Tanto Juan el Bautista como Jesús impartieron directrices morales


Hoy escribe Fernando Bermejo

Según hemos comprobado en nuestra anterior entrega, Juan el Bautista, como Jesús, se rodeó de discípulos y actuó en calidad de maestro. Hemos señalado también que los evangelios canónicos no insisten precisamente en este aspecto, presumiblemente para evitar que la figura de Juan eclipsara a la de Jesús en un punto neurálgico. Por el momento, sin embargo, nos hemos limitado a señalar la vertiente didascálica de estas figuras de modo genérico. Ahora bien, ¿es posible averiguar algo acerca del contenido de las enseñanzas de Juan? En lo que sigue nos centraremos en las enseñanzas de orden ético, dejando para otra ocasión las de orden religioso.

Que Juan impartió enseñanzas de tipo moral es una conclusión que cabe derivar de varios datos. En primer lugar, una razón a priori: si Juan se hubiera limitado a bautizar, no habría podido tener la fama que tuvo y haber concitado el interés que testimonian tanto Josefo como los evangelios. Juan no sólo derramó agua en el Jordán, sino que también derramó numerosas palabras (las cuales, como hemos visto, tenían la capacidad de enardecer a sus oyentes).

En segundo lugar, según Josefo, Juan convocó a sus correligionarios a un bautismo que presuponía en quienes se sometían a él el hecho de estar “cultivando la virtud y practicando mutuamente la justicia”. Según Josefo, el bautismo de Juan sólo era aceptable a Dios una vez que “el alma hubiera sido purificada por la justicia”. Dicho de otro modo, actuar moralmente era un requisito imprescindible para que el bautismo tuviese eficacia: la limpieza corporal de nada vale, si no se ha limpiado antes el interior del ser humano (¿les suena esta enseñanza? Los evangelios la ponen en boca de Jesús). Es obvio que Juan debió de concretar qué entendía él por “justicia”, cuáles eran los prerrequisitos para recibir el bautismo. Y, además de a las multitudes, Juan debió de instruir a sus discípulos, y en tal instrucción las directrices éticas deben haber jugado un papel esencial.

En tercer lugar, hay un pasaje del evangelio de Lucas (Lc 3, 10-14) que claramente muestra los contenidos de la enseñanza moral de Juan: tres grupos distintos de gente acuden a Juan para preguntarle sobre lo que deberían hacer, evidentemente como respuesta al llamamiento de Juan a dar “frutos dignos de la penitencia” (Lc 3, 8). El pasaje dice así: “Y le preguntaban las turbas, diciendo: ‘¿Qué haremos, pues?’. Les respondía diciendo: ‘El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga provisiones, haga lo mismo’. Vinieron también unos publicanos a ser bautizados y le dijeron: ‘Maestro, ¿qué hemos de hacer?’. Y él les dijo: “No exijais nada sobre la tasa que os ha sido fijada’. Le preguntaron también algunos agentes armados diciendo: ‘¿Qué hemos de hacer también nosotros? Y él les dijo: A nadie hagáis extorsión, ni denunciéis injustamente, y contentaos con vuestro sueldo’”.

La autenticidad de este pasaje ha sido muy debatida. Por ejemplo, R. Bultmann rechazó su autenticidad, afirmando que el texto sería un producto helenístico relativamente tardío inventado con propósitos catequéticos (¡Bultmann ni siquiera considera la posibilidad de que la enseñanza proceda realmente del Bautista!). Sin embargo, es máximamente implausible que un material catequético tardío fuera puesto en boca de Juan, dado que Jesús es la autoridad principal para las comunidades cristianas primitivas. Comparto el juicio de especialistas como J. P. Meier, Joan Taylor o Robert L. Webb, para quienes el pasaje tiene muchas probabilidades de remontarse al Juan histórico y de reflejar material bautista genuino. El texto podría proceder de Q y haber sido deliberadamente omitido por Mateo, pero podría provenir de la fuente particular de Lucas (aunque son perceptibles algunos signos de redacción del autor del evangelio).

Una vez aceptada la probable autenticidad del pasaje, sus contenidos resultan elocuentes. A los grupos de personas que le consultan, Juan ofrece respuestas que van siempre en el sentido de la preocupación práctica por el prójimo. A las multitudes, Juan les enseña que aun lo más imprescindible para cubrir las necesidades primarias (vestido y alimento) ha de compartirse con los más desafortunados. A los recaudadores (telōnai, quienes tenían la responsabilidad de exigir el pago de los diversos gravámenes que Roma había impuesto sobre las diferentes regiones de Palestina, una actividad expuesta a toda clase de abusos y falta de escrúpulos), Juan les exige que cobren exactamente los tributos establecidos y sus legítimas comisiones personales, sin aceptar sobornos o incurrir abusivamente en extorsión. A los agentes armados (con toda probabilidad los judíos enrolados temporalmente al servicio de Antipas, quien según Josefo tenía sus propias tropas), Juan les advierte que no deben aprovecharse de su posición de relativo poder para extorsionar a la población y obtener ganancias a costa de la debilidad ajena.

La enseñanza ética de Juan el Bautista ejemplifica en cada caso el tipo de reforma que comporta la metanoia (conversión) exigida por su predicación. Su denominador común es una radicalización del imperativo moral ya presente en la tradición judía, y enfatizada en la corriente profética: la preocupación activa por los débiles y los necesitados, la búsqueda de una justicia real en las relaciones comunitarias. En este sentido, Jesús parece haber aprendido bastante del Bautista. Pero, como veremos, no fueron sus directrices éticas lo único que heredó de él.

Saludos de Fernando Bermejo
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