Jesús, Judas y el Evangelio de Judas (I)

Iniciamos hoy una serie que tiene como fin aportar nuestra opinión y perspectiva a un tema que ciertamente ha perdido algo del mordiente de la rabiosa actualidad que tenía hace un año, pero que sigue generando preguntas y que en mi opinión necesita aún un tanto de esclarecimiento y de diálogo.

Sobre todo cuando en una obra de título un tanto parecido -“Jesús y Judas”-, de un conocido publicista polifacético aparecida en el mercado por estas fechas hace casi un año, aclaraba pocas cosas al respecto. Para esta serie voy a tomar materiales de diversas fuentes, pero sobre todo de la introducción, traducción de la lengua copta y comentario del Evangelio de Judas que hemos publicado Sofía Torallas (la nieta del famoso filólogo Antonio Tovar) y yo.





En 1978 aparecía en Egipto un códice antiguo que contenía cuatro textos o tratados del cristianismo primitivo. Tres de ellos, por sus títulos o supuestos autores, tenían pretensiones de ser considerados sagrados, pero de hecho no habían sido admitidos en el canon de las Escrituras. Los títulos de los cuatro tratados son: la Carta de Pedro a Felipe, Primer apocalipsis de Santiago, el Evangelio de Judas y Allógenes, o “El extranjero”.

La atención se centró en el tercer tratado, pues era nuevo y parcialmente desconocido hasta el momento. Los otros tres se habían encontrado en otros códices en 1945, y habían sido publicados ya, tanto en su texto “original” copto –de hecho este “original” es, a su vez, una traducción a la lengua de los egipcios, sucesora de la que se escribía en jeroglíficos, de un primitivo tratado compuesto en griego, quizás un siglo o siglo y medio antes— como en su traducción a lenguas modernas.

El Evangelio de Judas llamó la atención sobre todo –como sabemos ya- porque su personaje central, el traidor a Jesús, resultaba totalmente rehabilitado: pasaba de felón a héroe, puesto que había seguido simplemente en su traición el encargo expreso de Jesús.

El revuelo ante la nueva interpretación del supuesto “traidor” Judas fue notable y, aun antes de conocer bien el texto completo del manuscrito, se formularon hipótesis sobre la necesidad de modificar la interpretación de la historia en torno a los últimos momentos de Jesús y el papel en ellos de Judas.

Pero ahora, pasado un poco de tiempo, vemos el asunto con más calma y mejor perspectiva. El texto copto del Evangelio de Judas, en edición crítica, fue presentado al público en París, en un congreso de expertos, en Septiembre del año pasado y pronto aparecerá la edición crítica con la definitiva traducción inglesa.

Tenemos, pues los instrumentos para que el público español pueda leer en su lengua una traducción fiel al castellano –no una de algunas de esas versiones “piratas” mal traducidas del inglés, con errores de principiante, aparecidas al punto en Internet- y una explicación de este oscuro tratado, el Evangelio de Judas, complicado en verdad para el no experto en las oscuridades del gnosticismo. Así pueden los lectores de este blog formarse mejor opinión respecto a las hipótesis sobre los orígenes del cristianismo a las que aludí hace un momento.

Los libros del estilo al del Evangelio de Judas eran oscuros a propósito. Fueron compuestos crípticamente para que el lector no los entendiera por sí solo, y tuviera necesidad de un maestro que explicara al discípulo las oscuridades y “misterios”. Así quedaba justificada la presencia de la figura del maestro junto a su pupilo. Pero ocurre que nosotros, en el siglo XXI, nos falta el “maestro al lado”… que murió hace siglos. Tenemos que interpretarlos solos, con nuestro ingenio y nuestros conocimientos del contexto y de obras análogas…

Tenemos, sin embargo, una cierta ventaja sobre los antiguos: que conocemos obras similares que nos ayudan a comprender, y gozamos del auxilio de las publicaciones de otros estudiosos de escritos semejantes que nos ofrecen pistas muy seguras de interpretación. Por tanto, aunque no podamos estar absolutamente seguros de nuestra traducción/interpretación, a veces conjetural, sí podemos pensar honradamente que hay una alta probabilidad de que sea correcta, o al menos vaya por una senda en términos generales bastante segura.

Una vez que consideremos con esta perspectiva de casi un año la relación “Jesús-Judas” y hayamos reflexionado sobre el texto del Evangelio de Judas y su posible explicación, podremos, creo, opinar con conocimiento de causa y juzgar por nuestra cuenta si el revuelo periodístico estaba o no justificado.

Los lectores de la Guía para entender el Nuevo Testamento supondrán ya que lo que estoy proponiendo es practicar una de las normas elementales que me servían como de “leitmotiv” (“motivo-guía”) cuando hay en una discusión sobre uno de estos temas vidriosos del cristianismo primitivo: primero enterarse bien y comprender. Luego opinar.

Mañana seguimos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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