“Sentencias de Focílides”. Una reunión de máximas más que interesante (II). (1-05-2018) (998)




Hoy escribe Antonio Piñero

Foto: un volumen del siglo XVIII de sentencias morales famosas

Como prometí el día anterior, hago unos breves comentarios, o aclaraciones, sobre esta reunión de sentencias en un solo poema por obra de un judío para nosotros desconocido de época helenística. La atribución a Focílides depende exclusivamente de los dos primeros versos (la llamada sphragís o sello literario que certifica la autoría de un poema), aunque hay una imitación consciente del estilo gnómico en todo el poema. Si bien esta adscripción pretende situar la composición del poema en el siglo VI a. C., es claro que su datación real es mucho más tardía. En tanto que producto evidente de la literatura judeo-helenística, debió componerse entre el siglo II a. C. y el II d. C.

El poema tiene una unidad interna tanto ideológica como literaria, y una estructura bien ahormada que lo alejan de la mera compilación gnomológica (es decir, de refranes o sentencias) y lo acercan al género parenético o exhortativo. Pero eso no impide que múltiples versos individuales puedan tomarse como sentencias independientes que responden a los temas tópicos proverbiales propios del género gnómico, que se asocian entre sí unos a otros por apenas ligeras semejanzas fonéticas o conceptuales. Así por ejemplo los versos 91-96 hilan dos temas propios de la poesía gnómica griega: por un lado, la poca fiabilidad del parásito—un personaje típico de la Comedia Nueva que a su vez tiene precedentes en literatura tradicional como Teognis (vv.109-115); por otro, la ingobernabilidad de la turba, comparada al fuego y al mar, en una imagen recogida con exactitud por Cicerón (República I 65) lo cual apunta a un proverbio como fuente común.

Aunque la ausencia de referencias a acontecimientos contemporáneos no permite datarlo con mayor precisión, el influjo de la Septuaginta (la traducción al griego de la Biblia hebrea)y de la ética estoica apuntan a la mitad más tardía de esta horquilla, es decir, a principios de época imperial. El lugar de composición más probable es Alejandría, donde se creó la mayor parte de este tipo de poesía pseudoepigráfica judeo-helenística, una hipótesis reforzada por la interpretación más plausible del verso 102, que apunta a una práctica médica alejandrina.

¿A qué publico iba dirigido? Su origen judío está lejos de revelarse explícitamente en el poema, y el verso inicial simplemente dice que estos preceptos se revelan “a los hombres”. Los estudiosos, actualmente de acuerdo en la autoría judeohelenística se dividen en lo que respecta a la audiencia pretendida de la obra: para algunos el poema en hexámetros es apologético y se dirige directamente a los griegos, para mostrarles la dignidad cultural de la tradición judía cuyos preceptos coinciden con el venerable y antiquísimo Focílides; para otros se orienta sobre todo a una audiencia interna, para educar a los judíos en sus propias leyes haciéndoles conscientes de su propia respetabilidad dentro del panorama cultural helénico; finalmente cabe la posibilidad de que el autor no tuviera en mente una audiencia cerrada sino que pretendiera llegar a lectores tanto judíos como griegos a través del género gnómico que ambos podrían reconocer como propio.

El hecho de que el poema no se usara nunca en contexto apologético de enfrentamiento judíos - griegos, ni tampoco tuviera eco en la literatura judía posterior, y que sin embargo alcanzara gran éxito en siglos posteriores como texto educativo que aunaba la tradición clásica y la bíblica, muestra en cualquier caso el resultado final que obtuvo, y que quizá coincidiera con la intención original de su autor: llegar a una audiencia grecoparlante más allá de las barreras étnicas.

¿Qué pretendía el autor? Unir la tradición sapiencial bíblica y la griega. El elogio de la justicia, la humanidad y el trabajo, la descripción de los males que traen la riqueza y las pasiones, y de las ventajas de la moderación y la honestidad, y preceptos varios de vida cotidiana. Y es así como construye una ética que vale para todo ser humano independiente de su religión.

Pongo un ejemplo de su “modernidad”:

“Sean de igual honor ciudadanos e inmigrantes,
pues todos pasamos la penuria del errabundo,
y de tierra no hay firme asiento entre los hombres” (vv. 39-41)


Acabaré el próximo día con unas consideraciones sobre el intento del desconocido poeta de presentar una ética seglar, que no se apoya en una ley religiosa, sino en la necesidad, utilidad y moralidad natural que remiten al ámbito humano.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
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