¿Quiénes fueron los responsables del prendimiento, juicio y muerte de Jesús? ¿Los romanos? ¿Los judíos? ¿Los dos? (11-10-2018) (1019) (I)




Escribe Antonio Piñero


La pregunta que se formula esta postal no es en absoluto banal, puesto que su respuesta contribuye de forma decisiva a formarnos una idea de la personalidad de Jesús. ¿Era este un personaje inocuo, pacífico, manos y humilde de corazón? O ¿era más bien un individuo peligroso para el Imperio romano como proclamador de un reino de Dios teocrático que excluía la presencia de estos de la tierra de Israel? La figura de un Jesús sedicioso desde el punto de vista de los romanos es uno de los caballos de batalla de la investigación actual sobre Jesús.


Y esta es la cuestión que aborda más que fehacientemente un libro publicado por la Editorial Signifer, Madrid-Salamanca 2018. Su título “Judíos y romanos en la historia de la Pasión. El problema histórico del arresto de Jesús”. Se trata de un artículo amplio publicado por el historiador y teólogo protestante Maurice Goguel en la “Revue de l’histoire des religions” en 1910, con un estudio preliminar, traducción y epílogo de Fernando Bermejo Rubio. Colección Mikrá, nº 12. 110 pp. 19x12 cms. Con bibliografía. ISBN: 978-84-16202-18-8.


Divido esta reseña en dos partes, porque es suficientemente amplia.


No conozco ningún libro de Signifer que no haya supuesto una contribución interesante y novedosa en el ámbito de la historia antigua. Y la colección Mikrá (“Pequeñeces”) contiene algunas perlas excelentes. Esta es una de ellas. Como se verá, mi juicio sobre la obra, que aquí presento, es muy positivo; la obra es estupenda, diré, por el tema, el tratamiento y las conclusiones.


Transcribo lo que el editor dice de Maurice Goguel (Paris 1880-1955) en la primera página, antes del título: “Goguel está considerado el principal representante de la exégesis francesa de ámbito protestante en la primera mitad del siglo XX. Sucesor de Charles Guignebert en la cátedra de historia del cristianismo de la Sorbona, fue autor de un vasto conjunto de obras sobre Jesús y los orígenes del cristianismo. Algunas de sus ideas no fueron siempre acogidas en medios eclesiásticos, dados sus intentos de sustraerse a las constricciones confesionales y de adoptar una perspectiva estrictamente histórica”.


El autor de la traducción y del comentario, el Dr. Fernando Bermejo, justifica la presencia de este libro en lengua castellana por la escasez de estudios que hay sobre el tema. Estima con razón que en la tradición cristiana, e incluso en ámbito académico, la idea de que Jesús, aunque fuere crucificado por el prefecto Poncio Pilato, fue arrestado por “personal enviado por los dirigentes judíos, que habrían sido los verdaderos responsables de su muerte; (es esta una idea) vehiculada ya en los evangelios canónicos. Sin embargo…, hay poderosos argumentos para pensar que, desde un punto de vista estrictamente histórico, es con toda probabilidad una ficción carente de fundamento” (p. 9).


Una buena manera de combatir el error histórico, según Bermejo, y tiene razón, es hacer accesible al público de lengua hispana el artículo de Goguel y complementarlo con un estudio preliminar, que expone el contexto de esta obra, y un epílogo que pondera la contribución decisiva de Goguel al esclarecimiento de este importante paso en la vida de Jesús. Gracias a la aportación de la crítica histórica actual, que resume el Dr. Bermejo, pueden subsanarse algunas deficiencias del trabajo de Goguel, debidas sin duda a las constricciones que le impone su fe. La obra presente complementa, en el Epílogo, datos no observados, omitidos o no bien valorados por Goguel, y ofrece una reconstrucción plausible de lo que fue el destino final de Jesús.


El estudio preliminar presenta una breve visión de la vida y obra de Maurice Goguel, pondera la relevancia actual del artículo que se traduce y comenta a continuación la escasa recepción que las ideas en él contenidas –y el artículo mismo en sí– tuvieron no solo en la Francia del momento, sino también en la investigación global. Pero no por ello el artículo de Goguel deja de tener una importancia notable como un paso señero en la investigación. Y no es de extrañar, porque toda la producción del autor se caracterizó por aplicar a los orígenes del cristianismo, y la figura de Jesús, un riguroso método científico.


Pondera el Dr. Bermejo que el mérito de Goguel es haber constatado, respecto al prendimiento de Jesús (noto de paso que “prendimiento” es la manera usual, y venerable por la tradición literaria, de expresar el acto de detención de Jesús; pero el traductor usa continuamente “arresto”, que suena mucho peor, probablemente por influjo del inglés), la existencia de notables fisuras y contradicciones en los textos evangélicos de la Pasión. Estas apuntan claramente a la existencia no de una tradición única (en la que los judíos aparecen como los responsables casi completos del prendimiento y muerte de Jesús), sino otra, más primitiva, en la que solo los romanos eran culpables de ambas cosas.


El artículo avanza estudiando muy detenidamente a Pablo de Tarso (cuyas cartas auténticas son cronológicamente los primeros escritos el Nuevo Testamento) los evangelios, Hechos de apóstoles, Hebreos, y Revelación o Apocalipsis. Respecto a los evangelios señala muy oportunamente Goguel lo siguiente:


A Nada se dice estrictamente (ni tampoco interesaba a Pablo) de las circunstancias de la muerte en cruz de Jesús. Sin embargo, parece haber en 1 Tes 2,14-16 una frase en la que se afirmarse aparentemente que los judíos mataron a Jesús. Pero no puede entenderse así, evidentemente, argumenta Goguel, sino como simple expresión de que los judíos fueron culpables morales también de su muerte. En 1 Cor 2,6-8, sin embargo, cuando Pablo habla de los «príncipes de este mundo que perecen» como autores de la muerte de Jesús, es muy posible que se refiere a los romanos, puesto que estos merecen tal título y no los jefes de los judíos. Señalo de pasada que Goguel no considera que 1 Tes 2,14-16 es una glosa del siglo II más que probable, como señalo en “Guía para entender a Pablo de Tarso” (Trotta 2015)


B. Respecto a los Evangelios, Goguel sostiene con buenas razones que el proceso judío no es histórico, sino una tradición posterior generada en época de los evangelistas, momentos en los que los judeocristianos se estaban separando de la Sinagoga, y a vez se extendían por el Imperio Romano. Era preciso entonces presentar a las autoridades romanas como neutrales respecto a Jesús, autoridades tendentes a proclamar su inocencia, y a mostrarse favorables al movimiento de los seguidores de este. Y si es así, falla uno de los puntales básicos de la culpabilidad judía: no parece seguro históricamente que hubiera una condena expresa judía de Jesús y menos por motivos religiosos.


El análisis de las variaciones de las tres predicciones de la pasión (Mc 8,31; 9,31; 10,32 y paralelos, sobre todo la última de Lucas (18,31-34) indica igualmente que existía una antigua tradición que afirmaba que los responsables de la muerte de la pasión y muerte de Jesús fueron los paganos. Es muy extraño, además, que cuando los jefes de los sacerdotes entregan al reo, Jesús, a Pilato, no mencionan acusación alguna contra él. Sin embargo, Pilato parece estar perfectamente al corriente de lo que ocurre con Jesús y le espeta directamente “¿Eres tú el rey de los judíos?” (así Marcos y Mateo: Mc 15,2/Mt 27,11; Lucas observa esta ausencia, y en 23,2 explicita tal acusación en términos absolutamente políticos, lo que indica que tal amplificación es secundaria. Igualmente indica Goguel que “no hay relación orgánica alguna entre el relato del proceso judío y el del proceso romano, por la sencilla razón de que el cargo no es el mismo en los dos procesos” (p. 36).


Otros detalles que apuntan a un prendimiento romano y una responsabilidad absoluta de estos en la muerte de Jesús son, según Goguel: 1. El caso de Barrabás, que nuestro investigador estima absolutamente no histórico con el conjunto de la crítica. Pero argumenta, prescindiendo de su historicidad, “Si Pilato al proponer dejar a Jesús en libertad, pensó (no «ha pensado»; erróneo en la traducción; y, por lo general de deficiente castellano en estas frases) ser grato a los judíos, es que la iniciativa de las actuaciones no venía de los judíos, ya que tenía razones para creer al pueblo favorable a Jesús. La iniciativa del proceso no debía, pues, ser atribuida a las judías, sino a la autoridad romana”. Y 2. La gran multitud de personas, y en especial mujeres, que siguen la marcha al suplicio de Jesús, junto con los golpes de pecho y lamentos después de su muerte. “Todo ello se comprende mucho mejor, si Jesús muere víctima del poder romanos, y si los judíos son reducidos al papel de espectadores pasivos, gozosos o afligidos según los casos” (pp. 41-41: en especial de las autoridades)


Por último hay que dar todo valor a la noticia de Jn 18,3-11, que destaca el papel de la cohorte romana (por tanto, conocida por los lectores) en el prendimiento de Jesús. No vale decir que es un error del evangelista, o cualquier otra excusa.



C. Respecto al libro de los Hechos hace Goguel un breve análisis de los pasajes en los que se habla de las causas de la muerte de Jesús; y llega la conclusión de que los discursos que la mencionan (de Pedro: 2,23; 3,13-15; 4,10-11; 10,39-40), de Esteban (7,52), o de Pablo (13,27) no expresan más que el propio pensamiento del autor de esta obra: naturalmente en ellos se habla en términos generales de la responsabilidad judía, conforme a una tradición cristiana ya formada (p. 44). Pero señala además Goguel que el discurso de Gamaliel en Hch 5,35s, supone que los judíos no habían tomado ninguna decisión previa a la de Pilato contra Jesús. Literalmente: “Lo que Gamaliel solicita al sanedrín es no intervenir y dejar a Dios la tarea de mostrar –por el éxito o fracaso de la empresa– si los apóstoles cuentan con su aprobación. Ahora bien, esto supone que no se había tomado todavía decisión alguna, es decir, que hasta ese momento el sanedrín había permanecido neutral. Y esto no puede concordar con la tradición según la cual el sanedrín había formulado una condena contra Jesús” (p. 47).

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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