Gregorio de Nazianzo. Reencarnación y cristianismo primitivo (XIII) (683)

Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Gregorio de Nazianzo en su tratado poético Sobre el alma reflexiona sobre ella, sobre su función en la economía divina y su relación con el cuerpo. Critica la doctrina de la transmigración, pues, dice, le resulta difícil creer en un alma común que vaga por el aire, que ingresa en múltiples cuerpos y que cambia constantemente “como premio a su virtud o como castigo por sus faltas”.

No admite tampoco que un alma humana pueda convertirse en fiera, planta, ave, pez o reptil y no sin ironía asegura no haber visto nunca matorral que hable ni pez que no nade mudo por las aguas del mar. Su crítica a la reencarnación es, sin embargo, compatible con la adopción del vocabulario órfico y platónico para expresar a continuación su propia doctrina del alma. En realidad, Gregorio no hace sino sustituir las “teorías falsas” que circulaban en poemas –de Orfeo y Empédocles, sobre todo– por la propia.
Sin embargo, en sus poemas se trasluce que algunas de las implicaciones de la doctrina de la transmigración no era ajena a su pensamiento. Afirma, en efecto, que el alma cae desde fuera al cuerpo carnal (versos 79-80), lo que, desde luego le acerca a la idea de la preexistencia del alma. También al final del poema retoma la metáfora del viaje, con la que inicia su obra Sobre los principios, para decir que en última instancia todo hombre cual navegante que ha sufrido ventosas tormentas, vuelve a puerto, o bien dirigido por suaves brisas o bien con fatigoso remo culmina su viaje.

Recoge la misma idea en el poema Sobre las alianzas y epifanía de Cristo en la que se le compara al caminante que, tras su esfuerzo, recupera el aliento y retoma su paso de nuevo. Termina con una imagen cíclica que evoca en versión cristiana los ciclos y ciertos conceptos de la transmigración de las almas. Así dice:

Común es para todos el aire y común es también la tierra, común es el ancho cielo y las estaciones que cíclicamente cumplen su curso, y común para todos los hombres es el bautismo que trae la salvación a los mortales (95-99).

Sin embargo, pese a la adopción de cierta terminología coincidente con la reencarnación, su rechazo de ésta es claro y consecuente.

Ya falto poco para terminar esta serie

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Nota: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.
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