Pablo precristiano (I)



¿Cómo era realmente Pablo de Tarso antes de hacerse cristiano? Responder a esta pregunta es para algunos fácil, aunque se confiese que la información es escasa: basta con juntar lo que dicen sobre ello los Hechos de los apóstoles y los dos primeros capítulos de la Epístola a los Gálatas. Para otros, sin embargo, no es tan sencilla la respuesta: esos dos textos se contradicen entre sí. Nos planteamos entonces: ¿qué podemos saber al respecto?



Quiero exponer mi respuesta a esta cuestión por medio de la crítica del único libro que conozco que trata con solvencia este tema. El libro (no sé si hay traducción española) es el siguiente:

MARTIN HENGEL (en colaboración con R. DEINES), Il Paolo precristiano (Studi Biblici 100). Brescia (Paideia Editrice) 1992, 204 pp. Versión italiana a cargo de G. Pontoglio
.

Esta edición italiana es la transformación en un pequeño libro, provisto de una suplementaria introducción, de un largo artículo anterior, "Der vor¬christ¬liche Paulus", del mismo autor. Paulus und das antike Judentum. Eds. M. Hengel y U. Heckel. Tübingen, J.C.B. Mohr, 1992, pp. 177-293.

La tesis central de esta obra es la siguiente: En lo que respecta al lugar de nacimiento, niñez, ámbito de educación primaria y superior, afiliación al partido fariseo y motivos de la persecución anticristiana de Pablo el texto de Lucas en los Hechos de los Apóstoles es sustancialmente digno de crédito.

La aparente contradicción entre la segunda parte de la segunda obra lucana y los datos proporcionados por las cartas auténticas, en especial Gál 1,13ss, se resuelve positivamente en un cuadro creíble por medio de una buena exégesis y la apelación a datos históricos proporcionados por el contexto. La fundamental veracidad histórica de Lucas -tan impugnada por la crítica liberal protestante y los adeptos de Escuela de la Historia de las Religiones queda así vindicada. Con ello, también, se aclaran los puntos obscuros de los primeros años de la vida y obra del fundador de la teología cristiana, Pablo de Tarso.

La norma metodológica que adopta Hengel es sana en sí misma: no hay que dudar de lo que afirma Lucas sobre Pablo de Tarso en sus Hechos, salvo que sea absolutamente necesario. La clave de bóveda de la argumentación subsiguiente es sencilla: de Flp 3,5 sabemos, por propia boca de Pablo, que él es "hebreo, hijo de hebreos" y, según la observancia de la Ley, de la secta "farisea".

Eso significa, en primer lugar, que la familia de Pablo es puramente judía y con lazos afec¬tivos con la metrópoli, Jerusalén, muy grandes. En segundo: dada las carac¬terísticas de la piedad farisea y sus exigencias, vivir conforme a tales normas era prácticamente imposible fuera de la Palestina judía. Puesto que, además, apenas se sabe nada de una actividad de escuela farisaica en el exilio, sólo Jerusalén entra en consideración. Si Pablo era fariseo sólo pudo ejercitarse como tal en Jerusalén. Con estos datos casa muy bien los que proporcionan los siguientes pasajes de los Hechos lucanos: 22,3; 26,4s y 23,6. Por último, sobre su actividad de perseguidor de la iglesia jerusalemita, -según los mismos Hechos 8,3ss- el texto de Gál 1 nada afirma ni en favor ni en contra de esta acción de Pablo como enemigo de la Iglesia primitiva en Jerusalén. El texto de Gál 1,22 ("Personalmente, katà prósopon, era desconocido de las iglesias de Judea"), se refiere a la Palestina judía en general y nada dice de la capital. Por muy pequeño que fuera el país es imposible conocer katà prósopon a la gente. Por último, el pasaje de Rom 15,19b da a entender que el punto de partida de la actividad misionera de Pablo es Jerusalén, no Damasco, Siria en general o Arabia, lo que se halla de acuerdo en los datos de Hch 9,28ss.

La imagen que se desprende de la reconstrucción de Hengel, combinando esos pasajes paulinos así interpretados y siguiendo fundamentalmente las indicaciones de los Hechos de los Apóstoles es la siguiente:

Pablo nace en Tarso, hijo de una familia judía muy ortodoxa, grecoparlante, que mantiene fuertes lazos con la metrópoli, Jerusalén. El conjunto familiar ha adquirido la ciudadanía romana probable¬mente como resultado de un proceso de esclavitud, deportación a Asia Menor y posterior manumisión del cabeza de familia desde épocas de la conquista de Pompeyo en Palestina (63 a.C.).

La educación de Pablo en Tarso es la propia de la escuela primaria greco-judía. Pasada la pubertad, es enviado por su familia a Jerusalén (allí habita una tía suya, Hechos, 23,16) se afilia al partido fariseo y se forma en el estudio de la Ley a los pies de Gamaliel. Esta instrucción en la ley mosaica, aunque ortodoxamente judía y farisea, tuvo lugar tanto en griego como en hebreo-arameo, ya que Jerusalén era una ciudad prácticamente bilingüe. Estos estudios hicieron de Pablo, entre los 25 y 30 años, un joven "sabio y docto en la Ley", capaz de ejercer su enseñanza entre los judíos de la diáspora, grecoparlantes, que se han asentado en Jerusalén y que mantienen en la ciudad santa sus propias sinagogas.

Esta trayectoria vital proporcionó al futuro apóstol una formación técnica "rabínica" (el término es cronológicamente inapropiado, puesto que no hay "rabinos" propiamente hasta después del año 90, pero indica con precisión que se trata de una educación y de un tenor de vida cuyo centro es la Torah), y lo hizo un fanático "celador de la Ley". Cuando surgieron ciertos problemas teológicos en el seno de esas sinagogas helenísticas, provocados por los adeptos judíos helenistas de Jesús, un pretendiente mesiánico reciente¬mente crucificado, Pablo intervino en las disputas contra ellos, aunque de modo secundario.

Poco tiempo después, tiene lugar el primer pogrom contra esos judeocristianos y es lapidado su jefe, Esteban. Pablo está de acuerdo con el hecho. Se produce una rápida dispersión de estos "judíos helenistas nazarenos" hacia Samaría y Damasco donde continúan su actividad proselitista. Esto irrita a Pablo, y su celo por la Ley le convierte más directamente en perseguidor violento de las comunidades "nazarenas" (cristianas) de Jerusalén. No contento con ello, pide y obtiene del Sumo Sacerdote permiso para trasladarse a las sinagogas de Damasco y continuar allí con su represión violenta contra ese grupo de disidentes teológicos que proclamaban como mesías a un crucificado.

Las razones de su actividad como perseguidor eran su rechazo a las nuevas orientaciones teológicas de esos "nazarenos" que implicaban una crítica a la función salvífica de la Ley, al papel del Templo como lugar preeminente de la presencia divina y una concepción diversa de la misión del profeta-mesías Jesús en un nuevo esquema de salvación. En el camino de Damasco tiene lugar la famosa visión del Resucitado y la conversión de Pablo. Toda su formación farisea anterior sufre un profundo cambio de valores, pero ella sigue siendo la sustancia de su pensamiento. Ella le vale como transfondo absoluto y único para interpretar y predicar desde ese momento en adelante su manera de entender el "evangelio", la teología de la cruz, la justificación del impío por la fe y la nueva función de la ley mosaica en la historia de la salvación.

Esta reconstrucción de Hengel -que él presenta ciertamente como hipoté¬tica (pp. 9-10: cito la versión italiana)- tiene como resultado reafirmar la validez de la opinión tradicional sobre la vida, educación y acción del joven Pablo (vindicación en especial de Hch 22,3; 26,4 y 23,6, como señalamos, y su valor plenamente histórico). En este sentido aporta o añade poco a lo que se ha tenido siempre como cierto. A este propósito Gál 1 es reinterpre¬tado (sí hubo en la vida de Pablo una estancia previa en Jerusalén antes de la señalada en este capítulo; en este texto el Apóstol dice la verdad, pero sólo una parte de ella, según Hengel) y Rom 15,19b, junto con Hch 9,28, resultan ser un testimonio decisivo de una actividad misionera paulina que parte desde Jerusalén y no desde Damasco.

A pesar de que Hengel no ahorra pequeñas críticas a Lucas (por ejemplo: a veces este autor sacro va contra la realidad histórica, p. 159; su relato contiene alguna incongruencia, pp. 161-163; Lucas exagera los inicios de la persecución anticristiana en Jerusalén y atribuye en estos momentos a Pablo un papel nada claro, p. 159; hay cierta contradicción entre Hch 9,24 y 2 Cor 11,32, etc.), su tesis lo enfrenta directamente contra la mayoría de los críticos, que desconfían de la historicidad de muchos pasajes de los Hechos de los Apóstoles y niegan radicalmente cualquier estancia previa de Pablo en Jerusalén anterior a la descrita en Gál 1,13ss (sólo al tercer año tras su conversión) y muy breve (quince días). En sustancia, según Hengel, el primer historiador de la Iglesia tiene razón en su presentación de los primeros años de la vida del Apóstol.

El próximo día expondré mi crítica, que será bastante dura, a esta visión sobre el Pablo precristiano.
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