El Judas gnóstico


La imagen de Judas en “su” Evangelio no se parece en nada a la que acabamos de dibujar en las entregas anteriores de este Blog. En el escrito descubierto en 1978, Judas aparece como el único “conocedor” (gnóstico) de los misterios divinos; el único que comprende al salvador Jesús, el único que recibe de éste revelaciones secretas sobre el reino de los cielos, y el que acepta el oneroso encargo de “traicionar” al Maestro por motivos totalmente diferentes a lo que se piensa.

Judas, según su “Evangelio”, actuó para que el Revelador/Salvador fuera despojado de su cuerpo –de la materia mala, al fin y al cabo—, y pudiera así consumar el sacrificio de su carne y operar la salvación espiritual en contra de la voluntad del Poder que domina el universo, el Demiurgo (del que escribiremos más adelante en otra entrega). Jesús asegura a Judas que va a tener la incomprensión de los demás, pero le promete a la vez el reconocimiento final –por los que puedan leer su evangelio- y ante todo, la perfecta salvación.

Desde un punto de vista crítico-histórico, esta imagen gnóstica de Judas podría ser tan verosímil o inverosímil como la que dibujan los evangelios sinópticos, pues su contenido se basa en puras afirmaciones de un gnóstico, el autor de un evangelio tardío, escritor por lo demás desconocido. Y teóricamente este escritor podría estar bien informado. Sin embargo, desde un punto de vista formal, esta imagen es aún menos verosímil que la transmitida por los evangelios canónicos por varias razones. Son las siguientes.

La fuente de esta imagen de Jesús y del “traidor”, el recién descubierto y editado Evangelio de Judas, carece de lo que se llama “atestiguamiento múltiple”, es decir, lo que transmite no está testimoniado por fuentes variadas e independientes entre sí. Como ya escribimos, en el caso de los evangelios canónicos tenemos al menos dos fuentes teóricamente independientes: la tradición de los evangelios sinópticos y la del Evangelio de Juan y quizá una tercera, la que se halla detrás de la muerte de Judas en los Hechos de los apóstoles. Las tres (¿?) coinciden entre sí en algunos rasgos y datos sobre el personaje, que es lo que hemos aceptado ya como probable.

Por otro lado, el escrito descubierto, el “Evangelio de Judas” es un evangelio tardío cronológicamente, es decir, muy posterior a los acontecimientos que relata. Es además claramente secundario, es decir, que depende en su información de los evangelios canónicos. Ello se deduce de la lectura y la comparación entre el Evangelio Judas y los escritos evangélicos aceptados por las Iglesias.

Y por último, se trata de una imagen de Judas gnóstica que depende de un sistema religioso gnóstico, cuyo trasfondo mítico es tremendamente acusado y, desde el punto de vista de la crítica del siglo XXI, carente de toda posibilidad de ser histórica.

De todos modos, es conveniente preguntarnos si esta imagen del Judas gnóstico es nueva para los estudiosos de la historia del cristianismo, y si es “impactante y turbadora”, como se ha afirmado, lo que nos obligaría a revisar la historia.

A tenor de lo que hemos podido leer en los periódicos u oír en la televisión en los últimos tiempos -ahora el tema ya parece semiborrado del interés periodístico-, esta imagen es “totalmente nueva”, “impactante” y “turbadora” y “ha atraído la atención mundial de los estudiosos del cristianismo primitivo”.

Algunos teólogos –se dice—, fascinados por el contenido del manuscrito, están dispuestos a reevaluar o rehabilitar la figura del apóstol Judas. Desde luego los miembros del equipo del National Geographic que han editado el texto del Evangelio de Judas no consideran justo que se planteen dudas sobre la validez del contenido del manuscrito, que han tratado de ofrecer, y lo han conseguido, como un precioso y nuevo tesoro.

Por ello se ha sostenido que como, según el nuevo Evangelio, Judas fue realmente el discípulo más fiel, algunos teólogos piensan replantearse también indirectamente toda la transmisión que la Iglesia ha hecho de la figura de Jesús, al menos de la última semana, de la imagen de los discípulos y sobre todo de la de Judas. Esto supondría reescribir, según han afirmado algunos periodistas, una parte de los momentos iniciales del futuro cristianismo.

La realidad

Pero la realidad es que antes de 1978¸ fecha en la que se descubrió el manuscrito, conocíamos perfectamente esta nueva interpretación del apóstol Judas que se nos presenta hoy como novedosa. Además conocíamos perfectamente la doctrina que presenta el nuevo Evangelio y cómo debíamos encardinarla en la historia de la teología cristiana. Poseíamos buenos datos para esta labor.

¿Qué sabíamos ya antes del descubrimiento y edición del Codez Tchacos? Sabíamos absolutamente todos los rasgos que caracterizan a la nueva interpretación de Judas, a saber, se presenta a este personaje

• como un “conocedor”, es decir, un gnóstico,
• como el discípulo preferido de Jesús,
• como aquel que entrega a su Maestro siguiendo sus indicaciones y por otros motivos completamente distintos a los usuales.

Conocíamos también lo que habían escrito algunos Padres de la Iglesia sobre este Evangelio y sobre todo sobre el grupo al que pertenecía. Así, Ireneo de Lyon, en su obra Adversus Haereses (“Contra las herejías”), compuesta en las Galias hacia el 180 –obra muy antigua y muy fiable en sus informaciones a pesar de que el autor es enemigo de aquellos herejes a quienes resume y luego critica— habla ya del Evangelio de Judas y menciona parte de su contenido. El texto correspondiente aparece en el libro I de esta obra, del que tenemos una excelente traducción al castellano (José Montserrat, Los gnósticos, Biblioteca Clásica Gredos 59, Editorial Gredos, Madrid 1983, vol. I. También los textos siguientes se ofrecen en traducción de Montserrat). Vamos a presentar el pasaje mencionado primero su contexto.

En su libro primero Ireneo de Lyon habla sobre todo de los herejes valentinianos. Son los gnósticos discípulos de Valentín. Éste era un maestro cristiano egipcio que pensaba haber tenido una revelación especial sobre cómo había que entender a Jesús y a su doctrina. Tras enseñar en su país, se trasladó a Roma (hacia el 130-140) y enseñó allí. Sus doctrinas externas eran muy parecidas a las normales y “ortodoxas” de la Gran Iglesia, pero a sus discípulos, internamente, les enseñaba una interpretación privada, esotérica, que es la que critica Ireneo de Lyon. De las obras de Valentín, algunas cartas y homilías, sólo se han conservado fragmentos citados por Clemente de Alejandría.

Ireneo se interesa en concreto por el principal discípulo de Valentín –Ptolomeo, que vivó en Roma hacia el 160 y que escribió el primer comentario al Evangelio de Juan, y una famosa carta a una discípula, Flora, explicándoles sus doctrinas— reproduce lo siguiente, que parece seguir muy a la letra el pensamiento de este Ptolomeo:

La pasión que afectó al Duodécimo Eón (Sabiduría) viene significada alegóricamente por la apostasía de Judas, que era el duodécimo apóstol, y también porque el Salvador padeció en el mes duodécimo…: Adversus Haereses I 3,3 (traducción de J. Montserrat)


Más tarde, Ireneo dedica una breve sección a los gnósticos cainitas, que se llamaban así porque afirmaban que sus revelaciones venían en último término de Caín. En esta sección Ireneo de Lyon habla de lo que él llama “padres” o antecedentes de los valentinianos y trata de sectas especiales que se denominan barbelognósticos, cainitas, ofitas, naasenos y otras . A pesar de lo dicho por Ireneo sobre que estos cainitas forman parte de lo que se podría denominar “padres” de los valentinianos, hoy en día creemos más bien que los cainitas son cronológicamente “hermanos”, o mejor “primos” de estos valentinianos. Por tanto, los cainitas debieron florecer a mediados del siglo II d.C. o un poco antes.
Así pues, en Adversus Haereses I 31,1-2 dice Ireneo:

Alaban (los cainitas) a Esaú, Coré y a los sodomitas, proclamándose congéneres de personajes por el estilo. Estos personajes fueron atacados por el Creador, Yahvé, pero ninguno recibió daño alguno, pues Sabiduría arrebataba de ellos el elemento que le pertenecía, es decir, el espíritu, guardándolo consigo.


Sostienen (los cainitas) que Judas el traidor conocía con precisión estas cosas, siendo el único entre los apóstoles en poseer esta gnosis. Por esto obró el misterio de la traición, por el cual fueron disueltas las realidades terrenas y celestiales. Y aducen una falsificación (un escrito falsificado) al que le dan el título de "Evangelio de Judas”.


Por tanto, simplemente a partir de estos textos breves de Ireneo de Lyon, conocidos absolutamente por todos los estudiosos que se dedican de algún modo al cristianismo primitivo, ya sabíamos que había una secta cristiana gnóstica de los cainitas, que se oponían radicalmente al Antiguo Testamento y que lo interpretaban como les parecía bien, según una revelación propia. Conocíamos que ciertos personajes de este Antiguo Testamento, considerados malvados por la mayoría, eran buenos para esta secta. Sabíamos que Judas era más “conocedor/gnóstico” que los otros apóstoles; que su traición es un “misterio”, esta traición disuelve y destruye las realidades terrenas y (semi)celestiales, es decir, la obra del Demiurgo o Dios del Antiguo Testamento, Yahvé.

Seguiremos con este tema la próxima semana.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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