpretaba desde esta teoría algunos pasajes bíblicos, como el que dice que Juan Bautista guía al pueblo en la virtud y el espíritu de Elías (Evangelio de Lucas 1,17), pero no, señala Tertuliano, en su alma ni en su carne. La refutación de ambos sigue de cerca a la más extensa de Ireneo, como se indicó anteriormente. Después expone su propia doctrina del alma creada junto y a la vez que el cuerpo. En forma más alusiva y reducida, similares razonamientos aparecen en el Apologético.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Nota: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.
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