La Biblia en los Hechos Apócrifos de Tomás (I)



Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Hemos visto en días pasados cómo los HchAp son testigos de la tradición cristiana y de las prácticas habituales en el momento histórico en que surgen. Un aspecto importante en los hábitos de la comunidad de los fieles es el uso espontáneo de la Sagrada Escritura, considerada como autoridad doctrinal y punto obligado de referencia. Una lectura cursiva de los HchAp delata la presencia de la Biblia en forma de acontecimientos, personajes, alusiones, términos y conceptos. Pero llaman, y muy poderosamente, la atención las numerosas citas textuales, introducidas muchas veces con las consabidas fórmulas gégraptai (está escrito) o éiretai (se ha dicho). Y es interesante notar que las únicas citas textuales recogidas en estas obras son precisamente de la Biblia.

Ésta es la razón por la que levantamos nuestra voz frente a la teoría de la Prof. Rosa Söder, para quien los HchAp se derivaban de la novelística griega. Su obra Die apokryphen Apostelgeschichten und die romanhafte Literatur der Antike (Los Hechos Apócrifos de los Apóstoles y la literatura novelística de la antigüedad), Stuttgart 1932, se convirtió en doctrina oficialmente profesada por la mayoría de los investigadores de los Hechos Apócrifos. Nosotros no negamos el influjo que la Segunda Sofística, pujante en la época, pudo ejercer en las modas literarias de los autores de estas obras. Influjo perceptible con más o menos permeabilidad en todos ellos. Es la nimia uerbositas (excesiva verbosidad) que Gregorio de Tours censuraba en los HchAnd.

Pero el espíritu que se respira en los HchAp es de origen bíblico. Muchos personajes, sucesos, estilo, terminología dan a los relatos un claro colorido que recuerda más a la Biblia que a las novelas griegas. Los autores recurren a la Sagrada Escritura como a una fuente inagotable de ejemplos y doctrinas. Y ello con un reconocimiento expreso de su autoridad. La Biblia griega de los LXX había marcado un estilo y una forma de expresión terminológica. El Nuevo Testamento, como han demostrado estudiosos tan autorizados como E. E. Ellis (Paul’s Use of the OT), o R. H. Gundry (The Use of the Old Testament…), había adoptado los modos literarios de la versión griega del Antiguo. Los HchAp son herederos de sus formas.

Como era de esperar, el Nuevo Testamento está representado con una presencia más sensible y abundante. Por lo que a los HchTom se refiere, las citas textuales alcanzan la cifra de veintisiete. El autor preferido es, con notable diferencia, Mateo, a veces en textos exclusivos de este evangelista. Pero sigue siéndolo en textos comunes a los tres Sinópticos. Es un dato interesante a la hora de establecer las preferencias de las comunidades cristianas del siglo III.

Ya constatamos el uso de la fórmula trinitaria en la administración del bautismo según los relatos de los HchTom. También mencionamos la expresión con que Tomás rectificó su incredulidad ante el resucitado: “Señor mío y Dios mío”, recogida en tres pasajes distintos de sus Hechos. Igualmente, y en el contexto de una de sus plegarias postreras, se incluye la oración del Padrenuestro, en la que se suprime sorprendentemente la petición del “pan de cada día”. De todos modos, el texto de los HchTom en el Padrenuestro es más fiel a Mateo que el de la Didaché VIII 2. La oración y su contexto proceden de la fuente Q, común a Mt y Lc y ausente de Mc.

Una cita importante en los HchTom es la relación de los Apóstoles, tomada también de Mt (10, 2-4). Los nueve primeros apóstoles del total de los once aparecen en los HchTom con el mismo orden que en Mt. Tanto el evangelista como el Apócrifo emplean el sistema de binas o parejas. Coincide también el texto de los HchTom con el de Mt en la aposición de telónes (publicano) tras Mateo y en el calificativo de Kananaîos aplicado a Simón donde las versiones de Lc y de Hch ponen Zelótes.

En el contexto de una larga exhortación introduce Tomás dos referencias sobre la Providencia. La primera recoge literalmente una recomendación de Jesús tomada del Sermón de la Montaña que empieza con las Bienaventuranzas. Es un texto exclusivo de Mt que Tomás reproduce sin cambios: “No os preocupéis por el día de mañana, pues el mañana se preocupará de sí mismo”. Con razón dice Tomás que se trata de un “dicho” (lekhthén) del Salvador. Y sin solución de la continuidad añade el Apócrifo una palabra (lógos) que ya ha sido dicha: “Fijaos en los cuervos y contemplad las aves del cielo, que ni siembran, ni siegan ni recogen el grano en sus graneros, y Dios las provee. ¡Cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!” (HchTom 28, 3). El texto citado, procedente de la fuente Q (Mt 6, 26.30; Lc 12, 24), conserva elementos de Lc (la mención de los cuervos) aunque con un verbo distinto. Pero en general el Apócrifo sigue con más fidelidad la versión de Mt. Si bien cambia el tréphei (alimenta) de Mt y Lc por un sorprendente oikonomeî (provee, administra).

Una de las ideas maestras de los HchTom es la exhortación al desprendimiento de los bienes terrenos con la advertencia sobre el peligro de las riquezas. Hablando el apóstol Tomás sobre el tema, deja caer a modo de aforismo y como recapitulación de su enseñanza la palabra de Jesús en la escena del joven rico: “Difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos” (Mt 19, 23). La frase es exclusiva de Mt, aunque en el mismo contexto los tres sinópticos recogen la alusión al camello y el ojo de la aguja. Solamente debemos notar que Mc y Lc hablan del reino de Dios cuando Mt repite obviamente la mención del “reino de los cielos”.

En la misma exhortación sobre el peligro de las riquezas, repite Tomás una larga recomendación tomada del mismo Sermón de la Montaña: “No os preocupéis por vuestra vida (psykhé) sobre qué comeréis o qué beberéis, ni por vuestro cuerpo con qué os vestiréis, porque el alma es más importante que el alimento y el cuerpo que el vestido” (HchTom 36, 3; Mt 6, 25; Lc 12, 22). El logion es también de la fuente Q. Ambos evangelios usan el presente de significado habitual (merimnâte) frente al aoristo del Apócrifo (merimnésete). El resto es coincidente en los tres textos, con la particularidad de que la frase final va introducida por partículas causales en el Apócrifo (hóti) y en Lucas (gár), mientras que Mateo convierte la frase en una interrogación con supuesta respuesta afirmativa.

Frente a lo perecedero y peligroso de los bienes terrenos, pondera Tomás las excelencias de lo que “el ojo no vio, ni el oído escuchó ni subió al corazón de los hombres pecadores lo que Dios ha preparado para los que le aman” (HchTom 36, 3). El Apócrifo reproduce el texto de Pablo en 1 Cor 2, 9, prácticamente idéntico, aunque con el añadido de hamartolôn (pecadores) después de “hombres”. Como otras referencias bíblicas, también ésta tiene cierto carácter de aforismo en el que no falta el toque rítmico. Esta característica es un apoyo válido para quien cita de memoria, como es el caso del Apócrifo. La expresión tiene ecos de Isaías 64, 3 (LXX), pero era conocida de los HchPe 39, 3 y del evangelio gnóstico de Tomás. Según este evangelio en su logion 17, se trata de una frase atribuida a Jesús: “Dijo Jesús: Os daré lo que ojo no ha visto y lo que oído no ha escuchado y lo que mano no ha tocado ni ha subido al corazón del hombre”. En el EvTom se añade “lo que mano no ha tocado”, siempre con el ritmo del logion.

Una sensación que transmiten los textos del Nuevo Testamento es que algo está cambiando. Con frecuencia se marca el contraste entre el antes y el ahora. Pablo concreta este sentimiento hablando del “hombre viejo”, vestido que el cristiano debe desechar para revestirse del “hombre nuevo”. Esta sensación aflora en las páginas de las cartas a los romanos (6, 6), a los efesios (4, 22) y a los colosenses (3, 9s). El texto de los HchTom proclama que como fruto de la paz, que libra de las antiguas prácticas, los cristianos “han de desvestirse del hombre viejo con sus acciones y vestirse del nuevo, que yo ahora les anuncio” (HchTom 48, 3). La cita del Apócrifo está tomada de la carta a los colosenses y tiene forma de recomendación. Y ello dentro del estilo de paralelismo antitético tan querido de los hebreos: Hombre viejo/ hombre nuevo, desvestirse/ vestirse. Ese hombre nuevo que sin cesar se renueva continuamente según Col 3, 10, es el que Tomás preconiza ahora para los nuevos cristianos.

Saludos cordiales de Gonzalo del Cerro
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