“Investigación sobre la Vida de Jesús. Un fenómeno extraño: la tesis de la irrelevancia de la investigación sobre el Jesús histórico en la exégesis confesional”. Curso de El Escorial (VIII)

Ponente Prof. Dr. D. Fernando Bermejo. Salamanca

Asentada la existencia histórica del personaje Jesús, y tras considerar la necesidad de poseer instrumentos adecuados para reconstruir su figura histórica con los medios pertinentes (los criterios para discernir qué material proviene, o está más cercano a Jesús y qué otro procede de una tradición posterior a él), el Prof. Bermejo abordó un último escollo antes del trabajo de reconstrucción: la defensa de la tesis de que es imposible o innecesaria la investigación sobre el Jesús histórico.

Opina el Prof. Bermejo que el ámbito de la investigación sobre la figura de Jesús de Nazaret y del estudio en torno a la historia de tal investigación es uno de los campos abonados para que las distorsiones ideológicas se impongan. Es de temer que el estudio de la figura de Jesús no se halle exento de potentísimos intereses que estén creando distorsiones y mistificando la obtención de una representación lúcida del personaje.

Es posible –afirmó- que a la luz de un intento de distorsión voluntaria puedan llegar a entenderse mejor algunos fenómenos llamativos que se detectan en este ámbito.

1º) La pervivencia, en la investigación sobre el personaje de Jesús, de una serie de nociones cuya carencia de fundamento ha sido mostrada una y otra vez.

Por ejemplo la idea del “judaísmo tardío” como religión legalista e ignorante del amor y la gracia, de modo que Jesús se presenta como la figura que rompe este esquema; la existencia de un abismo entre Juan Bautista y Jesús; la noción de un Jesús primer descubridor de la paternidad de Dios; el carácter meramente espiritual del Reino de Dios anunciado por él; la de un Jesús como predicador únicamente de la salvación; la idea de que Jesús fue un predicador universalista e igualitarista; el concepto de que Jesús actuó con la idea de abrogar la Torá (la ley de Moisés),o que el judaísmo fue superado por su enseñanza, etc.

2º) La existencia y pervivencia de un modelo historiográfico que carece de todo fundamento empírico y lógico: la denominada periodización de las “Tres Quests” o “tres búsquedas del Jesús histórico”:

• La “Old Quest” (hasta 1906: obsoleta e inservible);
• La inexistencia de investigación relevante desde 1906 hasta 1950;
• La “New Quest” (1953-ca. 1980: iniciada por Käsemann y otros discípulos de Bultmann, como si de nuevo fuera ya lícito y fructuoso investigar sobre el Jesús histórico) y finalmente
• La “Third Quest” (1980-).

Ésta es una periodización falsa, que se mueve por intereses espurios y apologéticos, entre otras razones porque supone que desde 1906 a 1953 no se hizo nada en este campo (las obras fundamentales aún hoy de A. Loisy; M Goguel; Ch. Guignebert, y otros son totalmente ignoradas).

El autor remitió a su estudio “Historiografía, exégesis e ideología. La ficción contemporánea de las ‘tres búsquedas del Jesús histórico” I y II, en Revista Catalana de Teología, XXX/2 (2005) 349-406; XXX/1 (2006) 53-114.

3º) La existencia de una corriente de estudiosos confesionales que es contraria a la investigación histórica sobre Jesús. Opina esta tendencia que tal actividad es en el mejor de los casos infructuosa, y en el peor, contraproducente.

F. Bermejo se centró en esta ponencia en el análisis de la postura representada en el número 3, representada por la obra de

• Martin Kähler, Der sogennante historische Jesus und der geschichtliche, biblische Christus (El denominado Jesús histórico y el Cristo bíblico históricamente significativo),
• Luke Timothy Johnson, The Real Jesus. The Misguided Quest for the Historical Jesus and the Truth of the Traditional Gospels (El Jesús real. La búsqueda desencaminada en pos del Jesús histórico y la verdad de los evangelios tradicionales)), entre otras.

Primero presentó objetivamente los argumentos de esta postura y luego intentó probar su falta de fundamento. La argumentación de Kähler y Johnson puede sintetizarse así:

1. La tarea consistente en intentar diseñar una imagen histórica de Jesús es desesperadamente subjetiva, pues las únicas fuentes disponibles son testimonios de fe.

2. Los evangelios aportan muy pocos datos sobre Jesús. La información proporcionada por los evangelios canónicos es del todo punto insuficiente para construir una imagen del personaje Jesús.

3. La historia es una actividad interpretativa que sólo permite reconstrucciones con mayor o menor grado de probabilidad, de tal modo que no es posible el acceso al “Jesús real”.

4. La investigación histórica sobre Jesús –en tanto que empresa objetiva- no es posible, dada la relevancia cultural del personaje. Dicho de otro modo, la importancia simbólica de la figura de Jesús es tal, que impide la adopción de una actitud neutral y libre de prejuicios a los estudiosos, y aboca toda investigación histórica al fracaso.

5. Una prueba definitiva de la desesperada subjetividad de los intentos es la multiplicidad de imágenes de Jesús que la investigación ha obtenido. Hay una enorme cantidad de obras sobre Jesús, y sus autores mantienen las opiniones más dispares.

6. El Jesús histórico es del todo irrelevante para la fe cristiana, la cual no halla su legitimidad en la investigación histórica. Dado que en Jesús los creyentes tienen ya a su Salvador, no necesitan el conocimiento de sus circunstancias vitales (Kähler). “El Jesús real es ante todo el poderoso Señor resucitado cuyo Espíritu transformador está activo en la comunidad” (Johnson).

7. La investigación sobre el Jesús histórico es contraproducente, pues oculta al Jesús de los evangelios canónicos.

La respuesta del Prof. Bermejo –es decir, su examen crítico de los argumentos expuestos- fue la siguiente:

Respecto a 1:
A pesar de su carácter subjetivo, los autores de los evangelios no se han desentendido enteramente de la realidad. En los evangelios hay datos que no pueden haber surgido en el contexto de la exaltación del personaje Jesús, y que arraigaron en la tradición lo bastante firmemente como para haber sido mantenidos a pesar de los problemas teológicos que causaron.
Además, de las fuentes evangélicas críticamente leídas se extrae una personalidad consistente, al mismo tiempo lo bastante peculiar e históricamente comprensible como para no ser el fruto de una mera recreación subjetiva.

Respecto a 2:
En relación a lo necesario para formarse una imagen mínimamente cabal del personaje, sostener la escasez de datos resulta falaz. Ni Kähler ni Johnson se molestan en ningún momento en intentar hacer una enumeración mínimamente completa de lo que son los resultados verosímiles de la investigación. Aun si se decide no aceptar como históricos ciertos aspectos del marco narrativo de los evangelios parece merecer crédito el esquema sinóptico de un judío que se relaciona con el Bautista, luego sigue en Galilea un ministerio independiente, más adelante organiza un incidente en Jerusalén, y a continuación es eliminado por las autoridades romanas. Es éste un cuadro histórico absolutamente plausible para enmarcar la actividad de Jesús.

Además, para discernir o confirmar el significado de la identidad de Jesús es posible contar con varios contextos que proporcionan la historia, la antropología y la psicología de las religiones sobre movimientos carismáticos, proféticos y mesiánicos. A la luz de estos datos, la pretensión de que tenemos muy pocos elementos sobre Jesús y que el significado del personaje resulta inaccesible resulta infundada.

Respecto a 3:
Que el Jesús reconstruido con los métodos histórico-críticos es una magnitud no idéntica a la realidad total del personaje es una verdad con la a que nadie probablemente se le ocurrirá discrepar. La investigación sobre el Jesús histórico es ciertamente una reconstrucción, pero pretende obviamente acercarse por lejana que sea al Jesús que realmente existió y afirmar cosas fundadas sobre él. Por tanto, cuando la reconstrucción es rigurosa, el Jesús histórico se solapa, aunque sea en una pequeña y modesta parte, con el Jesús real. Por ello negar una cierta continuidad y cierto grado de solapamiento entre ambas magnitudes –entre el Jesús históricamente reconstruido y el Jesús que realmente existió– es una arbitrariedad y una exageración.

Respecto a 4:
Una cosa es que sea difícil, y otra que sea imposible. Todos tenemos prejuicios al acercarnos a investigar un hecho histórico. Pero

1º) No todos los prejuicios son iguales.

2º) Los prejuicios pueden condicionar o determinar una aproximación. Ahora bien,
a) el condicionamiento puede no ser significativo en lo que respecta a los resultados obtenidos;
b) una cosa es que los prejuicios condicionen los resultados, y otra cosa distinta es que los determinen.

3º) En realidad, no todos los sujetos tienen un grado equivalente de conciencia acerca de sus precomprensiones, ni todos los sujetos previenen de igual modo el condicionamiento que tales precomprensiones pueden ejercer sobre ellos (sea porque no pueden, sea porque no quieren).
Ejemplos: nadie ha demostrado que obras como Jésus et la tradition evangelique de A. Loisy de 1910 o el Jésus del ateo Charles Guignebert de 1933 están viciadas por la falta de neutralidad. Nadie ha demostrado nunca que una obra como La predicación de Jesús sobre el reino de Dios del cristiano protestante Johannes Weiss esté viciada por la falta de neutralidad.

Respecto a 5:
Esta tesis pretende suscitar el escepticismo en el lector. Pero las imágenes señaladas no son todas ellas equivalentes e igualmente probables o razonables. La ciencia ha descartado ya muchísimas (por ejemplo que Jesús haya sido un esenio) y se queda tan sólo con dos o tres que no son contradictorias entre sí.

Por ejemplo Edward P. Sanders no puede ser simplemente aislado como defensor de un “profeta escatológico” contrapuesto por ejemplo a un Jesús taumaturgo, carismático o maestro, pues ese autor no descuida en absoluto estos aspectos de Jesús.

En segundo lugar, se repiten patrones y hay convergencias entre muchas de las visiones existentes. Por ejemplo, la imagen del “profeta escatológico” no es propia de un solo autor (Sanders suele ser nombrado al respecto), sino que es rastreable en Reimarus, en Weiss, en Loisy, en Guignebert, en Goguel, y hasta en J. P. Meier, G. Theissen o G. Vermes.

En síntesis, la impresión de una multiplicidad irreductible no se ve respaldada por el material disponible, una vez que se analiza con mirada crítica. Las imágenes de Jesús resistentes a la crítica y dignas de consideración se reducen, a lo sumo, a dos o tres. Habrá que decidir cuál es la correcta.

Respecto a 6:
En primer lugar, que la fe no se sustente en la investigación histórica sobre Jesús no significa que ésta sea indiferente para evaluar el grado de credibilidad de aquélla. Es claro que la investigación sobre el Jesús histórico tiene efectos prácticos, pues permite a los sujetos críticos hacer evaluaciones fundadas sobre las pretensiones de verdad del cristianismo.

En segundo lugar, dado que los cristianos sostienen la continuidad entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe, Kähler y Johnson necesitan decir algo significativo sobre Jesús. Así, por ejemplo, Johnson afirma –un tanto contradictoriamente con su tesis de que los Evangelios no se puede sacar nada en limpio respecto al Jesús histórico- que los evangelios canónicos presentan de Jesús un modelo (pattern) unitario (y por tanto, fiable según él), a saber, el de un sujeto caracterizado por la radical obediencia a Dios y el amor hacia los hombres.
Pero luego afirma que este patrón es una interpretación, una construcción humana. Y aun si fuera correcto, tal patrón sería tan genérico y vago que no resultaría definitorio del personaje, pues podría aplicarse a numerosas figuras de las religiones teístas (empezando por varias de la tradición judía).

En tercer lugar, la pretensión de estos autores tiene implicaciones llamativas. Para ellos, la fe cristiana es confirmada en virtud del poder transformador de la experiencia religiosa.
Pero si es así, entonces, de igual forma, las restantes creencias se ven “confirmadas”: la experiencia de los cultores de Vishnu, Buddha, Mitra, Isis o Alá (o de los maniqueos, los politeístas griegos o los taoístas) bastaría para verificar su fe, ya que los beneficios espirituales que reciben (esperanza, paz, compasión, consuelo o fuerza para vivir) no son, para quienes los experimentan, menos reales que los producidos por el poder salvador de Cristo para algunos cristianos.

En cuarto lugar, estos autores incurren en contradicción. A pesar de que arguyen sin cesar que la reconstrucción histórica es irrelevante, al escribir que la imagen evangélica de Jesús está anclada en la memoria reconocen la importancia crucial para la fe cristiana de una reconstrucción del Jesús histórico, para determinar si la memoria es fiel o si la memoria falla más bien bastante.

Respecto a 7:
No se puede ocultar al Jesús que se encuentra en los evangelios por la sencilla razón de que no se halla un solo Jesús en ellos, sino por lo menos dos. De esta duplicidad se deducen visiones dispares y aun contradictorias.
Ejemplo: Gonzalo Puente Ojea ha puesto de relieve que los evangelios no son textos homogéneos: en ellos se descubre, por ejemplo, a un Jesús judío, convencido de la inminente irrupción del acontecimiento escatológico, pasablemente nacionalista y cuyo mensaje religioso posee dimensiones ineluctablemente políticas; pero también se descubre en otros pasajes a un Jesús desjudaizado, atemporal, universalista y apolítico que dice que su reino no es de este mundo. ¿Con cuál de estas imágenes de Jesús nos quedamos? No existe un solo Jesús derivable de los Evangelios, sino como mínimo dos.

Fernando Bermejo concluyó entre otras con dos ideas principales:

• Aunque en obras como las de Kähler y Johnson no falta alguna observación atinada, el que su discurso esté hasta tal punto constituido por trivialidades, omisiones, falacias, caricaturas y contradicciones es sintomático de una pretensión de una mera defensa de posiciones eclesiásticas.

• Tal como cree haber demostrado en algunos trabajos recientemente publicados (especialmente el de la Revista Catalana de teología, arriba citado) todos los argumentos en contra de la investigación del Jesús histórico pueden ser explicados y comprendidos mediante una sencilla hipótesis, a saber:

La reconstrucción más plausible del Jesús histórico realizada desde el s. XVIII arroja resultados que en muchos casos resultan incompatibles con las ideas eclesiásticas sobre el personaje, lo que supone un mentís para las pretensiones de verdad del cristianismo. Por ello, estos corolarios son columbrados con suficiente nitidez como para producir una serie inacabable de estrategias de inmunización destinadas a contrarrestar la potencia crítica de los resultados del análisis.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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