Independencia y lecturas. Breve bibliografía

Hoy escribe Fernando Bermejo

Esta semana vuelvo a permitirme una digresión en el tratamiento de la relación entre Jesús y Juan con el objeto de responder a la expectativa de algunos lectores, que en varias ocasiones han expresado su deseo de que los bloggers facilitemos bibliografía. Por lo demás, a nuestro post de la semana pasada uno de nuestros apreciados lectores comenta: “Saliendo del terreno exegético, pero permaneciendo en el cercano de la reflexión teológico-filosófica, la cosa es asombrosa: Casi ningún crítico de las posiciones cristianas desde el agnosticismo o la increencia cita jamás autores (teólogos o filósofos) cristianos; y no los citan porque evidentemente no los han leido”. Ignoro a qué críticos se refiere nuestro amigo, pero dado que aquí lo que nos interesa por el momento es la exégesis y la investigación histórico-crítica, a continuación ofrezco una selección bibliográfica de autores independientes en la que iré señalando si éstos han leído o no a los autores confesionales. Es mi intención dedicar más adelante una serie de posts a comentar diversas obras señeras, sean confesionales o no, en el estudio de los orígenes del cristianismo.

Por no remontarnos hasta el clásico “Von dem Zwecke Jesu und seiner Jünger” (Sobre el objetivo de Jesús y el de sus discípulos) de Hermann Samuel Reimarus, uno de los mayores eruditos de la Europa de su tiempo, que abandonó la fe cristiana por entenderla incompatible con los resultados de sus investigaciones racionalistas sobre Jesús –que él prácticamente inició–, comenzaré con David Friedrich Strauss. La obra de éste que aquí nos interesa es Das Leben Jesu kritisch bearbeitet (La vida de Jesús críticamente examinada), 2 vols. C.F. Osiander, Tübingen, 1835-1836 (reimpresión en la Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt, 1969). Esta revolucionaria obra –que Strauss escribió cuando había abandonado ya la fe– tiene en total unas 1400 páginas. Entiendo, por tanto, que no vaya a convertirse en el libro de cabecera de muchos de nuestros lectores, pero si alguno de ellos hace el esfuerzo de localizarla en alguna biblioteca bien surtida, podrá comprobar que Strauss estaba perfectamente al tanto de la literatura (confesional) de su tiempo, que cita abundantemente. Por cierto, el hecho de citar a los autores confesionales no le sirvió de mucho a Strauss, que pagó muy cara su audacia de investigar de manera independiente la figura del Jesús evangélico: tras la publicación de su obra, y gracias a las presiones de los estamentos eclesiásticos y teológicos, perdió su puesto de trabajo como profesor.

Alfred Loisy, padre de la corriente llamada “modernismo” y blanco principal del juramento antimodernista que todos los sacerdotes católicos tuvieron que pronunciar durante décadas, ocupó la cátedra de historia de las religiones en el Collège de France de 1909 a 1932. Loisy, que como casi todo hijo de vecino en Occidente comenzó su andadura vital como cristiano (católico), cometió el imperdonable error de aplicar los métodos histórico-críticos al estudio de las Sagradas Escrituras, y como a principios del s. XX la Iglesia Católica no había alcanzado, después de más de dieciocho siglos de existencia, el fantástico grado de libertad interna de que hoy sin duda goza, fue excomulgado en 1908 (dicho sea de paso, los libros de Loisy que hace algunos años tuve la ocasión de leer en una biblioteca de los jesuitas de Cataluña todavía llevan el letrero “Prohibitum” en sus solapas). Me permito recomendar la lectura de Jésus et la tradition évangelique, Paris, 1910 (reimpr. en edit. Minerva, Frankfurt, 1971), que es una reformulación de dos gruesos volúmenes dedicados a los evangelios Sinópticos. En tales obras podrá comprobar el lector si Loisy había o no leído a los autores confesionales.

Charles Guignebert ocupó la cátedra de historia del cristianismo en La Sorbonne a lo largo del primer tercio del s. XX. Guignebert manifestó con mucha claridad que la música de la religión no había logrado fascinarle (quizás por ello apenas pueden encontrarse autores confesionales que le citen, a pesar de la importancia de su obra). Me permito recomendar su amplio Jésus (Renaissance du Livre, Paris, 1933. El volumen de Guignebert, ciertamente, no es la clase de libros que se encuentran a veces en los expositores a la entrada de las iglesias más ilustradas, pero los interesados podrán encontrarla en alguna buena biblioteca, y si van a París, con un poco de la suerte que yo tuve, encontrarán en algún bouquiniste la edición de 1969, en la editorial Albin Michel).

S. G. F. Brandon fue un magnífico historiador de las religiones del cual, en castellano, que yo sepa, únicamente ha sido traducido su amplio Diccionario de las religiones. Brandon, que permaneció toda su vida ajeno a cualquier tipo de fe religiosa, se convirtió en una de las bestias negras de exegetas confesionales y teólogos al escribir su excelente libro Jesus and the Zealots. A Study of the Political Factor in Primitive Christianity, Manchester University Press, Manchester, 1967, cuya lectura no puedo sino recomendar a los lectores (también The Fall of Jerusalem and the Christian Church). Brandon era un verdadero erudito. La bibliografía de su libro sobre Jesús ocupa 16 páginas, y en ellas cita a gran cantidad de autores confesionales tanto protestantes como católicos (Bultmann, Conzelmann, Cullmann, Dalman, Dodd, Goguel, Grillmeier, Harnack, Manson, G. Ricciotti, E. Stauffer, Streeter, V. Taylor, y docenas y docenas más, aunque también cita a algunos independientes, y a judíos).

Aunque de lejano trasfondo metodista, Ed P(arish) Sanders –especialista en judaísmo helenístico y autor de libros capitales sobre Jesús y Pablo– es un autor francamente independiente, y uno de los estudiosos que más ha hecho, y de modo consciente, no sólo por aplicar sentido común al estudio del Jesús histórico sino también por liberar a la exégesis y la historia del cristianismo primitivo del control de los apriorismos teológicos (entre otras cosas, denunciando de manera inapelable el antijudaísmo explícito o implícito de la exégesis confesional). Sus obras sobre Jesús (que, como vimos en nuestro anterior post, algunos no parecen poder digerir bien) merecen atenta lectura, en particular Jesus and Judaism, SCM Press, London, 1985 (trad. castellana en Trotta, Madrid, 2004?). Una presentación más breve se halla en The historical figure of Jesus, Penguin, London, 1993 (La figura histórica de Jesús, Verbo Divino, Estella, 2000). La bibliografía del primer libro de Sanders ocupa en la edición inglesa 14 páginas, y en ellas el lector encontrará a todos los autores confesionales que guste, desde Aulén hasta Zahrnt.

Pero por si estos autores como los citados resultan lejanos en el tiempo o en el espacio, o por si los lectores no tienen tiempo de rebuscar en polvorientos anaqueles de bibliotecas o para ir de turismo intelectual a Hamburgo, Oxford o París (los libros que señalo no acostumbran a encontrarse en Amazon) quedémonos en España, que es también grande y hermosa.

Josep Montserrat, catedrático emérito de Filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona, es un especialista reconocido en los orígenes cristianos, cuyo abandono de la fe en la que creció ha expresado de manera pública y notoria. Montserrat es autor, entre otros libros como El desafío cristiano. Las razones del perseguidor, de una obra relevante como La sinagoga cristiana. El gran conflicto religioso del siglo I, Muchnik Editores, Barcelona, 1989, que ha sido reeditada con algunas correcciones y añadidos recientemente (Trotta, Madrid, 2005). La publicación de un libro suyo sobre Jesús verá la luz en breve. Pues bien, aunque el profesor catalán no es muy proclive a multiplicar referencias y bibliografía secundaria, en la amplia bibliografía final de La sinagoga cristiana cita numerosas obras confesionales que ha leído, tanto católicas como protestantes, y no sólo extranjeras sino también las de varios biblistas (católicos) españoles.

Gonzalo Puente Ojea, diplomático embajador de España, polemista y escritor, ateo confeso. Al margen de su faceta de polemista y de analista, lo que me interesa aquí son sus importantes contribuciones al análisis de la figura de Jesús y de los orígenes del cristianismo, que comenzaron en una fecha tan temprana como 1974, cuando en lo que respecta a investigaciones liberadas de anteojeras confesionales y hagiográficas España era poco más que un simple erial: Ideología e historia. La formación del cristianismo como fenómeno ideológico, Siglo XXI, Madrid, 1974; El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la historia, Siglo XXI, Madrid,1992; El mito de Cristo, Siglo XXI, Madrid, 2000. Estas obras se centran en cuestiones capitales, son estrictamente argumentativas y exponen los resultados con una claridad envidiable y -al igual que Brandon-, llama la atención sobre esos pasajes de los evangelios sobre los cuales los exegetas confesionales siempre pasan -cuando pasan- demasiado deprisa. Basta con echar un vistazo a las más de 80 páginas de notas de Ideología e Historia para comprobar la cantidad de autores confesionales (empezando por Bultmann y sus discípulos) a los que Puente Ojea ha cuidadosamente leído y citado.

Antonio Piñero tampoco necesita presentación. Ha declarado públicamente –también en este blog– su independencia con respecto a toda creencia religiosa y su racionalismo. Entre sus muchas y relevantes publicaciones merecen citarse su edición de los volúmenes colectivos Orígenes del cristianismo. Antecedentes y primeros pasos, El Almendro, Madrid, 1991 así como Fuentes del cristianismo. Tradiciones primitivas sobre Jesús, El Almendro, Madrid, 1993, frutos ambos de sendos cursos de verano de la Universidad Complutense de Madrid (acaso los primeros libros en España –pero ¿hay alguno más? – sobre los orígenes cristianos en los que participan autores de las más dispares tendencias: católicos, protestantes, judíos, ateos...). Su Guía para entender el nuevo testamento (Trotta, Madrid, 2006 y 2007), en la que hay una lúcida exposición sobre Jesús, va ya por su segunda edición. Si alguien pretende que Piñero no conoce o no cita a los autores confesionales (a algunos de los cuales –como v. gr. al exegeta católico Raymond Brown– ha traducido al castellano), que venga Dios y lo vea.

Hay otros autores independientes y muy bien informados, extranjeros y españoles, que podríamos haber citado, pero no queremos ni cansarnos ni aburrir a los lectores, que bastante nos aguantan. Podríamos haber citado a varios estudiosos judíos liberales, como Paul Winter o Geza Vermes (a J. Klausner nos hemos referido ya hace algunas semanas a la respuesta al comentario de un lector), que han estudiado la figura de Jesús con la ventaja que les proporciona el conocimiento que tienen de la tradición y la sensibilidad judías, y que están –o estaban: Winter falleció hace tiempo– perfectamente al tanto de la investigación confesional cristiana sobre el personaje. Lo haré en otra ocasión.

Por supuesto, no es mi intención negar el hecho evidente de que hay personas que critican lo que no conocen lo bastante y que no leen lo suficiente. Bocazas, incompetentes, engañabobos y cínicos los hay en todas partes, entre los simples y los doctores universitarios, entre los homosexuales y los heterosexuales, entre los blancos y los negros, entre los ricos y los pobres. Así pues, los hay también en el seno de las religiones y de la teología, y los hay también fuera de ellas. Pero, en términos generales, los investigadores independientes conocen muy bien la bibliografía de los autores confesionales cuyas ideas e interpretaciones no comparten.

Lo anterior se refiere a si los autores independientes conocen o no y citan o no a los de obediencia confesional. Respecto a lo contrario, esto es, a si los autores confesionales citan o no –y cómo- a los exegetas independientes, es un tema que daría para varios posts, pues la historia de las persecuciones (no raramente, a muerte), calumnias, tergiversaciones y ninguneos que los poderes eclesiásticos y sus teólogos han deparado a los pensadores independientes es ya multisecular. Por el momento, baste citar al respecto las palabras iniciales del prólogo a la segunda edición de La sinagoga cristiana de J. Montserrat:

“La primera edición de este libro tuvo una benévola acogida por parte del público al que iba dirigido. Respecto al otro público, aquel al que el libro no iba dirigido, el de los especialistas de obediencia confesional, ignoro con qué talante recibieron estas páginas. Unos, muy pocos, tuvieron la honestidad de reseñarlas en sus publicaciones [...] Otros, la mayoría, las ignoraron por completo, como ya habían hecho y siguen haciendo con los estudiosos hispanos que se ocupan del cristianismo antiguo desde una posición científica y laica. Puesto que la combustión de herejes ha caído en desuso, el neotorquemadismo ha excogitado esta nueva forma de represión, mucho más eficaz que los burdos procedimientos de los antiguos inquisidores: el silencio”.

Claro que algunos lectores preferirán pensar que Montserrat exagera...


Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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