A propósito de lo dicho por Jesús de Nazaret acerca del amor al enemigo y sobre el amor al prójimo como a uno mismo. Un libro de Roger Armengol II (24-05-2018) (1003)





Hoy escribe Antonio Piñero

Comento hoy una pequeña parte de la primera sección del libro de R. Armengol (“La moral, el mal y la conciencia. El poder de las ideologías en la formación de la conciencia moral”), que interesa, y mucho, a nuestro ámbito:

Escribe el autor (modifico levemente el texto, abreviándolo un poco):

«Los preceptos sobre el amor dados por Jesús se refieren a amar al prójimo y amar al enemigo. Su trasfondo está en el libro de los Proverbios. En 24,17 leemos: «Si cae tu enemigo, no te alegres; si tropieza, no lo celebres», y en el 25,21: «Si quien te odia tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber». Así pues, en los Proverbios y en el mensaje de Jesús con mayor determinación se prescribe hacer el bien al enemigo. “Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen” (Mt 5,44; completo la cita porque presenta la motivación de Jesús: «para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos»: v. 45 ), dice Jesús.

»Entiendo que este precepto es posible y realista sólo si se acepta que el amor es un compuesto de sentimiento y comportamiento. El precepto no puede decir ni dice “tendrás afecto por el enemigo”. Se hubiera podido formular de la forma siguiente: «Sed beneficientes con vuestros enemigos». Si se entiende el mandamiento de Jesús como la ayuda al enemigo o al adversario aunque no haya afecto no es un mandamiento imposible cumplir. No dijo Jesús nada descabellado.

Comentario: Creo que no es lo mismo enemigo o adversario. Lo fundamento con lo que escribí a propósito de este dicho de Jesús en el libro Fuentes del cristianismo. Tradiciones primitivas sobre Jesús” que publicaron El Almendro / Universidad Complutense de Madrid en 1993, pp. 290-293 con múltiples rediciones, y que creo que será, a su vez, reeditado por Herder, de Barcelona, en el momento oportuno. Pero adelanto que no deseo que se interprete como una crítica negativa, sino como un complemento, porque –como se verá en futuras entregas– estoy en acuerdo fundamental con lo que escribe Armengol.

“El Sermón de la Montaña de Mt 5,38-48, tiene su paralelo en el Sermón del Llano de Lucas (6,27-35). En su libro Fe cristiana, Iglesia y poder”, pp. 89-94, arguye G. Puente Ojea que "la ética de Jesús, en cuanto ética de crisis, es bifronte, pero perfectamente articulada en el contexto de la dinámica mesiánica del primer siglo de nuestra era. Jesús predicó una ética de amor incondicionado hacia dentro, para la conducta en el seno de la comunidad mesiánica, y una ética de lucha sólo hacia fuera, para la conducta con los adversarios políticos del Dios de Israel, los paganos de las naciones. Con otras palabras, perdón y amor al inimicus, el enemigo privado; lucha y hostilidad frente al enemigo público, el hostis, categoría en la que también entraban los cómplices judíos del poder romano, especialmente muchos miembros del estamento sacerdotal" (pp. 89-90).

Esta tesis en su momento era bastante original entre los lectores de lengua castellana, y ahora recoge Armengol. Tal distinción me parece totalmente verosímil si se atiende al contexto en el que se desarrolla el "evangelio" de Jesús. Sin embargo, encuentra algunas dificultades en los textos sinópticos tal como nos los han transmitido la tradición, dificultades que conviene aclarar. En efecto, siguiendo a Carl Schmitt, el conocido teórico alemán del derecho en su obra Escritos políticos. Trad. esp. Madrid 1941, 117, postula G. Puente que el texto evangélico, redactado en una lengua, el griego, que distingue claramente, como el latín, entre enemigo privado (griego echthrós, latín inimicus) y enemigo público (griego polémios; latín hostis) jamás menciona el vocablo polémios, sino ekhthrós, con lo cual en los pasajes sinópticos mencionados habría que traducirlos al latín como diligite inimicos vestros, y nunca como diligite hostes vestros.

Es decir, Jesús mandó amar a los enemigos privados, personales, con los únicos con los que tiene sentido un acto de amor por diferencias de tipo relacional, y no a los enemigos políticos, adversarios también de Dios. Respecto a éstos Jesús habría mantenido y postulado una ética de hostili¬dad y oposición. Ciertamente, en los Evangelios Sinópticos "no aparece una instrucción literal de odiar, pero no por ello la posición de inconciliable hostili¬dad de Jesús frente a estos enemigos públicos es menos paten¬te", escribe Puente. Y añade: "Es irrelevante la discusión sobre si Jesús ordenó odiar a los enemigos públicos, porque [...] Jesús deslindaba claramente las líneas del combate y los sentimientos contra los enemigos de esta empresa no necesitaban definición psicológica ni concreción especial": p. 108.

En realidad, la actitud de Jesús sería la misma que la albergada por los autores de la Regla de la Comunidad de Qumrán ("odiar a los hijos de las tinieblas": 1QS I 4). En este sentido, Jesús nunca pudo mandar el amor hacia los romanos, enemigos del reino, de Dios, o los judíos de las clases elevadas que colaboraban con los dominadores, como colectivo, sí podría amar a algún individuo particular que viera como potencialmente convertible para el Reino.

Ahora bien, la dificultad reside en que ya en el griego de la traducción de la Biblia hebrea los Setenta LXX el vocablo echthrós traduce de una manera casi constante el hebreo 'oyeb que significa tanto el enemigo personal como el político-nacional. En su excelente artículo "echthrós, échthra" del Theologisches Wörterbuch zum Neuen Testament (“Diccionario teológico del Nuevo Testamento”) comenta Foerster cuán sorprendente es que los LXX (menos en Ester 9,16) eviten polémios en los libros canónicos del Antiguo Testamento.

En los escritos pseudoepigráficos o apócrifos del Antiguo Testamento aparece esta última palabra más veces, pero la confusión entre echthrós, polémios = inimicus/hostis es total (col. 811). En el NT, ciertamente, echthrós significa el enemigo privado, como en Romanos 12,20; Gálatas 4,16, pero uniéndose al sentido de los LXX, aparece este vocablo para designar también a los enemigos de Israel. Así en el importante pasaje de Lc 1,71.74, el cántico de Zacarías "Que nos salvaría de nuestros enemigos (echthrôn) y de las manos de todos los que nos odiaban, haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa alianza", y en Lc 19,43, en la predicción sobre la destruc¬ción de Jerusalén. Igualmente en otros textos que hablan de los enemigos de Dios y de su Mesías (Lc 19,27; Flp 3,18; Hch 13,10).

Ahora bien, aunque, con Foerster (columna 813), no pueda establecerse desde el punto de vista de la lingüística ninguna distinción en Mt 5,43ss entre enemigo público y privado ("puesto que el 'enemigo' no es solamente paralelo a 'los que os persi¬guen' –formando de esta manera echtrós la contraposición a plesíon, "prójimo", el connacional y copartícipe en la fe–, sino que también se refiere al precepto del odio muchas veces nombrado en el Antiguo Testamento. Así, por ejemplo, el mandato de eliminar a los cananeos en lugares tales como Sal 31,7a 139,21, etc." [columna. 813]; Echthrós significa también, en la parábola de la cizaña, Mt 13,24ss, y en Lc 10,19 el enemigo por antonomasia, en sentido absoluto, el Diablo), esta conclusión no impele por sí misma a pensar que Jesús ordenó expresamente el amor a los enemigos públicos en cuanto tales.

La verdadera dificultad reside en el texto de Mt 5,38.41, "presentar la otra mejilla", o "el que te obligue a andar una milla, ve con él dos", puesto que parece que los dos ejemplos se refieren expresamente a prácticas vejatorias de los romanos con la población judía sometida. Por tanto, si el pasaje de Mateo es auténtico, y parece tener todos los visos de serlo, tendríamos el hecho de que Jesús manda amar realmente a los enemigos de Israel, que practican tales vejaciones.

La parábola del Samaritano (Lc 10,30-37, que tendremos que tratar también más adelante) no es una verdadera dificultad, porque –aunque el que ejercita los actos de caridad para con el expoliado era en sí un enemigo de Israel– actúa caritativamente en el ámbito de las relaciones privadas. Jesús en esta parábola extiende extraor¬dina¬riamente, sin duda, el concepto de prójimo, mucho más allá de lo que podían ni siquiera imaginar el sacerdote o el levita, representantes del pensamiento judío de la época. El samaritano, en el ámbito de las relaciones personales es un verdadero prójimo y debe ser amado. Como enemigo del Dios de Israel, en otros contextos, tendría que ser combatido.

Hay que confesar que este texto me parece anómalo en todo el conjunto de lo que podemos reconstruir de Jesús y que requiere una explicación. Ésta puede hallarse tan sólo, creemos, en la consideración del contexto en el que se halla inserto. Si se observa bien, el conjunto del Sermón de la Montaña se refiere a relaciones privadas, al ámbito de la moral de rango personal: comenzando por la biena¬ventu¬ranzas (las tres reconocidas como auténticas: 1. "Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos". 2. "Bienaventurados los que tienen hambre, porque serán saciados". 3. "Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán; obsérvese que el reino de Dios no está aún presente, sino que es futuro!!!) y siguiendo por la observancia de la Ley, el discurso insiste en las relaciones entre dos particulares: no encolerizarse con el hermano, ni siquiera desear la mujer del prójimo, prohibición del divorcio, del perjurio y de la venganza, la limosna, la oración y el ayuno.

En el centro de esta constelación se halla el precepto del amor. ¿Debe considerarse roto el marco de las relaciones privadas para pensar que Jesús proclamó el amor a los enemigos públicos y oficiales del Reino de Dios? No parece verosímil. Y si Jesús lo hubiese querido afirmar de modo expreso, y ante tamaña novedad en el seno de Israel ¿no esperaríamos una formulación mucho más clara?

Como no es éste el caso, podemos sostener, siempre dentro del ámbito de lo verosímil, que Jesús se refería en este texto aparentemente anómalo –lo mismo que en la parábola del Buen Samaritano– a una extensión inusual del concepto de prójimo: desprovisto de su carácter de ofensor o impedimento para la venida del Reino, y en otro contexto, el mismo fariseo, o saduceo, que antes era "raza de víboras" podía y debía ser objeto de amor. Este texto del Sermón de la Montaña, por consiguiente, no rompería la afirmación que hacíamos anteriormente: la ética de Jesús es doble: amor incondicionado hacia dentro, hacia el seno de la comunidad mesiánica, y una ética de lucha y oposición sólo hacia fuera, hacia los adversarios político-religiosos del Dios de Israel.

Si la argumentación que postula en Jesús una predicación del amor a los enemigos, incluso públicos, del Dios de Israel, en cuanto tales fuera correcta, deberíamos esperar de las fuentes una presentación de Jesús practicando este amor a los enemigos. En su vida pública, sin embargo, no parece que el Nazareno mismo fuera un modelo de contención, paciencia y amor con sus enemigos. Las furiosas diatribas contra fariseos, saduceos y escribas han llamado siempre la atención (cf. también los siguientes textos: Mt 10,16 "ovejas en medio de lobos"; Mt 11,20 [ayes contra las ciudades impenitentes]; Mt 12,39: "generación malvada y adúlte¬ra"; Mt 12,34: "raza de víboras...", etc.).

Jesús es ciertamente original al extender de este modo el concepto de prójimo y ordenar este doble precepto del amor, a Dios y al prójimo, incluyendo en este último término también a los "enemigos públicos" cuando se hallan dentro del ámbito de lo privado. Debe reconocerse que el conjunto de la ética radical de seguimiento para ser digno del Reino encaja y se explica mucho mejor en el ambiente social-político de una ansiosa espera de una interven¬ción celestial que acabara, entre otras cosas, con el odioso dominio gentil, como colectivo, sobre Israel.

Más tarde consideraremos las observaciones de Armengol sobre la parábola del Buen Samaritano

Saludos cordiales de Antonio Piñero

http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html

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Permítanme una nota sobre una actividad de tema “Historia” que me concierne que creo interesante para los que viven en Madrid y alrededores:

Sábado 16 de junio de 2018: Jornada de historia sobre “Jesús de Nazaret y el cristianismo primitivo”. Lugar: Casa Regional de León (Calle del Pez 6 – 28004 Madrid). Horario: 10:00h.: Presentación de la I Jornada de Historia sobre Jesús de Nazaret y el Cristianismo Primitivo, con Antonio Piñero.
El horario es:

10:15h.: «Debate actual sobre la existencia histórica de Jesús», con Antonio Piñero. / 12:00h.: «El mensaje nuclear de Jesús de Nazaret», con Eugenio Gómez Segura. / 14:00h.: Descanso. / 17:00h.: «La resurrección de Jesús», con Javier Alonso López / 19:00h.: «De Jesús a Pablo. Los primeros pasos del cristianismo», con Antonio Piñero.

En esta Jornada se tratará de exponer sobre los argumentos más actuales del debate sobre la existencia histórica de Jesús; el mensaje nuclear de Jesús de Nazaret; la cuestión esencial de la resurrección de Jesús, y finalmente los primeros pasos del cristianismo desde Jesús de Nazaret a Pablo de Tarso. Todos los ponentes han escrito sobre esos temas y pueden consultarse sus datos en Internet. Las jornadas no son gratis, porque hay que pagar el local y algo a los ponentes y a la organización; pero a un precio muy moderado: desde 20 €. Para mayor información, el organizador, Javier Redondo, ha montado la página siguiente:

http://www.jornadasjesusdenazaret.com

que puede consultar cualquier interesado.
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