La autenticidad de las parábolas de Jesús a examen (y IV) (951)



Escribe Antonio Piñero


“En busca de casos probables” es como titula el autor el capítulo dedicado a indagar qué candidatas hay entre las parábolas de Jesús para merecer el título de “atribuibles con notable certeza al Jesús histórico”. Aquí me parece de nuevo acertado el autor cuando sugiere un procedimiento nítidamente neutro, a saber comenzar por dividir las parábolas atendiendo a la fuente más antigua en la que aparecen: Marcos / Q (es decir, parábolas que se hallan en Mateo y Lucas, pero no en Marcos; naturalmente es posible que esta fuente reconstruida sea anterior a Marcos, pero no importa para el argumento) / Parábolas narrativas de M (que solo aparecen en el material propio y exclusivo de Mateo: ) / Parábolas L (que solo parecen en el material exclusivo de Lucas; en otras obras se designa como SM (S = “Sondergutes” en alemán, = “Material propio”) o SL en el caso de Lucas.



Lo que llama la atención es las pocas parábolas que han recogido Marcos (5) y Q (6). Como estas don fuentes albergan el material más antiguo, y dado que nadie duda de que Jesús predicó mucho en parábolas (hay suficientes testimonios) llama la atención lo poco conservado. Y también llama la atención el que a medida que pasan los años –en los evangelistas posteriores) aumente el número de parábolas… lo cual es sospechosos a priori. En el material propio de Mateo hay 9 parábolas. Y en de Lucas 13. Meier vierte la sospecha –que luego se comprueba por los criterios de historicidad– que lo más probable es que la tradición conservara recuerdos muy vagos de ciertas parábolas de Jesús y que los discípulos de este, ya mediatos o inmediatos (o los profetas cristianos), fueran los verdaderos autores de las parábolas que se han transmitido en nombre de aquel.


Meier aplica luego con toda rigidez los criterios de autenticidad… (Dificultad; Discontinuidad; Múltiple atestiguación: Coherencia; Rechazo y ejecución), y resulta que solo 4 (de ese conjunto de 33 parábolas) pasan el filtro de esos criterios… es decir cumplen con al menos uno de ellos. Desde luego, solo tienen atestiguación múltiple tres parábolas (grano de mostaza; Gran Banquete; Talentos / Minas). Y sólo una (Viñadores homicidas) puede ser auténtica porque lo garantiza el criterio de dificultad. Y a estas está dedicado el núcleo del libro, capítulo 40 (“Las pocas, poquísimas afortunadas”), que ocupan las pp. 257-387…, páginas que contienen los análisis más detallados posible de los pasajes pertinentes.

Aquí el libro es exhaustivo en su análisis. Para conseguir demostrar que “El grano de mostaza” (Mc 4,30-32 / Mt 13,31-32 / Lc 13,18-19) tiene atestiguación múltiple es necesario que quede súper claro que los pasajes de Mc y Mt/Lc son independientes… es decir, que Mc sigue su propia tradición y que los dos pasajes de Mt/Lc pertenecen a Q y que Marcos no conoce a Q de ningún modo. En mi opinión creo que el autor lo consigue.

En cuanto a la parábola del Gran Banquete, o Cena (Mt 22,2-14 / Lc 14,16-24), que no parece en Marcos, el tour de force consiste en refutar a los intérpretes que consideran que es una parábola de la Fuente Q (por tanto sin atestiguación múltiple; ¡por tanto eliminada!). Aquí los análisis son prolijos e intrincados, pero muy claros a la vez…, hay que reconocer las cualidades expositivas de Meier y su orden.

Lo mismo ocurre con “Los talentos y las minas” (Mt 25,14-30 / Lc 19,11-27). Creo que en este caso Meier lo tiene un poco más fácil, y en mi opinión, sale airoso de la prueba… de nuevo. Y por último, respecto a la parábola de Los viñadores homicidas (Mc 12,1-11), opino que es muy convincente la argumentación que lleva a pensar que esta parábola acaba con la muerte del hijo del dueño (v. 8), y que el resto es un añadido de la tradición posterior. Y si es así, es extremadamente difícil que la Iglesia primitiva hay inventado una parábola cuyo final es tan trágico. Según Meier, y me convence la argumentación, con este relato el profe Jesús, que sabe que se ha metido en la boca del lobo, barrunta su muerte, como la de tantos otros profetas de la historia de Israel… y nada más (no hay castigo de los asesinos ni alusión a la destrucción de Jerusalén, si uno detiene su lectura en el v. 8. El criterio de dificultad (y de discontinuidad) basta, creo, para hacer muy probable que esta parábola proceda del Jesús histórico.

Otra cosa que me ha interesado y que apruebo cordialmente (dejo para el final un par de dificultades que encuentro en este libro) es la insistencia de Meier en criticar a una montonada de autores que obtienen unas conclusiones o hacen unas exégesis de lo más pintoresco de las parábolas. Me parece muy sensato incardinar su mensaje dentro de los que sabemos más o menos de cierto sobre Jesús. Ese es el motivo por el cual nuestro autor no ha querido abordar el tema de las parábolas hasta haberse formado una cierta idea de Jesús (faltan dos tomas aún en su obra: las designaciones de Jesús / títulos cristológicos y pasión y muerte) donde encajar con seguridad el mensaje.

Hay un par de cosas con las que no estoy de acuerdo en este volumen –y en los anteriores– con la tesis de Meier. El primero es la casi firme creencia que alberga de la independencia absoluta del Evangelio de Juan de los Sinópticos. Me parece imposible por varias razones. A) Porque los contactos con Lucas son demasiado evidentes para negarlos; B) Porque Juan emplea material Sinóptico expreso (como por ejemplo, la purificación del Templo en el capítulo 2) de un modo alegórico. Y en la antigüedad ningún material religioso previo se alegoriza sin so cree que es de algún modo normativo, sagrado (y ese es además un argumento sobre cómo ya hacia el año 100 se empezaban a sacralizar los dichos y hechos de Jesús) y C) Por la intertextualidad: el autor del Evangelio de Juan da por supuesto que su lector conoce al Jesús sinóptico… solo que él –pìensa– ofrece la versión más espiritual, profunda, y verdadera de él.

El otro caso es la afirmación rotunda de que –según Jesús– el reino de Dios ha llegado ya y que solo espera la brillante y completa eclosión en un tiempo futuro. A mí me parece esta concepción sencillamente si se considera seriamente lo que era el reino de Dios para Jesús: era un reino sobre la tierra de Israel; lleno de bienes materiales y espirituales… de paz, justicia, cumplimiento de la ley de Dios (= la de Moisés) pero también de bienes terrenales sin límite; un reino donde a la vez no pueden dominar los romanos. El reino de Dios según Jesús es incompatible en absoluto con el poder extranjero en Israel. El reino de Dios no puede estar presente si gobierna Tiberio sobre Israel. Es imposible en la concepción judía del Reino que Jesús albergaba. Jesús anuncia mil veces “Venga tu Reino”:, hay que entrar en él cuando llegue; José de Arimatea esperaba la llegada del reino de Dios…

Ya se sabe que Jesús era retóricamente exagerado, voluntariamente exagerado (“Y si tu ojo te impide la entrada en el Reino… arráncatelo…”). Por eso su entusiasmo en la lucha contra Satanás hace ver que los albores del Reino están ya alumbrando… pero son los preparativos, los pródromos, los preludios… Pero el Reino no ha venido aún, está por llegar… y algunos de esta generación no gustarán la muerte hasta que lo vean venir. Me cuesta entender que la gente siga diciendo que el reino de Dios está ya presente cuando ninguna de sus presencias materiales y espirituales para todo el país de Israel se hacen visibles con Jesús. El reino de Dios o ha venido o no ha venido. No había intermedios para Jesús. Y los famosos textos de Lc 11,20 y 17,20 (sobre todo este último están rodeados en su contextos por un buen monto de verbos en futuro.. Están claramente indiciando el futuro.

En fin… el que yo tenga estas dificultades respecto a algún punto de vista e J. P. Meier no resta un ápice a la importancia del planteamiento de este brillante volumen V de su obra magna, y que me quite el sombreo ante quien antepone el rigor científico a cualquier otra consideración, y a quien por vez primera ha cogido al toro por los cuernos y ha indicado que las parábolas son un camino para acceder al Jesús histórico… pero no el mejor ni el más seguro. Insisto en que la obra de Meier marca un antes y un después.


Saludos cordiales de Antonio Piñero

http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
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