Cómo es el manuscrito que contiene el Evangelio de Judas (I)



Hoy interrumpimos brevemente la explicación del Evangelio de Judas para dedicar dos "posts" a describir cómo es el manuscrito que nos lo ha transmitido.

Hoy escribe Sofía Torallas Tovar

El manuscrito que nos ha conservado el Evangelio de Judas se denomina Códice Tchacos a causa del apellido de la última propietaria, Frida Nussberger Tchacos. Esta marchante de antigüedades lo vendió finalmente a la Maecenas Foundation, en Suiza en febrero de 2001 en un estado lastimoso de conservación. Una vez ya en Ginebra, el manuscrito ha sido magistralmente reconstruido y restaurado por un equipo de especialistas dirigido por el coptólogo Rodolfo Kasser.

Las páginas, como veremos, estaban muy deterioradas en la parte inferior, a lo cual se añade que fueron alteradas en su orden en el trasiego por el mercado, quizá para dejar más a la vista las partes más espectaculares, circunstancia que ha dificultado mucho las tareas de restauración. Se calcula que aproximadamente un 10 o un 15 por ciento del texto del evangelio se ha perdido.


Hay partes del escrito que se conocen por fotografías previas -tanto de algún investigador como de marchantes, anteriores propietarios del manuscrito- a la desintegración o desaparición de algunos fragmentos. Si tenemos en cuenta que a menudo se dividen arbitrariamente las partes de los manuscritos para obtener mejores precios en el mercado de antigüedades, todavía puede haber algún fragmento más esperando.

Es la intención de la Maecenas Foundation devolver la pieza a su lugar de origen, es decir, a Egipto. Allí reposará en el Museo Copto de El Cairo, donde será expuesto después de un cuidadoso trabajo de restauración, en marcos de vidrio, por lo que apenas se verá alterado por el subsiguiente manejo por parte de los estudiosos.

Como hemos dicho, este manuscrito no tiene un formato de rollo, sino de códice. Este término viene del latín codex y sirve para denominar un formato del libro en la antigüedad, surgido en los primeros siglos de nuestra era, en sustitución del formato clásico llamado “volumen” o rollo, que también se confeccionaba con el soporte de escritura llamado papiro. El códice -un formato mucho más cómodo de usar y de transportar- es en definitiva el formato de libro que conocemos hoy en día, y que a partir de la Antigüedad Tardía sustituyó al rollo. Se le suele llamar alternativamente “manuscrito”, por estar escrito a mano, sobre todo una vez superada la fase de convivencia con el otro formato, que también es manuscrito

Este códice, de unas dimensiones aproximadas de 30 cm de alto por 15 de ancho, confeccionado en papiro, conservaba originalmente su encuadernación en piel, que actualmente parece estar muy dañada. El papiro es un soporte de escritura confeccionado con las fibras de la planta llamada por el mismo nombre, dispuestas en horizontal y en vertical en cada lado de la hoja y prensadas. Como es sabido, el país principal productor de este soporte de escritura en la Antigüedad era Egipto, que lo exportó a todo el Imperio. El papiro se utilizó durante muchos siglos hasta su total sustitución por un soporte de escritura que ya existía y se usaba desde antiguo, pero que se extendió con mayor fuerza durante la Edad Media, que es el pergamino, un soporte confeccionado con piel de animal curtida de una manera especial para poder recibir textos escritos sin que se corra la tinta.

El tamaño del manuscrito del EvJud es muy habitual en los primeros códices, generalmente rectangulares y alargados. Contiene en el momento actual, treinta y tres folios, en algunos casos muy fragmentados, que llevan todavía restos de la paginación original en la mitad del margen superior de la página, en números griegos (letras griegas en su uso numérico). Estas páginas presentan el texto en una sola columna de veintiséis líneas de manera bastante regular.

Una pieza de estas características puede datarse de varias maneras, generalmente complementarias. El estudio material del manuscrito –tipo o soporte de la escritura, caligrafía o tipo, análisis de los dibujos o grecas, de la tinta, etc.- proporciona algunos datos, a la vez que el análisis crítico del contenido recoge otros que, puestos en común, ayudan aproximar a su datación más posible. Los textos de tipo documental, como por ejemplo los contratos de compra-venta o las actas judiciales, muy a menudo llevaban fecha incluso del día y mes. Pero esto rara vez lo encontramos en los textos literarios de la Antigüedad, a no ser que el escriba haya decidido dar los detalles de la copia en un colofón al final del texto, lo cual no ocurría en fechas tan tempranas como cuando nuestro manuscrito se redactó.

Paleográficamente, es decir, examinando el estilo de la escritura, así como gracias a la tipología o formato del códice, se puede decir que fue escrito sin duda en el siglo IV d.C. Esto ha sido confirmado por la datación por Carbono 14 del soporte de la escritura y por el tipo de encuadernación, que fijan el término post quem a finales del III, principios del siglo IV d.C. (en concreto, el carbono 14 ha dado el intervalo 280 a 340 d.C.). El análisis del tipo de tinta también ha confirmado que era el que se utilizaba precisamente en esa época.

Por tanto parece claro que este texto fue copiado en un periodo que va del final del siglo III a principios del IV d.C., pero ha de tenerse en cuenta que el texto original, que no se ha conservado para la posteridad, estaba escrito en lengua griega y ya existía en el año 180 d.C., cuando el obispo y Padre de la Iglesia Ireneo de Lyon lo menciona, como ya se ha dicho en este blog. En síntesis: el Evangelio de Judas, en la forma en la que lo conocemos, es una traducción al copto copiada en el siglo IV, de un texto griego escrito al menos un siglo y medio antes.

El Evangelio de Judas no es el único escrito que presenta este códice Tchacos, que muestran entre sí una coherencia de contenido, en cuanto que todos los textos tienen un origen gnóstico, comparable a los tratados gnósticos de Nag Hammadi.

Una palabra sobre estos últimos para refrescar la memoria. En Nag Hammadi, más al sur que el lugar del presente hallazgo, a unos ciento veinte kilómetros de Luxor, se hallaron también en excavaciones o inspecciones clandestinas en 1945, trece códices en muy buen estado, dentro de un vaso de cerámica sellado, que contenían aproximadamente unos cincuenta tratados en lengua copta –también traducciones de textos griegos perdidos (de algunos de ellos se conservan fragmentos griegos de la redacción original, como es el caso del Evangelio de Tomás, en algunos papiros de Oxirrinco)– que han supuesto un antes y un después para los estudios de cristianismo primitivo y gnosticismo.

Todos estos manuscritos, de igual manera a lo que probablemente ocurrió con el códice Tchacos y otros que todavía pueden aparecer, se escondieron para salvarlos de las persecuciones que los cristianos de la Gran Iglesia promovieron contra los herejes, y por eso su historia “textual” se vio interrumpida, puesto que no han tenido una tradición manuscrita de copia sucesiva a lo largo de siglos, como ha ocurrido con los textos canónicos. Estos textos considerados heréticos y por tanto “ilícitos” se quitaron de la circulación, y los pocos que se pudieron salvar de las manos inquisidoras de la persecución de los herejes han surgido muchos siglos después, como testigos de la existencia de estas tendencias del primer Cristianismo.

Tipológicamente, los trece códices de Nag Hammadi comparten con el códice Tchacos una serie de características materiales que hacen pensar en un taller o scriptorium que o bien era el mismo, o muy similar. La datación, como se ha dicho, es la misma. Los códices tienen dimensiones y proporciones similares, y la mano o escritura -tanto como la exigua decoración del manuscrito, si bien no son las mismas- muestran el mismo estilo. La encuadernación del códice Tchacos, actualmente muy deteriorada debía de ser muy semejante a las conservadas de Nag Hammadi.

Por tanto, puede decirse que ya desde el punto de vista exterior el Evangelio de Judas y los escritos de Nag Hammadi tienen un notable parentesco. El estudio del contenido confirma absolutamente esta impresión causada por el soporte externo y por el tipo de escritura.

Seguimos mañana. Saludos cordiales de Sofía Torallas.
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