¿Compuso Juan Bautista el "Padre nuestro"?

Hoy escribe Fernando Bermejo


El hombre religioso teísta acostumbra a considerar decisiva la palabra del dios o los dioses en el/los que cree, pero cree también en la eficacia de su propio discurso. El creyente monoteísta en un Dios omnipresente pone su confianza en una deidad dispuesta siempre a escuchar, sea para sentirse complacida con alabanzas o para colmar paternalmente (o maternalmente, o paternomaternalmente) las necesidades de sus adoradores. El judaísmo no es una excepción, y Juan y Jesús no son en este aspecto una excepción en el judaísmo. Como el piadoso judío que fue, Jesús ora a su Dios en diversas ocasiones. Más interesante es el hecho de que, más allá de las oraciones contempladas en la liturgia judía, tanto Juan como Jesús parecen haber formulado plegarias adicionales que transmitieron a sus discípulos. Como todo el mundo sabe, Jesús enseñó el “Padre nuestro” (Lc 11, 2-4; Mt 6, 9-13; Didakhé 8, 2ss), pero ¿y Juan...?

El evangelio de Lucas precede la recitación del “Padre nuestro” de una intrigante noticia: “Y sucedió que estando él en cierto lugar orando, cuando hubo acabado le dijo uno de sus discípulos: ‘Señor, enséñanos a orar tal como Juan enseñó a sus discípulos” (Lc 11, 1). Obviamente, los discípulos –a diferencia de lo que a menudo se da a entender– no piden a su maestro que éste les enseñe genéricamente a rezar: todo hombre piadoso sabe orar espontáneamente, y no necesita lecciones de nadie para ello; además, todo judío tenía a su disposición diferentes clases de plegarias prescritas. Lo que los discípulos de Jesús le solicitan es que les enseñe a orar de cierta forma particular, digamos que ciertas oraciones especiales. Y lo hacen poniendo precisamente como modelo al Bautista, que ya habría hecho lo mismo con sus seguidores (por lo que el propio Jesús –seguidor del Bautista– podía ya enseñar a otros). El texto dice claramente que Juan había enseñado a sus discípulos a realizar determinadas plegarias características.

Por supuesto, es preciso comenzar razonando la historicidad de lo señalado en el pasaje de Lucas, por ejemplo porque el texto no goza de atestación múltiple. Sin embargo, hay razones para considerar que el pasaje refleja algo efectivamente sucedido. En primer lugar, la noticia sobre un Bautista creador de plegarias es consistente sobre lo que sabemos acerca de su eficaz actividad como maestro. Pero más importante es que aquí quepa aplicar una suerte de criterio de dificultad: efectivamente, cuesta mucho imaginar por qué el evangelista habría inventado un dato que hace de los discípulos personas pendientes de Juan, y de Jesús una suerte de imitador o plagiario de éste. La noticia de que Juan hizo algo que luego se atribuirá también a Jesús choca con la tendencia a rebajar y minimizar el papel histórico de Juan, lo cual hace muy plausible que nos encontremos aquí con un dato lo bastante fijado en la tradición como para haber desaparecido por completo. En suma, la historicidad del dato según el cual Juan enseñó a rezar de forma especial a sus discípulos tiene todos los visos de verosimilitud.

Se ha hipotetizado incluso que los discípulos de Jesús pudieron pretender no sólo que éste les enseñara a rezar de modo parecido a como Juan había enseñado a los suyos, sino precisamente la(s) misma(s) plegaria(s) que la(s) enseñada(s) por Juan a sus seguidores. Si esto hubiera sido así, el “Padre nuestro” sería una oración que Jesús habría aprendido del Bautista. Esta idea, propuesta hace unos pocos años por Joan Taylor, nos parece digna de consideración. En efecto, es cierto que en la oración del “Padre nuestro” los contenidos teocéntricos, las restricciones de las necesidades cotidianas a lo elemental, la espera del perdón de los pecados en función de la propia metánoia y la intensa expectación escatológica casan tanto con el mensaje de Jesús como con el de Juan. No sabemos qué oración (u oraciones) enseñó el Bautista a sus discípulos, pero teniendo en cuenta lo que sabemos de Juan sus contenidos no deben haber diferido mucho de los de la plegaria que Jesús enseñó a sus seguidores.

La referencia a la venida del Reino/Reinado no es, por cierto, necesariamente sólo jesuánica: Mt 3, 2 atribuye a Juan el anuncio de que “el Reino de los cielos está cerca”. Por supuesto, esto podría deberse a la elaboración mateana de Mc 1, 4, pero dado que las expresiones “Reino de Dios” y “Reino del Señor” aparecen con cierta frecuencia en el Targum Pseudo-Jonatán, si las tradiciones arameas del Targum eran conocidas en tiempos del Bautista, éste pudo haber usado la expresión “Reino/Reinado de Dios”, y Jesús pudo haberse limitado a tomar o a enfatizar algo que ya había escuchado de labios del Bautista.

Desde luego, no es mi intención convencer a los lectores de una idea que no deja de ser una hipótesis. Es igualmente posible que el “Padre nuestro” sea, no una reproducción de la oración enseñada por el Bautista, sino una variante de ella. En realidad, en el contenido del “Padre nuestro” no hay un solo elemento original no judío, y es sabido que su primera parte reitera las ideas presentes en la oración judía del Qaddish, recitado al final de la alocución en el culto de la sinagoga (“Sea enaltecido, engrandecido y santificado su gran nombre en el mundo... Haga dominar su realeza en vuestra vida y en vuestros días y en la vida de toda la casa de Israel, pronto y próximamente”). Además, en las oraciones judías se implora a menudo la venida del Reino de Dios (v. gr. en el propio Qaddish; en la 11ª beraká de las Shemoné esré; en la oración musaf para la fiesta de Rosh-hashaná; en la oración alenu, etc.). Y es sabido que en las oraciones judías se producen a menudo variaciones espontáneas: algunos textos rabínicos prohíben incluso la fijación literal de las oraciones, las cuales “no deben leerse como una carta, sino que han de ser pronunciadas añadiéndoseles algo nuevo cada día”. En función de estas constataciones, es probable que el “Padre nuestro” no sea sino una variante de una oración del Bautista, ella misma probablemente una variante sobre una oración anterior...

El hecho de que la exégesis cristiana haya desvirtuado a menudo el “Padre nuestro” al exponerlo como una síntesis de la doctrina cristiana debería hacer reflexionar. Es irónico que la oración que Tertuliano denominó “breviario de todo el evangelio” y que Cipriano calificó de “compendio de la doctrina celestial” sea en realidad una oración genuinamente judía. Más irónico todavía sería que el “Padre nuestro” fuera una creación enteramente del Bautista. Pero más allá o más acá de las ironías y las meras posibilidades, lo que he querido poner de relieve es que el hecho de enseñar a sus seguidores a orar de ciertas formas características es un enésimo rasgo que mancomuna a los dos predicadores judíos.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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