La Biblia en los Hechos Apócrifos de Tomás (y II)



Escribe Gonzalo del Cerro

En el contexto de la resurrección de la muchacha, que había sido asesinada por su enamorado, Tomás pronuncia una larga plegaria sobre la eficacia de la oración. Ruega por la difunta y fundamenta su petición en la doctrina expresa de Jesús. Como quien dice: Al pedirte, Señor, la resurrección de esta joven, no hago otra cosa que recurrir a tu solemne promesa: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá” (Mt 7, 7; Lc 11, 9). El texto del Apócrifo sigue con literal exactitud el de los dos evangelistas que lo recogen. La fórmula rítmica de la frase recuerda otras citas, en las que la concisión y el ritmo favorecen la memorización de un texto bíblico. El pasaje citado por Tomás pertenece a la fuente Q, que contiene básicamente dichos de Jesús. El evangelio copto de Tomás, de mentalidad gnóstica, se hace eco de estas palabras en sus logia 92 y 94. En ambos casos habla Jesús para decir: “Buscad y encontraréis” (92) y “El que busca encontrará, y al que llama se le abrirá” (94). Ramón Trevijano, en su introducción a este evangelio en la edición de Trotta, recuerda la opinión de los autores en el sentido de que varios de esos logia son material de la fuente Q y poseen incluso un carácter más antiguo y menos desarrollado.

Tomás suele acompañar sus milagros con discursos de circunstancias. Así hace en los prolegómenos de la curación de la mujer y la hija del general Sifor. A su recuerdo acude el pasaje del Eclesiastés en el que se afirma que “hay tiempo para todo (Ecl 3, 1…, momento para amar y momento para odiar” (3, 8). El libro bíblico distingue el “tiempo” (khrónos, zemán) de la “ocasión” o “momento” (kairós). El Apócrifo usa kairós en ambos casos y se aparta tanto del hebreo como del griego. Pero debemos tener en cuenta que el término kairós ha ido evolucionando semánticamente hasta significar “tiempo” en el griego moderno. La secuencia del texto en el Apócrifo afirma: “Todo tiene su momento: en un momento se ama y en otro momento se odia” (HchTom 66, 4). Pero es incuestionable que el pasaje del Eclesiastés viene al recuerdo y a la pluma del autor más por el contenido que por la forma.

Antes de la curación de las mujeres poseídas por el demonio, tomó la palabra uno de los onagros, que ayudaban a Tomás, para advertir de los peligros que se cernían sobre la comunidad cristiana. Pues vendrán falsos apóstoles e inicuos profetas que sembrarán la impiedad y el desconcierto. Jesús pronunció la misma advertencia en el primero de los grandes discursos estructurales del evangelio de Mateo. Así lo recoge el Apócrifo: “Vestidos con vestiduras de oveja (próbata), son por dentro lobos rapaces” (HchTom 79, 3). Mateo dice en un texto exclusivo suyo que los falsos profetas “vienen a vosotros con vestiduras de oveja, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt 7, 15). El Apócrifo se mantiene, pues, muy cerca de la literalidad del evangelio.

Cuando Tomás se encuentra por vez primera con Migdonia, esposa de un ministro del rey y una de las mujeres más importantes de todos los HchAp, reprende su actitud prepotente. Advierte, además, que podía suceder en su caso lo que los Profetas censuraban en aquellos que “tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen” (Ez 12, 24). El dicho suena también a reproche en boca de Jeremías: “Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen” (Jer 5, 21). Jesús emplea esta expresión profética al hablar de la levadura o fermento de los fariseos. Marcos, al citar el logion, usa la segunda persona del plural referida a sus discípulos y en una interrogación con matiz de urgencia: “¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís?” (Mc 8, 18). El Apócrifo sigue en este caso (HchTom 82, 2) literalmente la fórmula del evangelista.

Sin solución de continuidad Tomás añade que Jesús se dirigía a las multitudes diciendo: “El que tenga oídos para oír que oiga” (HchTom 82, 2). Es un dicho atribuido a Jesús por los tres Sinópticos. Los pasajes de Lucas usan la misma forma recogida en el Apócrifo (Lc 8, 8; 14, 35). Mateo tiene también la forma testificada en los HchTom, pero su textus receptus suprime el infinitivo akoúein (para oír), que recogen, sin embargo, muchos manuscritos. Marcos se sirve de expresiones distintas, aunque equivalentes: “el que tiene oídos para oír que oiga” (4, 9); “si alguien tiene oídos para oír que oiga” (4, 23). El Apocalipsis repite siete veces una variante del logion: “El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2, 7. 11. 17. 29; 3, 6. 13. 22). También aparece en varios pasajes del Evangelio de Tomás, dos veces con el texto exacto citado en el Apócrifo: “El que tenga oídos para oír que oiga” (EvTom 21 y 24). Otras veces suprime el infinitivo “para oír” (63. 65. 96). La frase tiene todos los predicamentos para ser considerada como histórica en boca de Jesús. El criterio del “testimonio múltiple”, tan apreciado por H. K. McArthur y J. D. Crossan, me parece perfectamente aplicable a este caso.

En el mismo encuentro con Migdonia, menciona también Tomás lo que Jesús decía a las multitudes: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré” (HchTom 82, 2). El Apócrifo recoge el texto exacto del evangelio de Mateo, que tiene esta frase en exclusiva. Una frase con el ritmo propio de los logia paradigmáticos usados por Jesús. Su carácter, concisión y contundencia es suficiente razón para que el autor de los HchTom lo reproduzca en su estricta literalidad.

Una larga exhortación de Tomás abunda en recomendaciones de virtudes cristianas, como la continencia, la humildad, la templanza y la mansedumbre. En este contexto recuerda la actitud de Pedro, que quiso tomarse la justicia por su mano con ocasión del prendimiento de Jesús. Como prueba, la oreja de uno de los criados del pontífice yacía en el suelo. La fogosidad del airado apóstol mereció una seria reprimenda: “Vuelve la espada a su sitio, le dijo Jesús, pues todos los que toman espada a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, que pondrá enseguida a mi disposición más de doce legiones de ángeles?” (Mt 26, 52s). El autor del Apócrifo recoge la cita con una cierta libertad, aunque conserva los elementos esenciales del texto evangélico. El primer párrafo lo gemina en dos partes paralelas introducidas por sendos imperativos: “Vuelve (apóstrepson, término común a HchTom y a Mt) la espada hacia atrás y recógela (apokatásteson) en su vaina”. La segunda parte va presentada con una condicional, que lleva directamente a la interrogación sobre las legiones: “Pues si yo quisiera hacer eso, ¿acaso no podría conseguir de parte de mi Padre más de doce legiones de ángeles?”

Este texto del Apócrifo demuestra que el autor cita de memoria su referencia, en la que no falta ningún elemento útil y conveniente para demostrar su tesis con la autoridad de la Sagrada Escritura. La orden de “volver la espada a su vaina”, y la seguridad de “poder (dýnamai) conseguir (parastêsai) de parte del Padre más de doce legiones de ángeles” son argumentos suficientes que demuestran que el Apócrifo se está refiriendo en su intención y en su realización a la escena de Getsemaní. Y todo con la confesión expresa de que se trata de palabras dichas por Jesús a su apóstol Pedro. Para el autor del Apócrifo es la mayor garantía de verdad.

Saludos de Gonzalo del Cerro
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