“Sinagoga - Iglesia. La ruptura del siglo II. La división religiosa entre el judaísmo y el cristianismo en el siglo II”. Un libro de Mario J. Saban (XI) - (711.3-11-16)

Escribe Antonio Piñero


Me detuve ayer un cierto tiempo en mis citas del libro de M. Saban, citas –y su explicación– que están intentando, no sé si con algún éxito, aclarar el pensamiento de nuestro autor por medio de un florilegio de pasajes de su libro, textos que creo claves.

Me pregunto a propósito de las citas de ayer: ¿Cuándo surgió “el mesianismo exactamente dentro del judaísmo fariseo”? ¿Tenemos fuentes seguras? M. Saban da por sabida la respuesta. Yo no lo veo tan claro.

Me respondo a mí mismo: el mesianismo tal como lo entendemos hoy surgió después del período macabeo –como creo que he tenido ocasión de manifestar alguna vez– en el último tercio del siglo II a.C. Pero no sé en absoluto si fue dentro de un movimiento ya calificado de fariseo… y quizás no pueda saberse ya que no son totalmente claros sus orígenes. Sí sabemos que en la Misná tenemos una cita de Antígono de Soco y que todo el mundo dice que este individuo era fariseo (La cita reza –cita según el sentido–: “Siervos inútiles somos. No merecemos recompensa alguna. Hicimos solo lo que teníamos que hacer”) y que procede probablemente del 170 a.C.

El mesianismo es ya un concepto muy claro unos cien años más tarde en los apócrifos Salmos de Salomón, en especial los Salmos 17 y 18, que se debieron de componer después del 48 a.C., tras la muerte de Pompeyo el Grande. Pero, me sigo preguntando: ¿existía ya en el fariseísmo –estricto como “secta” de esa época, en el siglo I a.C., o antes, cuando se estaba formando el concepto del mesianismo–, una teología de la Merkabá de modo que el “judaísmo fariseo creó el mesianismo para resolver el problema del “antropomorfismo divino del Dios de la Merkabá”. Lo dudo mucho.

Y ¿cómo en concreto se “anula por medio del mesianismo la característica divina del Dios de la Merkabá”, que es Yahvé transportado en ese carro? La respuesta no es nada fácil para el lector de Saban. Creo, sin embargo, que lo que pretende decir nuestro autor es que los fariseos, al determinar que el mesías era el conductor de la Merkabá (repito: del carro divino) y puesto que el mesías era siempre por hipótesis un ser humano, en el judaísmo no se corría el peligro de divinizar al conductor de la Merkabá, como de hecho hicieron los cristianos. Pero hay que confesar que la frase “anular la característica divina del Dios de la Merkabá” se presta a serios malentendidos.

Después de este nuevo inciso, continúo con la cita (p. 364) del libro de Sabán:

“Se desdivinizó al Dios de la Merkabá y se lo mesianizó. Si el mesianismo fue utilizado con el objetivo de neutralizar la divinidad del Dios de la Merkabá a través de la idea angelical (Metatrón, Henoc, etc.), cuando el cristianismo a través del ‘Logos’ del judaísmo helenístico deseaba buscar en el texto literal (se sobreentiende de las Escrituras hebreas) la intermediación mesiánica, se encontró con el Dios de la Merkabá”. “Entonces ‘se descubrió’ el carácter divino literal del Dios de la Merkabá y en vez de utilizar el mesianismo como elemento de neutralización de la divinidad, llegando (se llegó, corrijo) a un punto sin retorno: ¿era el Mesías Dios o era humano o era mitad/Dios y mitad/humano?”.

Interpreto este difícil párrafo al menos a primera vista::

Mientras los fariseos se adelantaban ya a lo que en el futuro iba a ser el cristianismo que iba a divinizar al conductor de la Merkabá (plenamente en el siglo III d.C.; pero ciertamente comienza ya claramente con Pablo de Tarso) haciendo que el mesías, Jesús, fuera un ser totalmente humano, los cristianos, efectivamente, cayeron en esa trampa del entendimiento literal de Ezequiel y de otras tradiciones (rabínicas, tardías, gnósticas, que pueden verse en textos que quizás sean del siglo V en adelante pero que, por hipótesis, reflejan ideas anteriores) e hicieron de Jesús un ser divino, el conductor de la Merkabá, lo que fatalmente iba a llevar a la Trinidad en muy poco tiempo.

Pero los judíos no cayeron en esa trampa.

Seguiremos, porque ya que nos hemos empeñado en entender lo que dice M. Saban (que muy probablemente es una idea interesante en sí misma) no podemos dejar aquí la empresa.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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