Las apariciones de Jesús y la fenomenología de la religión (y II)

Hoy escribe Antonio Piñero



Las apariciones de Jesús y la fenomenología de la religión (y II).





Vayamos, conforme a lo prometido a la crítica de la posición de García Bazán.



Según este investigador, todo lo expuesto ayer es pura fenomenología de la religión, y ésta va unida a “una investigación ajustada de los hechos religiosos” (p. 41; citado ayer).

Nos preguntamos: ¿es realmente provechoso este método de análisis para llegar a lo que interesa a mucha gente, a saber, dilucidar si la resurrección es un hecho histórico o no?

En mi opinión es que no. Y por las siguientes razones.



1. No da razón del otro tipo de concepción de la resurrección de Jesús como un proceso de “exaltación y glorificación” a los cielos tal como se halla expresado por textos del Nuevo Testamento, que citamos en nuestra contribución anterior, 1 Tim 3,16, o el himno cristológico de Filipenses 2, 6-10.

Estas expresiones del Nuevo Testamento no consideran la resurrección del cuerpo de Jesús –no la mencionan nunca-, sino su estado de gloria por una acción de Dios tras la muerte, gracias a la cual el espíritu de Jesús es exaltado por Dios a su ámbito celestial y, por tanto, de vida.



2. Aceptar que los relatos de la resurrección son meros “informes protocolares” de “hechos empíricos observados” y “perceptibles” supone una petición de principio: da por probado precisamente lo que se está investigando, a saber si son hechos empíricos, de experiencia objetiva, o no lo son.



3. Aceptar que los relatos de la resurrección son protocolos no explica la variedad y las contradicciones de esos relatos. Tales contradicciones exigen un componente psicológico mucho más fuerte que la “percepción reorientada hacia el interior por el amor” que presupone García Bazán.

Los argumentos 2. y 3. dan por tierra, en nuestra opinión, con toda la construcción fenomenológica de GB.



4. El que las apariciones aparezcan en los relatos evangélicos como acaecidas a personas diferentes, o incluso a grupos, no es argumento contundente de historicidad. Se trata de relatos compuestos treinta años después de lo acaecido (caso de Pablo en 1 Corintios) o cincuenta, sesenta o setenta años después (caso de los otros evangelistas). Conocida la capacidad de generación de historias o narraciones que personifican una idea religiosa en el mundo del siglo I (la por ejemplo, la creencia en el poder curativo del dios Asclepio que se materializa en mil historietas inverosímiles narradas como informes protocolares), no se puede excluir sin más que la creencia en que Jesús estaba vivo generara muchos años más tarde las narraciones de las diferentes apariciones. La historia antigua está llena muchos casos semejantes…, que no son creídos por los historiadores como sucedidos realmente. Por tanto, las narraciones de apariciones de Jesús a grupos no pueden calificarse sin muchas pruebas como “hechos colectivamente controlables”.



5. El argumento fenomenólogico acaba aceptando que la “percepción afectiva o emotiva es el eje de este fenómeno extraordinario (de las apariciones de Jesús)… pues esta percepción afectiva conoce, aunque no intelectualmente, impulsando la representación mental y las decisiones bajo formas determinadas” (p. 52). Pues bien, la percepción afectiva o emotiva es precisamente lo que lleva al historiador crítico a suponer que esas narraciones o historias de apariciones están manifestando fenómenos más psicológicos que reales.



En este ámbito de lo afectivo es más fácil suponer, como hace la crítica, que la firme creencia en que Jesús sigue vivo de algún modo lleva a pensar que Jesús se ha aparecido. Un ejemplo: nadie puede dudar de la “verdad” afirmada por Pablo muchas veces de que Jesús se le apareció en el camino de Damasco. Sin embargo, ningún historiador llega a afirmar que esa “verdad” que sentía Pablo, y por la que estaba dispuesto a dar su vida, se corresponda a algo más que un fenómeno interno visionario o alucinatorio. Esta vivencia se transforma en el libro de los Hechos de los apóstoles en tres relatos (9,1-9; 22, 5-16; 26, 10-16) diferentes y contradictorios (compárese Hch 9,7 y 22,9) de lo ocurrido en el camino de Damasco. No conozco ningún crítico serio, que atribuya realidad histórica –más que la meramente subjetiva- a esta aparición convertida en triple relato por el autor de los Hechos.



Saludos de Antonio Piñero.


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