¿Cómo pudo ver la luz la versión al copto del Evangelio de Judas? Explicación del Evangelio de Judas (XV)

Si son correctas las deducciones manifestadas hasta el momento, el medio sociológico en el que vio la luz esta traducción al copto corresponde a la situación social de la primera mitad del siglo IV en Egipto.

Ha sido José Montserrat Torrents quien ha puesto de relieve en nuestro país estas circunstancias que explican por qué en esos años hay un mercado en Egipto para obras gnósticas, complicadas de entender para el no iniciado, entre la burguesía egipcia del siglo IV. En lo que sigue a continuación nos declaramos deudores de las ideas de Montserrat expuestas en una sesión académica en la Universidad Complutense de Madrid hace ya unos cuatro años.

Según Montserrat, el ambiente social y económico de la primera mitad del siglo IV en Egipto no era tan desolador, ni mucho menos, como se ha dibujado hasta el momento. Las reformas sociales y económicas promovidas por el emperador Diocleciano impulsaron una época de relativa tranquilidad y prosperidad en Egipto durante el siglo IV. La clase media egipcia salió de su postración, siempre despreciada por los griegos dominantes que controlaban totalmente el país desde hacía siete siglos, y se mostró interesada tanto por su propia cultura autóctona como por la más elevada de la clase dominante, la literatura en lengua griega.

Por estos años la expansión cultural se había hecho más fácil entre los nativos egipcios gracias a la evolución de la escritura local hacia un alfabeto más fácil de leer y entender por la mayoría: hacía tiempo que se había pasado de la escritura jeroglífica (la de las pirámides) a otro tipo de letra denominada demótica, o del “pueblo”. Pero también este tipo de escritura era poco inteligible para el común de las gentes, y se había ido abandonando en favor del uso de caracteres griegos. Como éstos no podían reproducir todos los fonemas –sonidos— de la lengua egipcia, los escribas habían añadido al alfabeto griego seis letras que expresaban fonemas propios de la lengua del país que no tenía la helénica. Había nacido así la escritura copta, que es en la que está compuesto nuestro manuscrito.

A tenor de lo que deducimos de la más amplia Biblioteca de Nag Hammadi, en el siglo IV debió haber distintos tipos de cristianismo en Egipto. En primer lugar, el cristianismo no era ya sólo la religión de los griegos dominantes, sino que había ido calando entre los nativos egipcios. Y además con notable profundidad: esto explica la difusión incluso de un cristianismo de corte ascético que llevó a la difusión de comunidades monásticas por todo Egipto, cuyos miembros eran sobre todo indígenas. Pero además del cristianismo “ortodoxo” oficial, similar al de otras comunidades “ortodoxas” de la Gran Iglesia extendida ya por todo el Mediterráneo, debía de haber, como en Siria, Asia Menor y en Italia otros grupos de cristianos de tendencia gnóstica.

Todo este substrato sociológico y económico hizo posible que pudiera formarse y tuviera un cierto éxito una especie de industria del libro, bien extendida por todo el país, incluso hacia el Alto Egipto, el sur bien alejado de Alejandría. Podemos suponer que se constituyeron talleres o scriptoria en donde se copiaban y encuadernaban libros de toda clase.

Uno de estos scriptoria es el que produjo los trece libros con los aproximadamente cincuenta tratados que componen la colección de Nag Hammadi. Y suponemos que de ese mismo scriptorium o uno similar, nació nuestro manuscrito, y que fue copiado y encuadernado por un individuo. o individuos que pertenecían a la misma “empresa”.

Los compradores de estos costosos volúmenes tenían que ser nativos egipcios de lengua materna copta; gente con posibilidades económicas y con intereses culturales y religiosos amplios, tanto como para comprar textos de una interpretación particular del cristianismo, que además exigía o bien buenos conocimientos de la gnosis o la asistencia al lado de un maestro.

La Biblioteca de Nag Hammadi y textos similares no son una biblioteca heresiológica

Por tanto, hay que desechar probablemente la idea de que estos volúmenes de literatura religiosa estaban compuestos en un scriptorium de alguno de los monasterios del Egipto del siglo IV, como si allí se hubiera formado una biblioteca de escritos “heréticos” para tenerlos a mano y para poder refutarlos. Por el contrario hay que suponer que los compradores debían ser gente individual, tipos con intereses religiosos, con potencia económica como para pagar a buenos traductores al copto, a copistas y amanuenses y, finalmente, a un comerciante o librero que coordinara todo el negocio en una suerte de scriptorium donde se producían los libros y se vendían.

Podemos sospechar que la suerte del manuscrito que contenía el Evangelio de Judas fue también similar a la de los códices de Nag Hammadi, que hubieron de ser ocultados cuidadosamente en una tinaja y encerrados en una cueva al abrigo de cualquier pesquisa. Es probable que las severas medidas antiheréticas y antipaganas que a finales del siglo IV y comienzos del siglo V entraron en vigor por todo el Imperio produjeran una atmósfera hostil y peligrosa para estos textos poco o nada “ortodoxos” desde el punto de vista de la Gran Iglesia. El Evangelio de Judas fue, pues, piadosamente ocultado hasta que la Fortuna nos deparó la suerte de que fuera recuperado casualmente en 1978.

La rehabilitación de la figura de Judas

Lo sorprendente para la gente que lee el Evangelio de Judas hoy y que desconoce la atmósfera e ideología gnósticas es que Judas tenga un papel tan llamativamente positivo. Pero ya sabemos que los gnósticos interpretaban la Biblia a su manera, sorprendentemente, y con criterios especulativos griegos -platónicos, pitagóricos y estoicos- que poco tenían que ver con las raíces judías del cristianismo. Sabemos ya que los gnósticos disfrutaban con semejantes inversiones –que debían dejar estupefactos a los creyentes “normales”- y que tales “rehabilitaciones” se producen no sólo con Judas, sino con otros muchos personajes como Adán, Caín, la Serpiente, Coré, Esaú. Para un lector no gnóstico, toda la Biblia está al revés, pues todos los opositores a Yahvé / Demiurgo / Arconte / Yaldabaot (y Judas es uno de ellos), son rehabilitados o interpretados benignamente.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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