Historia breve de la política religiosa del dios-hombre (II) (935)



Foto: Lisandro, rey de Esparta, (hacia el 400 a. C.) el primer hombre divinizado… que sepamos.


Escribe Antonio Piñero


Escribí en la postal anterior que hoy mencionaría en el primer caso conocido de un hombre al que se ofreció honores divinos. Tengo todo este material recogido gracias a la tarea previa de Hans Josef Klauck, Die religiöse Umwelt des Urchristentums. Bd. I y II (“El entorno religioso del cristianismo primitivo): Stadt- und Hausreligion, Mysterienkulte, Volksglaube (Studienbücher Theologie IX/1), Stuttgart: Kohlhammer, 1995 /1996, Como se ve por la foto fue un general fue un general espartano o (o lacedemonio) que otorgó el beneficio de la paz a los atenienses y espartanos y con ellos a toda la Hélade (Grecia).



Lo sabemos por un fragmento del historiador Duris que escribió una historia especial de la isla de Samos:


‘Pues él fue el primer griego al que las ciudades levantaron altares y ofrecieron sacrificios como a un dios, el primero también al que se le ofrecieron himnos. El comienzo de uno de ellos reza así: ‘Al mariscal de la sagrada Hélade, que vino de la anchurosa Esparta, queremos cantar solemnemente: Oh, Oh Peán…’ (invocación, pues, como a Apolo (FGH = Fragmentos de los Historiadores griegos 76 F 71 = texto en Plutarco, Vida de Lisandro 18,3). Los samios decretaron también que las fiestas en honor de Hera, que se llamaban “Heraia”), y que fueron denominadas en adelante Lisandreía.


Las fiestas consistían en consagrar altares, presentar ofrendas y cantar peanes son honores que se reservan a los dioses olímpicos. La expresión de piedad de los samios se debe ‘a su agradecimiento personal hacia el que les ha restituido su patria, soberanía y hacienda’ (escribe Christian Habicht) = una reacción ante la salvación y ayuda. Se trata de unos honores locales. No tenemos noticias de una veneración de Lisandro en el resto de Grecia (por supuesto en Atenas no), ni tampoco de otros caso semejantes en la época.


Aquí tenemos el esquema de base de un fenómeno que Habicht ha puesto de relieve en un libro titulado “Deificación de humanos y ciudades griegas”, que abarca desde el 404 hasta el 240 a.C. con muchos ejemplos, allí donde se percibe en medio de gran angustia la ayuda y la salvación, se ve una manifestación de la divinidad.


Filipo de Macedonia no llegó a ser divinizado, pero recibió honores que lo situaron cerca de los dioses. Tenemos un par de casos interesantes que nos ilustran para esta época temprana: Antígono I Monóftalmo (“de un solo ojo”) que fue uno de los generales de Alejandro Magno. Como herencia recibió una parte de Asia Menor. Los habitantes de la ciudad de Skepsis (en la Tróade) decretan para él honores divinos en el 311: (Orientis Graeci Inscriptiones Selectae 6,10-34):


“Decreto del demos. Puesto que Antígono ha sido el causante de grandes bienes para esta ciudad y para el resto de los griegos, debemos cantar sus alabanzas y felicitarle por lo realizado. La ciudad debe además felicitar a los griegos ya que (gracias a él) son libres, autónomos y en el futuro podrán vivir en libertad. De modo que se honre a Antígono como merecen sus hechos, (se decreta) que se le dedique un recinto sagrado, que se le consagre un altar y se erija una estatua lo más digna posible. Sacrificios, juegos, coronas y el resto de acciones festivas deben ejecutarse anualmente. Antígono debe ser coronado con una corona de oro de un valor de 100 monedas… e igualmente sus hijos Demetrio y Filipo con sendas coronas por un valor de 50 monedas cada uno…”


Es verdad que esta inscripción no trae la frase ‘honrar como a un dios’, pero levantarle altares, estatuas de culto y un recinto sagrado lo colocan en el ámbito de lo supranatural. Otro caso es el de Demetrio Poliorcetes (“Asediador de ciudades; la técnica del asedio se dice en español culto la “poliorcética” hijo de Antígono Monóftalmo). Era un genial general y tenía una brillante personalidad. Este general liberó a Atenas en el 307 a.C. del gobierno tiránico y de la ocupación por parte de los macedonios. En el 304 volvió a visitar la ciudad. El lugar donde se bajó del carro fue declarado sagrado y se erigió allí un altar (Plutarco, Vida de Demetrio 10,4).


Más tarde un poeta innominado compuso un himno sacro en su honor (Duris lo recoge también = Fragmentos de los Historiadores griegos 76 F 13): “Los grandes dioses se han acercado (¡una “parusía”! en griego; el mismo vocablo para le venida, la segunda, de Jesús, como juez) amistosamente a nuestra ciudad. Han sido Deméter y Demetrio los que nos han aportado esta hora feliz. Ambos se acercan a los elevados misterios de Perséfone (es Septiembre, fecha de los grandes misterios). Él, con rostro alegre, como compete a un dios, hermoso y sonriente se ha acercado (p. ej., igual que Dioniso). Su rostro es preclaro; sus amigos alrededor de él, y Demetrio ocupando la posición central, como si sus amigos fueran las estrellas y Demetrio el sol (bien metáfora, bien expresión de una veneración al sol y a las estrellas).


Te saludamos, oh hijo del poderoso dios Poseidón y de Afrodita (parentesco divino, como luego Alejandro y otros), los otros dioses viven muy aparados, o no tienen oídos, o no existen (increíble escepticismo: ¿era epicúreo el poeta?), o no se preocupan en absoluto de nosotros. A ti, sin embargo, te vemos presente; no en estatua de piedra o de madera (objeto de crítica por parte de los filósofos: veneración supersticiosa), sino vivo. Por ello elevamos a ti nuestras súplicas. En primer lugar, dilecto, procúranos la paz, pues tú eres el Señor ¡Kýrios)! Lucha contra la Esfinge que domina no sólo Tebas, sino toda la Hélade, contra el etolio cuyo asiento está en la roca, que ahora como en tiempos pasados nos roba nuestras gentes y las arrastra (como esclavas). Costumbre etolia es robar lo ajeno y ahora también lo lejano. Castígalos tú mismo, o encuentra un nuevo Edipo que derroque a esa Esfinge de su roca, o que la convierta en piedra misma” (situación política del momento = la liga etolia es muy fuerte y Atenas, en ese momento, débil).


Debo insistir en la frase “Los otros dioses viven muy aparados, o no tienen oídos, o no existen…” Los cristianos dirán lo mismo cuando comparen los dioses falsos (de griegos y romanos) con el único Dios y Señor, Jesús.


No es extraño, pues, que Alejandro Magno y sus sucesores pudieran aceptar honores divinos, especialmente –como así fue el caso, cuando hubo un escenario apropiado: la derrota del Imperio Persa y Alejandro como sucesor de los emperadores—. Los gobernantes romanos en el Oriente, en época de la República, y luego los emperadores pasaron fácilmente a esa posición. Así pues, la deificación de seres humanos tenía también antecedentes griegos… ¡y más que notables!


Me doy cuenta de que el material que tengo es bastante amplio., más de lo que pensaba Así que –para no cansar– sigo el próximo día.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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