“Afirmación de la existencia histórica de Jesús. Valoración de los testimonios externos antiguos, no cristianos”.Curso de El Escorial (VII)

Ponente: Prof. Dr. D. Jesús Peláez. Universidad de Córdoba.

Para completar la tesis de la ponencia anterior –la prueba casi irrefutable de la existencia histórica de Jesús por medio del análisis de los escritos cristianos-, la siguiente ponencia se concentró en el estudio y valoración de los posibles testigos no cristianos de la existencia de Jesús: los testimonios de Flavio Josefo, del Talmud; del filósofo estoico Mara bar Serapión, Tácito, Plinio el Joven, Suetonio, Luciano de Samosata.

Comenzó afirmando el Prof. Peláez que no es pertinente “hacerse ilusiones. No es mucho lo que podemos encontrar, pero, tal vez, lo suficiente como para probar la historicidad del personaje frente a aquellos que lo consideran un mito, hecho realidad, carente de existencia histórica”.

I En primer lugar abordó el estudio de los testimonios judíos:

A. Flavio Josefo (37–101 d.C)

1. El denominado “Testimonio Flaviano”: Antigüedades judías (18,63-64)

El texto de la primera, que llamaremos de ahora en adelante Testimonium Flavianum (en abreviatura TestFlav), se nos ha transmitido en distintas versiones: en griego, latín, árabe y eslavo antiguo. De ellas la más cercana al original es la griega. Dice así:

Por esta época vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de los hombres que acogen la verdad con placer y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Él era el Cristo. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de quererlo. Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él. Y hasta el día de hoy existe la estirpe de los cristianos, que se denomina así en referencia a él.


De este texto tenemos una versión árabe, la que Agapio, obispo árabe del siglo X, cita en su Historia universal cristiana. Su traducción al castellano es como sigue:

En este tiempo existió un hombre sabio de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los que se habían convertido en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; según esto, fue quizá el Mesías del que los profetas habían contado maravillas.


En este texto no se encuentran algunas frases de la versión griega que, como veremos, los comentaristas consideran procedentes de una mano cristiana.

Una texto ampliado del TestFlav se nos ha transmitido en la versión eslava de la Guerra judía, traducción realizada en el siglo XI que contiene algunos pasajes que no figuran en el texto griego. Esta versión suele denominarse técnicamente Testimonium slavianum y se encuentra en manuscritos rusos y rumanos. El texto no aparece en las Antigüedades –como en el griego-, sino en la Guerra 2, 174 y 175 y es una versión muy desarrollada del TestFlav.

Dice así:

Entonces apareció un hombre, si es pertinente llamarlo así. Tanto su naturaleza como su forma eran humanas, pero su apariencia fue más que humana. Sus obras ciertamente eran divinas y realizó grandes y asombrosos prodigios. Por eso no puedo llamarlo hombre. Pero viendo su realidad física, tampoco (lo) llamaré ángel. Y todo lo que realizaba (lo) hacía por una fuerza invisible, mediante la palabra y el mandato. Unos decían de él que nuestro primer legislador había resucitado de la muerte Y obró muchas curaciones y prodigios. Otros creían que era un enviado de Dios. Se opuso en muchos puntos a la ley y no observaba el sábado según la costumbre de los antepasados; pero tampoco hacía nada vituperable ni delictivo, y lo realizó todo mediante la palabra. Muchos del pueblo lo siguieron y observaron sus enseñanzas, y muchas almas titubeantes llegaron a creer que las tribus judías se libraría así del yugo romano. Aquel hombre acostumbraba a detenerse delante de la ciudad, en el monte de los Olivos. También allí efectuó curaciones y se le reunieron ciento cincuenta discípulos y una multitud de gente. Viendo su poder, y que obraba con la palabra cuanto quería, le ordenaron que entrara en la ciudad, abatiera a los guerreros romanos y a Pilato y reinara sobre ellos. Pero él rehusó (lectura variante: él nos despreció). Y después, cuando fueron informados los dirigentes judíos, éstos se reunieron con el sumo sacerdote y dijeron: “somos impotentes y débiles para resistir a los romanos. Y como el arco está tenso, vamos a comunicar a Pilato lo que hemos oído y quedaremos tranquilos, no sea que, si se entera por otros, nos despoje de los bienes y ordene degollarnos y dispersar a los niños”. Fueron y lo comunicaron a Pilato. Éste envió tropas, hizo liquidar a muchos del pueblo y mandó llamar a aquel taumaturgo. Y cuando interrogó a los suyos, vio que él era un benefactor y no un malhechor, ni agitador ni aspirante al reinado, y lo dejó suelto. Y es que había curado a su esposa moribunda. Él marchó a su lugar habitual y realizó las obras de costumbre. Entonces se reunió de nuevo más pueblo a su alrededor, porque con sus actos brillaba más que todos. Los letrados se consumían de envidia y dieron treinta talentos a Pilato para que le quitara la vida. Después de ser arrestado encomendó a los suyos la realización de los proyectos. Y los letrados, apoderándose de él, lo crucificaron contraviniendo la ley de los antepasados.


El Prof. Peláez examinó brevemente este texto afirmando que era evidente su contenido parafrástico, de ampliación imaginativa, por lo que es considerada por todos una versión secundaria. Por ello prefirió ceñirse al “original” griego por ser más breve, cuyo texto hemos transcrito más arriba.

Tres hipótesis teórica barajan los comentaristas en el estudio de este texto:

1. Autenticidad total de él.
2. Interpolación total cristiana.
3. Autenticidad básica, pero con ciertos retoques interpolados.

El Prof. Peláez rechazó la primera por los añadidos evidentemente cristianos. Tampoco admitió la segunda porque el texto en su conjunto es muy del estilo de Josefo y porque encaja bastante bien con su tesis de presentar a sus lectores las consecuencias de la peripecia vital de diversos personajes mesiánicos que condujeron a la revolución contra Roma del 66-77 d.C. Por tanto se inclinó -con una buena parte de los intérpretes hoy- por la tercera.

Los elementos rechazados, como claramente cristianos, son los siguientes:

• “Vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre”.
• “Era el Cristo”.
• “Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él”.

Si eliminamos estas frases el texto quedaría así:

Por esta época vivió Jesús, un hombre sabio Fue autor de obras sorprendentes y maestro de los hombres que acogen la verdad con placer y atrajo no sola mente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de quererlo. Y hasta el día de hoy existe la estirpe de los cristianos, que se denomina así en referencia a él.


El texto, así reconstruido, sin algunas de estas frases, coincide básicamente con la versión árabe del TestFlav de Agapio, obispo árabe del siglo X, que hemos transcrito más arriba, texto que no menciona ninguno de los elementos sospechosos de interpolación cristiana.

Por tanto la traducción al castellano del Testimonio Flaviano expurgado de glosas sería así:

En este tiempo existió un hombre sabio de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los que se habían convertido en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; según esto, fue quizá el Mesías del que los profetas habían contado maravillas.

La teología que transmite este texto es claramente deficitaria para un cristiano, mientras que puede considerarse razonable para un judío que no sea abiertamente hostil a Jesús. Argumentos a favor de la autenticidad son las siguientes:
- El estudio del léxico de este texto expurgado se muestra básicamente como procedente de Flavio Josefo.
- El pasaje sobre Santiago, que aparece en Antigüedades (20, 200) y que comentaremos a continuación, presupone una mención anterior de Jesús, pues a éste se le da ya por conocido como “Cristo”. Dado que este texto es considerado por la generalidad de los autores como auténtico, no es de extrañar que cierta referencia previa sobre Jesús provenga también de la mano de Flavio Josefo.

2. Santiago, el hermano de Jesús

La segunda noticia indirecta sobre Jesús que aporta Flavio Josefo menciona el proceso, condena y lapidación de Santiago, hermano de Jesús, y otros por transgredir la ley (Antigüedades 20,200). Dice así:

Anán... convocó a los jueces del Sanedrín y trajo ante él a Santiago, hermano de Jesús, llamado Cristo y a otros, acusándolos de haber violado la ley y los entregó para que los lapidaran. Esto disgustó incluso a los más celosos observantes de la Ley y, por eso, enviaron en secreto delegados al rey, con el ruego de que exigiera a Anán por escrito que, en adelante, no se atreviera a cometer una injusticia semejante. Algunos de ellos acudieron a Albino... y le hicieron saber que Anán no tenía potestad para convocar al sanedrín para el juicio sin su consentimiento. A consecuencia de este incidente, Agripa lo destituyó ya a los tres meses de su nombramiento.


El ponente consideró el texto como testimonio aceptable de la historicidad de Jesús,
Primero porque en este texto, Flavio Josefo identifica a Santiago como hermano de Jesús, “llamado Cristo”, expresión ésta que no implica ni asentimiento ni duda sobre la realidad de Jesús como Mesías, y apunta más a un uso verbal judío que cristiano, pues Cristo –khristós, en griego- pasó a ser muy pronto nombre propio. En este texto, Jesús no es el centro de interés, sino que la mención de éste sirve para identificar a Santiago. Flavio Josefo parece desconocer la línea genealógica de Santiago (podría haberlo nombrado como Santiago, hijo de José) y lo identifica como “hermano de Jesús, llamado Cristo”.
Segundo porque llama a Santiago, “hermano de Jesús” y no como es habitual en el Nuevo Testamento y en los primitivos autores cristianos como “el hermano del Señor” (Gál 1,19).

B. El Talmud de Babilonia

Entre los pocos textos judíos antiguos que el erudito judío Josef Klausner acepta como referentes a Jesús de Nazaret figura uno tomado del Talmud de Babilonia y que se encuentra en el tratado Sanhedrín 43a. Dice así:

En la víspera de la fiesta de Pascua fue colgado Jesús. Cuarenta días antes el heraldo había pregonado: "Lo sacarán para ser lapidado porque ha practi¬cado la hechicería y ha incitado a Israel a la apostasía. Todo el que pueda alegar algo en su favor, que se presente y abogue por él". Pero si nada se presenta a su favor, será colgado en víspera de la fiesta de Pascua.


Este texto, que puede proceder del período tannaíta (hasta el año 220 d.C. aproximadamente), transmite desde el punto de vista judío una imagen negativa de Jesús. Puede considerarse al menos que los judíos no tenían reparos en aceptar la historicidad del personaje. Si hubieran existido razones para negar la existencia histórica de Jesús, las autoridades judías no habrían dejado de insistir en ellas.

II Testimonios paganos acerca de la existencia de Jesús

1. Carta de Mara bar Sarapión

Mara Bar Sarapión era un estoico sirio, cuya plenitud se sitúa hacia el 70 d.C. Cuando estaba cautivo en Roma, escribió una carta privada a su hijo Sarapión, estudiante en la ciudad de Edesa, en la que le hace exhortaciones y advertencias ante su posible condena. Dice así:

¿Qué ventaja tuvieron los atenienses con matar a Sócrates, si luego les sobrevino el hambre y la peste, o los samios con quemar a Pitágoras, si luego su país fue sepultado bajo la arena en un instante... o los judíos en crucificar a su sabio rey, si, a partir de ese día, el reino les fue arrebatado?. Dios vengó con justicia a los tres sabios. Los ateniense murieron de hambre, los samios fueron cubiertos por el mar y los judíos fueron deportados y echados de su reino, viviendo dispersos por todos los sitios. Sócrates no ha muerto, gracias a Platón; Pitágoras, gracias a la estatua de Hera, y el sabio rey, a causa de la nueva ley que promulgó.


Las afirmaciones sobre Jesús que hace Mara Bar Sarapión dependen, en parte, de fuentes cristianas, pues responsabiliza a los judíos de la muerte de Jesús (cf. 1 Tes 2, 15; Hch 4,10, etc.), interpreta la idea de la derrota judía ante los romanos como un castigo por la crucifixión de Jesús (cf. Mt 22,7) y llama a Jesús rey (cf. visita de los magos [Mt 2,1ss], entrada en Jerusalén [Mt 21, 5], burla de los soldados [Mt 27,29]; interrogatorio de Pilato [Jn 18,33] e inscripción en la cruz [Jn 19,19]). Por tanto su valor histórico es dudoso, pero se une al coro de otros testimonios indirectos. Vale para sustentar la idea de que en el año 70 a este filósofo no se le ocurrió la idea de pensar que los cristianos habían fabricado de la nada, míticamente, a Jesús como objeto de culto.

2. Historiadores romanos del s. II d.C.

A. Publio Cornelio Tácito (61-117 d.C.)

El conocido texto de sus Anales (15, 38-44) dice así:

Pero ni los recursos humanos ni la munificencia imperial ni las maneras todas de aplacar al cielo bastaron para acallar el escándalo o disipar la creencia de que el fuego había ocupado el lugar del orden. Por ello, para cortar los rumores, Nerón señaló como culpables, y castigó con la mayor crueldad, a una clase de hombres, aborrecidos por sus vicios, a los que la turba llamaba cristianos. [Cristo, de quien tal nombre trae su origen, había sufrido la pena de muerte durante el reinado de Tiberio, por sentencia del procurador Poncio Pilato, y] la perniciosa superstición fue contenida durante algún tiempo, pero volvió a brotar de nuevo, no sólo en Judea, patria de aquel mal, sino en la misma capital (Roma), donde todo lo horrible y vergonzoso que hay en el mundo se junta y está de moda.


Con esta noticia escueta da Tácito un importante dato de la historia de Jesús que concuerda con el Nuevo Testamento. Sobre la fuente de información de Tácito no hay acuerdo. En este documento, ofrece tres datos importantes sobre Jesús:
• La datación de la muerte de Jesús que tuvo lugar durante el reinado del emperador Tiberio (14-37 d.C) y el gobierno de Poncio Pilato (26-36 d.C.).
• Afirma que Jesús fue ejecutado por el gobernador romano de Judea.
• La ejecución de Jesús frenó por un tiempo el peligroso movimiento religioso de los cristianos, que luego se extendería desde Judea hasta Roma.

El ponente se inclinó por considerar el texto completo como auténtico, pero se señaló en el diálogo tras la lectura de la ponencia que algunos autores modernos consideran que lo marcado entre corchetes puede ser una interpolación, ya que rompe el hilo del discurso. Eliminadas estas palabras el texto fluye a la perfección y quedaría así:

Pero ni los recursos humanos ni la munificencia imperial ni las maneras todas de aplacar al cielo bastaron para acallar el escándalo o disipar la creencia de que el fuego había ocupado el lugar del orden. Por ello, para cortar los rumores, Nerón señaló como culpables, y castigó con la mayor crueldad, a una clase de hombres, aborrecidos por sus vicios, a los que la turba llamaba cristianos. La perniciosa superstición fue contenida durante algún tiempo, pero volvió a brotar de nuevo, no sólo en Judea, patria de aquel mal, sino en la misma capital (Roma), donde todo lo horrible y vergonzoso que hay en el mundo se junta y está de moda.


Si así fuera, este pasaje perdería su importancia como testimonio externo al cristianismo de la existencia de Jesús, y serviría sólo como prueba de que ya en el 64 había cristianos en Roma y que su comunidad era lo suficientemente importante y conocida como para se acusados cde un crimen importante.

B. Los restantes testimonios de autores antiguos que comentaremos a continuación no nos dan información directa sobre Jesús, sino sobre los cristianos. A menudo son mencionados Suetonio, Plinio el joven y Luciano a este respecto, pero en realidad ellos se limitan a contar algo sobre lo que hacen o dicen los primitivos cristianos; no nos proporcionan testimonios independientes relativos al mismo Jesús.

1 Plinio el Joven (62-113)

La primera noticia sobre los cristianos de fuente pagano-romana procede de Gaius Plinius Caecilius Secundus, epistológrafo, conocido como Plinio el Joven, que procedía de la nobleza romana (senador), era abogado y ejerció de gobernador de Bitinia y el Ponto (Asia Menor) desde el año 111 hasta su muerte (113) durante el reinado del emperador Trajano (98-117 d.C.).

Entre las tareas que tenía que realizar en Bitinia estaba la atención de las denuncias contra los cristianos. Escribe una carta a Trajano pidiéndole consejo sobre la manera de tratar a los cristianos en su provincia. Esta carta nos dicen algunas cosas sobre los cristianos, pero nada de Jesús. Se conserva la carta de Plinio con la consiguiente respuesta del emperador, cuyo texto, resumido, es el siguiente:

Afirmaban estos cristianos que, en suma, su crimen o, si se quiere, su error, se había reducido a haber tenido por costumbre, en días señalados, reunirse antes de rayar el sol y cantar, alternando entre sí a coro, un himno a Cristo como a Dios, y obligarse con solemne juramento no a crimen alguno, sino a no cometer hurtos ni latrocinios ni adulterios, a no faltar a la palabra dada, a no negar, al reclamárseles, el deposito confiado. Terminado todo esto, decían que la costumbre era retirarse cada uno a su casa y reunirse nuevamente, para tomar una comida, ordinaria empero, e inofensiva; y aun eso mismo lo habían dejado de hacer después de mi edicto por el que, conforme a tu mandato, había prohibido las asociaciones secretas.
Con estos informes me pareció todavía más necesario inquirir qué hubiera en todo ello de verdad, aun por la aplicación del tormento a dos esclavas que se decían ministras. Ninguna cosa hallé, sino una superstición perversa y desmedida. Por ello, suspendidos los procesos, he acudido a consultarte. El asunto, efectivamente, me ha parecido que valía la pena de ser consultado, atendido sobre todo el número de los que están acusados. Porque es el caso que muchos, de toda edad, de toda condición, de uno y otro sexo, son todavía llamados en justicia, y lo serán en adelante. Y es que el contagio de esta superstición ha invadido no sólo las ciudades, sino hasta las aldeas y los campos; mas, al parecer, aún puede detenerse y remediarse. Lo cierto es que, como puede fácilmente comprobarse, los templos antes ya casi desolados, han empezado a frecuentarse, y las solemnidades sagradas, por largo tiempo interrumpidas, nuevamente se celebran, y que, en fin, las carnes de las víctimas, para las que no se hallaba antes sino un rarísimo comprador, tienen ahora excelente mercado. De ahí puede conjeturarse qué muchedumbre de hombres pudiera enmendarse con sólo dar lugar al arrepentimiento.


Como se ve, se obtiene sólo del texto que Plinio, en el 110 d.C., no duda de en ningún momento de la existencia histórica de Jesús,.

2. Suetonio (muerto en el 160 d.C.)

En su obra - Vidas de los Césares, historia de los doce emperadores de César a Domiciano- hay dos breves noticias sobre los cristianos: una, en la Vita Claudii (25,4), versa sobre la expulsión de los judíos de Roma en estos términos:

Como los judíos provocaban continuos tumultos a instigación de Chrestus, los expulsó de Roma.


De este testimonio surge una duda: ¿Se refiere a Jesús-Cristo o a un individuo llamado Chrestus o Chrestos? Casi con certeza se refiere a Cristo, pues la confusión de Chrestos por Christos está atestiguada: las formas latinas de esos nombres se pronunciaban del mismo modo en aquella época. Tertuliano (160-220 d.C.) dice que los gobernantes romanos pronunciaban erróneamente chrestianus por christianus (Apologético 3).
Por consiguiente, en todo caso puede deducirse del texto que los cristianos existían en Roma en el 41 d.C.

La segunda noticia se encuentra en la Vita Neronis (16,2), donde Suetonio refiere la misma noticia: que los cristianos seguían una nueva y maléfica superstición, que fueron expulsados de Roma por edicto de Claudio (41-54), suceso mencionado también por Hecho de los Apóstoles (8,2) como razón del desplazamiento de Aquila y Priscila a Corinto.

La fuente de información de Suetonio es desconocida, aunque no es cristiana. No parece que Suetonio tuviera conocimientos históricamente correctos sobre Cristo; para él, Chrestos fue el causante de los desórdenes de Roma en tiempo de Claudio. Pudo ocurrir que la predicación cristiana sobre el mesías (= Cristo) produjese desórdenes entre los judíos de Roma y que esto moviera a Claudio a expulsar a los responsables.
Sólo indirectamente puede deducirse del texto que a nadie se le ocurría en el momento dudar de la existencia histórica de Jesús, llamado el Cristo.

3. Luciano de Samosata (ca. 115-ca. 200).

Luciano es autor de un escrito irónico contra los cristianos, titulado La muerte de Peregrino. Éste era un converso al cristianismo y apóstol itinerante de la nueva religión y, luego, apóstata. Luciano lo considera un embaucador. El texto de Luciano dice así:

Fue entonces cuando (Proteo) conoció la admirable doctrina de los cristianos, al encontrarse en Palestina con sus sacerdotes y escribas. Y ¿qué creéis que pasó? En poco tiempo los hizo parecer como niños descubriendo que él era únicamente el profeta, maestro del culto, conductor de sus reuniones, todo en suma [...] y le daban el título de jefe. Después, por cierto, de aquel hombre a quien siguen adorando, que fue crucificado en Palestina por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres [...] Su primer legislador les convenció de que todos eran hermanos y así, tan pronto como incurren en este delito, reniegan de los dioses griegos y en cambio adoran a aquel sofista crucificado y viven de acuerdo con sus preceptos. Por ello desprecian igual todos los bienes, que consideran de la comunidad.


Luciano afirma, como puede verse, que los cristianos están de tal modo seducidos por Jesús que lo veneran como a un dios. Pero aduce datos que no superan lo que conocemos por Josefo, Tácito y Plinio.

La conclusión del ponente fue así:

No hay que admirarse de que las noticias sobre Jesús y los cristianos en los dos primeros siglos de cristianismo sean tan escasas. Inicialmente no existía interés alguno por aquella nueva secta judía que era el cristianismo en sus comienzos ni por su fundador. Con el tiempo y con el surgimiento de conflictos, éste iría aumentando.

De todas maneras, estas escasas noticias son de gran valor, pues confirman aunque sea de modo indirecto la existencia histórica de Jesús, atestiguan el rápido crecimiento de la comunidad cristiana y sirven de testimonio firme de que, en los albores del cristianismo, no se puso en duda la figura histórica de Jesús.
Igualmente la escasez de datos sobre Jesús en las fuentes no cristianas contemporáneas nos lleva a pensar que el hecho de Jesús no fue considerado un acontecimiento de importancia histórica. Tampoco las fuentes cristianas lo consideraron así. Ninguna de ellas lo describe como ideador de un programa político, ni como jefe de un movimiento popular en la lucha contra el gobierno romano opresor, ni como una figura a contraponer al emperador de Roma. Pero podemos decir también lo contrario: tampoco nos sirven los Evangelios para aprender gran cosa de la historia del pueblo Judío, del Imperio romano y de los grandes problemas de la política mundial.

Ahora bien, sea desde una visión positiva como Josefo, negativa como Tácito, polémica como las referencias de la Misná, o irónica como la de Luciano de Samosata, las noticias no cristianas sobre Jesús confirman su existencia y su muerte violenta a manos de los judíos y/o de los romanos, así como la tradición cristiana sobre la actividad curativa de Jesús y su calidad de maestro o sabio. Tal vez con esto sea más que suficiente para probar la historicidad del personaje

Luego citó en extenso a G. Theissen, (El Jesús histórico, p. 107). Segú este autor de los testimonios paganos sobre la existencia de Jesús puede extraerse lo siguiente:

El valor de unas noticias extracristianas sobre Jesús, independientes entre sí, es doble. Hay que señalar, ante todo, el hecho de unos observadores del cristianismo, tanto hostiles como neutrales o simpatizantes, que admiten la historicidad de Jesús y no dejan lugar a la duda. Además, las noticias no cristianas permiten controlar distintas fechas y datos de la tradición cristiana primitiva. Así, Josefo confirma que Jesús tuvo un hermano llamado Santiago. La muerte violenta de Jesús es recogida por Josefo, Tácito y Mara bar Sarapión (y los rabinos). Tácito hace responsable a Pilato de ella; Mara (y las fuentes rabínicas, a los judíos; y Josefo, presumiblemente, a los romanos en cooperación con las autoridades judías. De los milagros de Jesús hablan Josefo y los rabinos, el primero en sentido valorativo neutral, los segundos bajo la acusación de brujería. Que Jesús actuó como maestro lo saben Josefo, que lo califica de “hombre sabio” y “maestro”, y Mara, que menciona las nuevas leyes del rey sabio. Josefo añade a los títulos atribuidos a Jesús el de “Cristo/Mesías”- los historiadores romanos emplean ya el término “Cristo” como nombre propio; y Mara, el de Rey sabio.


Esta conclusión fue asumida por el ponente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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