La Biblia como literatura

Hasta 1960, más o menos, la Biblia ha sido no sólo alimento espiritual de millones de personas, sino también un referente literario importante: una gran cantidad de alusiones literarias a personajes, situaciones, narraciones, proverbios, etc., bíblicos han poblado nuestra literatura de todo tipo. Incluso en novelas de tema nada religioso la atmósfera de alusiones a la Biblia era constante… incluso en autores insospechados. ¿Por qué no ocurre esto ahora?

Un día, vi a un colega de Facultad, ilustre catedrático de francés, Javier de Prado, enfurecido por los pasillos. Le pregunté:
- ¿Qué te pasa Javier?
- Pues que estoy sencillamente desperado. Estoy explicando en clase a Emilio Zola (novelista francés del siglo XIX, muy famoso por haber dado carta importante de naturaleza en la literatura francesa al realismo más inmoral…, al menos segú algunos: la Iglesia lo condeno al “Índice de libros prohibidos) y no consigo hacérselo entender a mis alumnos… porque ¡no saben nada de Biblia!

Sin embargo, a partir de esa fecha mencionada, más o menos a mediados del siglo pasado, ha cambiado notablemente esta circunstancia y puede decirse que a día de hoy el entorno bíblico ha desaparecido de la literatura La Biblia ha casi muerto como referente literario. ¿Por qué?

Las causas son generales: un ambiente cada vez más laico, ante todo, con un evidente retroceso de las religiones, unido a un notable aumento del interés por la ciencia como marco de nuestra curiosidad. La ciencia en sentido amplio…, incluyendo la ciencia ficción, el espacio y el origen del universo, la electrónica…, la naturaleza como objeto de estudio… todo este conjunto “científico” es la que forma el espacio de alusiones más abundante en las obras literarias de hoy.

En España ha influido también en el retroceso de la Biblia como lectura el que partiéramos de una posición de desventaja respecto a otras naciones: ha sido una tradición inveterada de la Iglesia católica desanimar, o casi prohibir en siglos pasados, la lectura privada de la Biblia, por temor a que los fieles pudieran malinterpretarla. En el semiconsciente de los españoles no existe –como ocurre en otros países, protestantes ante todo- como una de las tareas cotidianas la lectura de un fragmento de la Biblia. La inmensa mayoría de los españoles no la ha leído entera… y muchos también tampoco ni siquiera han leído los Evangelios.

Sin embargo, la Biblia además de un libro de ideas religiosas o de historia, es un libro de lectura entretenida. No toda ella, ciertamente, pero sí en gran parte. Estoy persuadido de que el éxito, en parte de la religión es ser vehicula por un bello elemento literario. En el cristianismo, sin duda alguna. Y en otras religiones también. El Corán, en partes que contienen pocas historias, es un libro bello por su vocabulario, por su ritmo poético, por sus rimas internas. La belleza de su lenguaje contribuye mucho a que la gente se lo aprenda más fácilmente de memoria y a fijar en las mentes el mensaje religioso que contiene.

Hay dos maneras de decir, “Fulanito de Tal es un perverso”. La primera es expresarlo así, tal cual, con una formulación abstracta. La segunda consiste en construir una historia entretenida en la que se pintan unas escenas o situaciones en las que Fulanito actúa como un perverso. No cabe duda de que es mucho más efectiva la segunda manera.

Y eso es lo que hace la Biblia, sobre todo en el Antiguo Testamento: contar historias en las que se transmiten mensajes religiosos. Pienso que una buena parte de la pérdida de influencia de la Biblia en la sociedad española es la casi eliminación de la Biblia como lectura en forma de “Historia Sagrada” de los libros de religión de escuelas, colegios e institutos. Con la Historia Sagrada se vehiculaban con facilidad los mensajes religiosos a través del interés que las historias suscitaban en los niños.

No digo que los libros de religión no estén hoy bellamente ilustrados, bien pensados pedagógicamente. Al contrario. En general los libros de texto son hoy mucho mejores que los de antaño tanto en su presentación como en su técnica de comunicación. Pero observo una gran pérdida de influencia en la materia de Religión lo que antes era Historia Sagrada.

Hoy escribe Gonzalo del Cerro a propósito de esta temática y nos ofrece un ejemplo de una bella historia bíblica, que desconocen la mayoría de nuestros niños y que antes todos sabíamos: la de José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos y su posterior buena en Egipto: cómo resiste los deseos de deshonestos de una mala mujer y cómo es encarcelado. Entonces el Faraón tiene unos sueños que sólo José puede descifrar. El monarca, admirado, lo nombra su consejero y primer ministro, cargo en el que triunfa en toda la línea. Sus hermanos, impulsados por una hambruna que se había apoderado de las tierras israelitas deciden ir a comprar trigo a Egipto. José los reconoce y le tiene una trampa amorosa de modo que el final todos deciden irse a vivir a Egipto donde el Faraón le concede una región entera del país para ellos.

Pues bien, esta historia es tan buena literariamente que cumple con ciertas normas que exige Aristóteles en su Poética. (A propósito de la Poética: recordemos que en El nombre de la rosa los crímenes se cometen para intentar que la segunda parte, perdida, de esta obra no llegue a manos del público… tan fundamental era el efecto de la Poética, según pensaba el monje asesino).

Gonzalo del Cerro nos indica cómo


Una de las obras más trascendentales de Aristóteles es la Poética, no demasiado larga, pero especialmente valiosa. Una obra que trata sobre la teoría de la obra literaria. Pues eso es lo que significa etimológicamente Poética, no un tratado sobre “poesía” en el sentido que la palabra tiene en las lenguas modernas, sino un estudio sobre la ”obra literaria” en general.
La Poética contiene palabras básicas que envuelven conceptos fundamentales. La primera es el término que define la obra literaria: Mýthos (mito), exposición o relato de unos sucesos que el autor presenta mediante la Mímesis o imitación de los hechos reales. En diversos pasajes de la Poética deja Aristóteles rastros de su concepto de Mito: Es una “síntesis” de esos hechos imitados (Poét., 6, 1450 a).
En el desarrollo de los acontecimientos, distingue tres partes de la composición literaria, que vienen a ser los elementos constitutivos de la misma: la peripéteia (peripecia), la anagnórisis (reconocimiento) y el páthos (suceso patético). El páthos es el conjunto de hechos dolorosos (Poét., 11, 1452 b). La anagnórisis es “el cambio (metabolé) de la ignorancia al conocimiento” (Poét., 11, 1452 a). La peripéteia es “el cambio de una situación a su contraria” (Poét., 11, 1452 a). La anagnórisis alcanza su mayor belleza cuando va acompañada de la peripéteia, es decir, cuando el reconocimiento provoca un cambio de fortuna en los actores del “mito”.
La Poética de Aristóteles no es, ni en su intención ni en su realización, una Preceptiva Literaria. No establece normas a las que se deban atener los autores de una obra literaria. Describe más bien el sistema que han seguido en la práctica. No dice lo que debe hacer Sófocles en el Edipo Rey, sino lo que hizo. Y eso Aristóteles lo toma y presenta como paradigma.
La Biblia es, al margen de otras consideraciones, una obra literaria en la que convergen grandes genios de la literatura. En ella encontramos pasajes donde aparece reflejada la doctrina patentada por Aristóteles. La historia de José y sus hermanos (Génesis 37-47) es uno de los más bellos relatos (mýthos¬ mitos) de toda la Biblia. La narración goza de una venerable antigüedad, ya que está basada casi exclusivamente en las tradiciones llamadas por los técnicos yahvista (para llamar a Dios utiliza preferentemente el nombre de Yahvé) y elohista (para llamar a Dios utiliza preferentemente el nombre de Elohim), que son las más antiguas del Pentateuco ( de los siglos
El páthos está reflejado en las numerosas pesadumbres que jalonan todo el episodio. La anagnórisis constituye el material de la narración en Génesis 45: los hijos de Jacob descubren que “el jefe de toda la tierra de Egipto” era su propio hermano. La peripéteia, como prefería Aristóteles, es aquí la consecuencia inmediata del reconocimiento. Sucede entonces un cambio radical (metabolé). Los hermanos de José pasan, sin solución de continuidad, de una situación desesperada a otra de gozo ilimitado, de la necesidad y el oprobio a la opulencia y a la gloria.

Hasta aquí Gonzalo del Cerro


Es bien visible cómo esta historia de José y sus hermanos vehicula mucho mejor que cualquier formulación abstracta la idea de la conveniencia del perdón fraterno y del premio que Yahvé otorga a los que le son fieles. Y encima se pasa bien leyéndola.
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