Pablo precristiano. Crítica a Martín Hengel (y II)



La formación farisea de Pablo, defendida consecuentemente por Hengel especialmente en pp. 111-152, ha sido puesta en duda por H. Maccoby en Paul and Hellenism. Londres (SCM Press) 1991, cap. 5, "Paul and Pharisaim", pp.129-154, con solidísimos argumentos (Hengel no ha podido tener acceso a este libro durante la composición de su obra en 1990, quizás sí a la hora de salir la versión italiana, aunque parte de las tesis de Maccoby estaban ya expuestas in nuce en su obra The Mythmaker: Paul and the Invention of Christianity de 1986, que parece desconocer Hengel).




La conclusión de Maccoby en la primera de las dos obras citadas sobre la epístola más teológica de Pablo, Romanos, es la siguiente: "Nuestro análisis de Romanos no nos ha revelado ningún signo de un estilo o metodología genuinamente rabínica (farisea) en los escritos de Pablo. (Éstos) revelan a veces el fuerte interés de Pablo por dar la impresión de haber recibido una enseñanza rabínica, y precisamente estos esfuerzos son los que prueban claramente que él no posee tal instrucción" (p. 153). Este análisis de un erudito judío añade un interrogante más a las dudas que Hengel trata de disipar cuando -tras su interpretación de Gál 1 y Rom 15,19b- realiza un gran esfuerzo por describir el "estudio farisaico de la Ley en Jerusalén" y "La formación sinagogal griega en una Jerusalén de lengua griega", de la que Pablo es el primer recipiendario. En Flp 3,5-6 Pablo no se llama a sí mismo sopher (grammateús en griego), "escriba o experto en la ley" cuando tenía ocasión de hacerlo. Hengel esquiva la dificultad argumentando que el vocablo griego era entendido por los lectores de lengua materna helénica como "escribano, secretario e empleado" (p. 105), por lo que Pablo lo evita. Pero a la vez, ¡el mismo Hengel sostiene que en 1 Cor 1,20 Pablo sí puede emplearlo al describir la tríada de funciones en la Bet Midrash ("casa de estudio de la ley") de orientación farisea!

Una dificultad añadida a la tesis de Hengel es su conclusión subsiguiente: toda la teología paulina se apoya de modo exclusivo sobre concepciones veterotestamentarias desarrolladas por el fariseísmo, aunque entendidas por el Apóstol de modo diferente y como vueltas del revés tras su conversión a las puertas de Damasco. En realidad la “conversión” (= llamada) de Pablo habría consistido en caer en la cuenta, como consecuencia de su visión del Resucitado, que los nazarenos "helenistas" (con sus dubitaciones teológicas sobre la validez salvífica de la ley, la interpretación de la muerte en cruz del mesías como un acto expiatorio y la justificación por la fe del impío) tenían sobradamente razón, sin salirse del judaísmo.

Hengel niega por ello cualquier influjo del mundo y la religiosidad helenística exterior (pp. 32. 33. 191-2) sobre otras afirmaciones igualmente centrales de la teología paulina. Sin embargo, nos parece bastante claro que el esquema de salvación paulino -que contiene ya con claridad las ideas de la elevación al ámbito ontológico de lo divino del mesías judío (Jesús como kyrios), la muerte violenta del salvador divino, su resurrección e inmortalidad y la promesa de resurrección a todos los fieles que crean en la misión salvífica que representó tal muerte- es absolutamente inexplicable dentro de una estructura de pensamiento farisea estricta, por muy vuelta del revés que sea, tal como postula Hengel en su reconstrucción del Pablo precristiano.

Ni siquiera la ampliación de la idea del mesianismo -que tan brillantemente ha expuesto F. García Martínez en su artículo "Nuevos textos mesiánicos de Qumrán y el mesías del Nuevo Testamento", Communio 26 (1993) pp. 3-31- en el judaísmo de la época sirve para dar una explica¬ción suficiente de esta nueva concepción mesiánica y de la historia de la salvación que expande Pablo en sus viajes por el Mediterráneo oriental. Es necesario acudir a fuentes externas -la compleja religiosidad helenística, y en concreto la de las religiones de misterios- para encontrar paralelos cercanos a gran parte del núcleo de la teología paulina.

En conclusión: el trabajo de M. Hengel en El Pablo precristiano es minucioso, erudito, brillante y consistente una vez que se admite su inter¬pretación sesgada del texto clave de Gálatas 1 y sus deducciones de Flp 3,5 y Rom 15,19b. Pero a este respecto no nos parece que Hengel haya conseguido plenamente su propósito.

Por lo demás el resto de los argumentos críticos usuales sobre la escasa veracidad histórica de ciertos pasajes de los Hechos de los apóstoles, en especial el cap. 15, siguen en pie y ponen en guardia contra los resultados de esta investigación que se basa en una estancia jerosolimitana de Pablo que no encaja nada bien, diga lo que diga Hengel, con los datos biográficos que delinean los dos primeros capítulos de la Epístola a los Gálatas.

Saludos de Antonio Piñero
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