Las ideas básicas de la gnosis (II )

Continuamos ahora (el último post sobre el tema lo escribí el 06/07/07) con las ideas básicas de la gnosis, absolutmente necesarias para entender el Evangelio de Judas. Quizá sea conveniente releer por un momento el psot anterior de modo que el lazo de unión quede más claro.

La caída dentro del Pleroma

Como hemos dicho ya, la especulación gnóstica sobre los primeros principios divinos está ligada de algún modo a la constatación de cierto tipo de “deficiencia” o “fallo”, un proceso de “degradación” o “escisión” que tiene lugar dentro del mismo Pleroma. Esta “deficiencia” en el ámbito de lo divino servirá para explicar a la postre el nacimiento del cosmos y el origen del mal.

En general el esquema mítico de este “lapso” que se repite en casi todos los sistemas gnósticos comporta los rasgos siguientes:

En la vida del Pleroma hay un eón normalmente llamado Sabiduría (= quinto estrato), que pretende llegar antes de tiempo al conocimiento pleno del Uno (momento segundo de su formación). Es éste un deseo que, ordenado de acuerdo con la voluntad del Dios Uno Trascendente sería recto; pero formulado antes de su justo momento, deja de ser correcto para convertirse en una pasión.

Pero no podemos dejar de considerar que esta pasión, este deseo prematuro por el conocimiento pleno del Uno, aunque imperfecto, es divino; afecta a una entidad divina, por lo que no puede quedar inefectivo. Tal pasión provoca la caída, o “pecado”, del eón que deseó conocer al Trascendente antes de tiempo. Por efecto de su pasión, esa entidad divina caída quedará situada momentáneamente fuera del Pleroma.

Este misterioso lapso tiene una doble dimensión conceptual: teológica y cosmológica:

Teológicamente representa el pecado por excelencia, el nacimiento de algún modo de la deficiencia, del Mal, el paradigma de todo pecado, que exigirá la necesidad de un salvador. Con ello se inicia dentro del Pleroma un proceso de salvación —que más tarde se repetirá en este mundo, fuera del ámbito de lo divino-, en realidad querido, o permitido, por el Trascendente.

Cosmológicamente, ese “pecado” del eón lapso (Sabiduría/Logos o cualquier otro), significará el principio de la materia, del universo todo y es también el origen del mal visible y perceptible, que radica en último término en la materia. Lo veremos en seguida.

En principio parecerá increíble al lector que un ente divino pueda “pecar”, pero los gnósticos lo creen así. Y con cierta razón, pues –como dijimos— sin una suerte de “pecado” o “lapso” de alguien que forme parte de la divinidad es imposible que el universo material surja de Dios, ya que éste es totalmente espiritual y lo más alejado de la materia que se pueda pensar. El “lapso” de Sabiduría hará, pues, de puente entre lo puramente espiritual y lo que luego será el universo material.

Aclaremos un poco más este proceso de caída del eón Sabiduría y sus consecuencias según los sistemas setianos:

La caída de Sabiduría se explica por un doble motivo: obrar sin el querer del Padre, o bien obrar sin la conjunción con su consorte, cuyo nombre en general no es mencionado.

El producto de esta caída es una obra imperfecta. Por un lado, de la pasión de este eón surgirá una especie de sustancia informe y espesa, que se denomina la “materia inteligible”. Esta sustancia queda de momento inactiva, pero de ella irá brotando escalonadamente todo el universo material una vez que sea creada una entidad, también intermedia entre la divinidad-Sabiduría y el universo, que pueda manipularla, el Demiurgo.

Por otro lado, la Sabiduría crea precisamente a ese ser divino que pueda operar y “sacar” algo en limpio de esa materia inteligible. Crea entonces al Demiurgo o “Arconte”.

Una vez producido el Arconte o Demiurgo, Sabiduría queda sumida en un estado de tristeza, olvido e ignorancia y entra en movimiento. Este estado es denominado generalmente “deficiencia”, y la Sabiduría se denomina “Inferior”.

Pero al punto, Sabiduría experimenta arrepentimiento de su “pecado”, por todo lo que ha hecho, es decir, por haber operado algo sin el pleno consentimiento del Dios Trascendente, por haber creado la materia inteligible y por haber creado también al Demiurgo. Para que el Pleroma de todos los eones no quede incompleto, para que la Totalidad divina no sufra conmoción alguna por estos acontecimientos, el Trascendente, por medio de otro eón llamado Salvador, rescata al eón caído, pecador o “lapso” y lo hace retornar al Pleroma. El modo de salvar a la Sabiduría es unirla con su consorte (recordemos que en el mundo de los gnósticos todo debe actuar por parejas). Este consorte, el eón Salvador, rectifica la “deficiencia” de Sabiduría y la hace retornar en último término a la Plenitud.

Pero la Sabiduría redimida no regresa inmediatamente al Pleroma, sino que permanece en un lugar intermedio entre el mundo divino y el mundo corporal, para seguir actuando. Por ejemplo controlará la creación del hombre y engañará al Demiurgo haciendo que sobre éste “sople” su espíritu –recibido de su “madre” Sabiduría— sobre el ser humano. Gracias a este ardid, el ser humano tendrá espíritu, podrá ser espiritual, pero el Demiurgo no: lo ha perdido. Finalmente, Sabiduría retorna al Pleroma junto con los otros eones. Una vez retornada a la Plenitud se la llama “Sabiduría superior”.

El proceso de creación del universo

Hemos indicado antes en que la materia informe creada por Sabiduría es sólo una materia “inteligible”; no es la materia sensible que nosotros percibimos, sino una materia primigenia y, por decirlo así, incorporal, puramente inteligible. El mundo visible es creado por Sabiduría sólo indirectamente, gracias al Demiurgo. Y debe ser así porque un eón de la divinidad no puede “mancharse” directamente con la materia. El gnóstico procura salvar siempre la trascendencia divina.

El personaje del Demiurgo está tomado por la gnosis directamente del Timeo de Platón, y aparece descrito de diversas maneras. En todos los sistemas gnósticos es “hijo” de Sabiduría y por tanto ha de ser una especie de ser divino, un dios inferior. Pero como está fuera del Pleroma es ignorante de que por encima de él se halla el verdadero y trascendente Dios. Se cree Dios único, pero no lo es. El ser nacido de Sabiduría tiene dentro de sí una “chispa” o centella divina que procede de la sustancia de su madre.

En unos grupos gnósticos el Demiurgo es un ser malo y perverso; en otros, simplemente orgulloso y necio. En todos los grupos este Demiurgo es Yahvé, el Dios del Antiguo Testamento, a quien los judíos creen equivocadamente Dios supremo por haber creado el universo.

Pues bien, casi por una fuerza necesaria que le viene de su madre Sabiduría, y a partir de la sustancia creada por su progenitora, la que hemos llamado “materia inteligible”, el Demiurgo creará el universo y al final al primer hombre. Enseguida veremos cómo lo hace.

Insistamos en que la función del Demiurgo en el gnosticismo es hacer de eslabón, en la escala descendente de los seres, entre la materia inteligible, producida por Sabiduría, y la materia corporal y sensible. De este modo Dios no interviene directamente en la creación del universo, sino que lo hace por medio de Sabiduría y ésta a través del Demiurgo. La trascendencia de Dios queda así resaltada y preservada del contacto con la materia.

Para crear el universo el Demiurgo toma como “modelos” las formas incorporales de las cosas que existen previamente en la mente de su madre Sabiduría, las aplica a la materia inteligible, y va formando el cosmos. Volvemos a encontrar aquí la teoría platónica de las Ideas existentes en un mundo superior, divino, que sirven de modelo para la creación de las cosas del ámbito inferior, material. El Demiurgo actúa observando, como en un espejo, las ideas celestiales que existen de todas las cosas en su madre, que es divina.

En este momento -con el acto de la creación, incluida la del hombre - tenemos en juego la existencia de tres sustancias que luego desempeñarán un papel muy importante en la “soteriología” o doctrina de la salvación de la gnosis y cuyo reflejo es claro tanto en el Nuevo Testamento, sobre todo en Pablo, como en los gnósticos posteriores como los “cainitas” y en concreto en nuestro Evangelio de Judas:

Existe la sustancia espiritual, “pneumática” o divina . Ésta se halla propiamente sólo dentro del Pleroma y por tanto en Sabiduría, y fuera del Pleroma -posteriormente- en el “espíritu” o parte superior del ser humano.

En segundo lugar tenemos la sustancia “psíquica”; ésta es la engendrada propiamente por el Demiurgo. La sustancia “psíquica” es propia de algunos ámbitos de la materia, por ejemplo el principio vital, o alma del hombre.

En tercer lugar tenemos la sustancia puramente “material”, representada por la materia toda del cosmos, los animales y el cuerpo del hombre, creados todos por el Demiurgo a partir también de la materia inteligible, producto de Sabiduría, pero en un estado inferior.

Espero que este post sea un poco más fácil que el anterior.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Volver arriba