La fecha de la Última Cena


Hoy escribe Gonzalo del CERRO
Fecha de la Última Cena

El excelente comentario del Prof. A. Piñero sobre la fecha de la muerte de Cristo me trae a la memoria el debate suscitado a mediados del siglo pasado sobre la fecha de la Última Cena. Un libro escrito por Annie Jaubert, profesora en la Sorbona de París, abordaba el problema recapitulando varios artículos anteriores. Su tesis, más quizá que simple hipótesis, resolvía en mi opinión las contradicciones evidentes de los relatos evangélicos. El libro tenía como título “La date de la Cène” (La fecha de la Cena, París, 1957). Se trataba de la Última Cena que para A. Jaubert tuvo lugar el martes santo por la tarde. La conclusión era consecuencia lógica de los acontecimientos y de la necesidad de poner de acuerdo datos claramente divergentes de los textos. Además, ciertas obras cristianas antiguas son reflejo de una cronología de la Semana Santa distinta de la tradicional.

La “lógica de los acontecimientos” a que aludo refrenda la imposibilidad de la secuencia de los hechos aceptada por la tradición y consagrada por la liturgia de la Iglesia. Es decir, es difícilmente explicable cómo tantos sucesos pudieron tener lugar en tan limitado espacio de tiempo. La noche de la Cena, Jesús bajó con los suyos a Getsemaní, donde fue arrestado. Sus captores lo llevaron a la casa de Caifás (Mt 26, 57), en la que los escribas y los ancianos lo condenaron a muerte (Mt 26, 67). Según el relato de Juan, lo condujeron primero a la casa de Anás (Jn 18, 13). “Llegada la mañana” (Mt 27, 1), los sacerdotes y los ancianos celebraron un consejo (symboúlion) contra Jesús. Luego, lo trasladaron al tribunal del procurador Poncio Pilato (Mt 27, 2). Después de un primer interrogatorio ante Pilato, Jesús fue enviado al rey Herodes (Lc 23, 7ss), quien también le interrogó, lo despreció, hizo burla de él y lo devolvió al procurador. Hubo un nuevo interrogatorio, al que siguieron la liberación de Barrabás, la flagelación, la coronación de espinas, el “Ecce homo” y la condena (Mt 27, 26).

Según el relato del evangelio de Juan, cuando Pilato pronunció la sentencia, “era alrededor de la hora sexta” (las 12 de la mañana). Contra esta referencia cronológica afirma Marcos que cuando crucificaron a Jesús, “era la hora tercia” (las 9 de la mañana: Mc 15, 25). Esta evidente contradicción dejaría de serlo si, como parece más verosímil, esas horas se refieren a días distintos, o los sucesos ocurrieron en fechas diferentes. El jueves, hacia las 12 del mediodía (hóra ên hos hékte), Pilato podría haber pronunciado la sentencia sentado en el tribunal (Jn 19, 14). Al día siguiente, muy de mañana, habría tenido lugar la crucifixión.

Contra este punto de vista está la apreciación de Juan, que afirma que cuando Pilato condena a Jesús, “era el día de la Parasceve (preparación) de la Pascua”, es decir, el viernes. En griego moderno “parasceve” (paraskeuí) sigue significando “viernes”. Por esta razón A. Jaubert sitúa en el jueves la sesión del Sanedrín que condenó a Jesús. A continuación, esa misma mañana, enviaron a Jesús a Pilato y éste lo remitió a Herodes. La noche del jueves al viernes la pasaría Jesús en los calabozos del pretorio. Esta explicación hace justicia a la mención de la Parasceve. Pero tiene, a mi parecer, el serio inconveniente de reservar para la mañana del viernes una segunda sesión procesal ante Pilato, la confrontación con Barrabás, la condena solemne “pro tribunali”, la flagelación, la coronación de espinas, el “Ecce homo” y el camino hacia el Calvario. Todo tan comprimido y acelerado como para que fuera crucificado “en la hora de tercia” (¡las 9 de la mañana!).

Da la impresión de que los evangelistas narran los hechos sin especial preocupación por situarlos en un marco temporal concreto. Abundan las referencias cronológicas ambiguas: “de mañana”, “aquel día”, “entonces”, “llegada la tarde”, “pasando de madrugada”, etc. Sería preciso demostrar que la intención de los evangelistas era presentar como sin solución de continuidad la secuencia de los hechos que narran. De ser así deberíamos entender que cuando apresaron a Jesús, lo llevaron inmediatamente “a casa de Caifás, el pontífice, donde los escribas y los ancianos se habían reunido” (Mt 26, 57 paral.). Celebraron entonces un proceso contra las normas tradicionales de la Mishná, concretamente contra lo dispuesto en “Sanedrín” 4, 1. Según este tratado, los juicios de pena capital deben celebrarse de día. Y cuando la sentencia es condenatoria, tienen que terminarse al día siguiente. En consecuencia no pueden celebrarse en víspera de sábado o de fiesta. Ahora bien, dado el respeto reverencial que los hebreos guardaban hacia sus normas, es altamente improbable que celebraran el juicio en la noche del prendimiento.

La referencia “al día siguiente” (Mt 27, 1) introduce una sesión distinta de los sacerdotes y los ancianos. Sería, en opinión de A. Jaubert, la que tuvo lugar el jueves por la mañana y que precedió a la remisión de Jesús al tribunal del procurador. La expresión de Mateo no aclara las cosas desde el momento en que no se indica cuál era el día anterior de referencia. Pero la posición de la frase en el texto, unida a sucesos anteriores, indujo a pensar en una sucesión de acontecimientos continuada.

Un hecho clamoroso, trascendental para el planteamiento y la solución del problema, es que el viernes Jesús había celebrado ya la Pascua con los suyos, mientras que los príncipes de los sacerdotes no lo habían hecho. Cuando llevaron a Jesús al procurador, “ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, sino para poder comer la Pascua” (Jn 18, 28). El dato prueba, o confirma, que en tiempos de Jesús existían en la práctica dos calendarios: el lunar, corriente y oficial desde la cautividad de Babilonia (s. VI a. C.), y el solar, considerado como antiguo y sagrado, defendido por el Libro de los Jubileos, el de Henoc y los esenios de Qumrán. Tenía 364 días, divididos en cuatro trimestres de 30 días, más un día al final de cada trimestre.

No vamos a insistir en las diferencias de ambos calendarios, lo que nos llevaría lejos de los límites de este comentario. Basta para mi intención constatar la posibilidad de que pueda darse una diferencia de días entre la Pascua celebrada por Jesús y la proyectada por los príncipes de los sacerdotes. Las relaciones de Jesús con las autoridades y el Templo hacen verosímil una discrepancia también en cuestiones de calendario. La violenta expulsión de los mercaderes del Templo (Mt 21, 12ss paral.) responde a una mentalidad paralela a la de los esenios de Qumrán en su huida al desierto.

La Regla de la Comunidad de Qumrán enfatiza en su columna décima la importancia religiosa que tenía para la secta el calendario solar. La actitud de los monjes del monasterio era de franco enfrentamiento con los sacerdotes del templo de Jerusalén, actitud que tiene claros paralelismos en la conducta de Jesús. La predicación de Juan Bautista y el ayuno de Jesús en el desierto se desarrollan en la zona geográfica cercana al asentamiento esenio de Qumrán. Los dos primeros discípulos de Jesús, Andrés y Juan, lo eran del Bautista. La oposición luz-tinieblas, tan presente en los escritos de Juan, era muy sentida por los monjes de Qumrán. A esa oposición está dedicado uno de los más importantes rollos descubiertos en las grutas cercanas al monasterio junto a la orilla NO del Mar Muerto.

Un argumento de excepcional importancia a favor de las tesis de A. Jaubert procede de tradiciones cristianas antiguas, que conocen la noticia de una cronología distinta de la tradicional. Una cronología que sitúa la Última Cena en el martes por la tarde. El escrito que la expone con mayor claridad y contundencia es la “Didascalía de los Apóstoles” (s. III). Lo hace en el contexto sobre el ayuno para justificar las razones históricas del ayuno en el miércoles y el viernes de cada semana. Ese ayuno sigue siendo normativo todavía hoy en diversos monasterios. La razón es porque en el miércoles empezó Jesús a padecer, el viernes porque es el día en que murió. En efecto el prendimiento de Jesús tuvo lugar el martes por la noche, cuando ya era miércoles según el cómputo hebreo. La tradición del ayuno en estos dos días era ya conocida por el autor de la Didajé (s. I), que recomendaba: “Vosotros ayunad el miércoles y el viernes” (VIII 1).

Dice la Didascalía (V 14): 4.- “Judas llegó con los escribas y los sacerdotes del pueblo y les entregó a nuestro Señor Jesús. Esto sucedió el miércoles. 5.- Después de haber comido la Pascua el martes por la tarde, nos fuimos al Monte de los Olivos. Ya en plena noche apresaron a nuestro Señor Jesús. 6.- El día siguiente, que era miércoles, fue custodiado en la casa de Caifás, Príncipe de los sacerdotes. Aquel mismo día los príncipes del pueblo se reunieron y celebraron un consejo contra él. 7.- Al día siguiente, que era jueves, lo llevaron al gobernador Pilato. En la residencia de Pilato fue custodiado la noche que siguió al jueves. 8.- El viernes por la mañana lo acusaron ante Pilato, y no podían aducir nada verdadero, sino que propusieron falsos testimonios contra él y solicitaron a Pilato su muerte. 9.- Lo crucificaron el mismo viernes”. Es ésta una relación verosímil de los hechos, en la que falta obviamente la reunión del consejo en la noche del prendimiento.

Hay una frase de San Justino en su Diálogo con el judío Trifón, que A. Jaubert interpreta a favor de su tesis: “Está escrito que en el día de la Pascua le prendisteis e igualmente en la Pascua le crucificasteis” (Diál., 111, 3). Las dos Pascuas mencionadas serían la que Jesús celebró el martes santo y la que pensaban celebrar los príncipes de los sacerdotes. Debemos, sin embargo, recordar que San Justino expresa en otros pasajes su punto de vista sobre la cronología de la Pasión de acuerdo con la opinión mayoritaria en la Iglesia. Las explicaciones de Jaubert y la versión de la Didascalía no convencieron a todos. Pero ahí están, apoyadas por los textos, para que cada cual las considere y juzgue de su verosimilitud.
Saludos cordiales de Gonzalo del Cerro
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