Explicación del Evangelio de Judas (y XVII). Conclusiones



Escribe Antonio Piñero

Para concluir, y en resumidas cuentas, ¿qué dice en síntesis el Evangelio de Judas? Lo siguiente [van entre corchetes las páginas del manuscrito, tal como las hemos ofrecido en nuestra traducción; si no se señalan expresamente las páginas, se trata de una doctrina implícita del autor aunque no lo testimonie expresamente]:

El Dios Trascendente único y alejado puede denominarse como Gran Espíritu Invisible. Esta divinidad es compleja. Por emanación, y sin dejar de ser Dios único, ha revelado que su esencia esta “compuesta” por Él, por una suerte de elemento femenino que es como su cónyuge, denominado Barbeló, y por una descendencia de los dos se autoengendra a sí mismo: el Logos, o Intelecto.

Hay, pues, en la divinidad una suerte de trinidad compuesta de Padre, Madre e Hijo.

El Logos, autoengendrado, es el que ayuda a que se expliciten los estratos inferiores de la divinidad que componen la Plenitud ésta o Pleroma [48]. En otro aspecto el Logos está reflejado en Adamás, el eón primer Adán, que es como la idea arquetípica del ser humano perfecto y que existe desde siempre ante Dios. El Logos ha emitido o generado las luminarias celestes, que los mortales pueden considerar los astros buenos. Hay, pues una doble serie de estrellas/luminarias y de ángeles: los buenos, procedentes del Autoengendrado [48/49/50], y los malos, que han nacido del Demiurgo [51].

El Demiurgo es Yahvé, o Yaldabaot, el Dios del Antiguo Testamento. Es un “dios” secundario que ignora la existencia del único y verdadero Dios, el Gran Espíritu Invisible Trascendente.

El Demiurgo procede de un pecado o error de una entidad divina del quinto estrato de la divinidad, llamada Sabiduría. Este “pecado” o “error” es el origen de la materia inteligible y del Demiurgo. La materia visible, el universo y el hombre es creado no directamente por el Trascendente, sino por el Demiurgo, el nacido de Sabiduría.

El Demiurgo controla el cosmos, es decir la perdición/la materia [50]. También es el creador de la parte corporal del hombre y de su alma psíquica [52/53]. Para esta creación el Demiurgo se fija en el arquetipo del hombre perfecto que existe en la Plenitud de la divinidad, Adamás. El ser humano es creado a imagen del Demiurgo y a semejanza del Dios supremo. Pero el Demiurgo/Yahvé, al fin y al cabo un ser divino inferior y material, será destruido al final de los tiempos [57].

El Autogenerado/Logos es el que baja a la tierra a revelar y salvar a los hombres. Se “encarna” en Jesús [37], es decir, toma de éste un cuerpo aparente [56] y se envuelve con él. Revela tanto durante su vida pública en Galilea y Judea, es decir, dentro del ámbito del Demiurgo, como sobre todo después de la resurrección [33]. La primera revelación del Salvador ocurre a Adán. El comer la manzana le concedió una sabiduría superior al rey del Caos (el Demiurgo): [54]

El Salvador revela los misterios del reino [35/36], pero los discípulos no le entienden. Eso es terrible porque la verdad suprema sólo se conoce por revelación [34]. El único que sí es capaz de comprender es Judas. En realidad, Judas aunque es el número 12, va ser el 13 de los discípulos [46], es decir, se sale de la Docena que representa a Israel y los miembros de la Gran Iglesia cristiana, “psíquica”, que sólo a medias entiende al Revelador.

El mundo y la Gran Iglesia están formados por tres clases de hombres espirituales, psíquicos y carnales [53]. La doctrina tradicional de la Iglesia, la que practican todos sus miembros pertenece a los hombres intermedios, no gnósticos, los psíquicos, que no entienden del todo la revelación. Los discípulos, que son un adelanto de los futuros fieles cristianos simples, incluso se enfadan con Jesús porque éste se aparta un tanto de ellos [34].

Jesús/Revelador se ríe [34/55] de sus doctrinas y de sus ritos. Se mofa de la eucaristía [34], se ríe del bautismo [55/56]. Jesús tiene también durísimas críticas contra los “sacerdotes”, que simbolizan tanto a las autoridades y al pueblo judío –del templo de Jerusalén, los que veían los discípulos cuando vivían con Jesús—, como a los sacerdotes de la Gran Iglesia, no gnóstica. Todos ofrecen sacrificios (crítica a la eucaristía [38/39]), son asesinos y homosexuales [39/55], y están en realidad controlados por los astros/ángeles inferiores que son ángeles malos del Demiurgo: [40/55].

Los espirituales, gnósticos o conocedores están representados por Judas, y no están bajo el control de del Demiurgo [46/47] ni de sus ángeles. Son la gran generación que procede de Adán y de Set, cuyo espíritu es anterior a los cielos, tierra y ángeles y es consustancial con Dios: [57]. Como descendientes de Set, los espirituales reciben la revelación toda [57] personificados en Judas.

Jesús habla con Judas separadamente [35/36] y le revela a él solo los misterios del reino de Dios. Jesús sólo quiere estar con los espirituales. A veces se aparta de los discípulos, “psíquicos", que no entienden nada, y aprovecha para irse un momento al cielo y reunirse con los seres espirituales que están allí. Luego vuelve a la tierra [37].

Judas traiciona a Jesús por expresa indicación de éste. Con ello cumple la voluntad del Revelador, pero en realidad sólo entrega a los sacerdotes, representantes del Demiurgo, el cuerpo aparente del Revelador [56]. Con ello se sobrentiende que se realiza la salvación, que ya no puede ser impedida por el Demiurgo y sus agentes.

Luego Judas será alabado por las subsiguientes generaciones de gnósticos y conocedores mientras que los hombres corrientes e ignorantes lo despreciarán como el traidor.

Aunque conociéramos sobradamente todas estas doctrinas, que se reflejan en el Evangelio de Judas, el descubrimiento de este códice que contiene un texto para muchos tan sorprendente supone un acontecimiento fundamentalmente filológico. El texto viene a ratificar la existencia conocida a partir de citaciones indirectas de un texto que “rehabilita” la figura del traidor y que vuelve a poner sobre el candelero la existencia de otros cristianismos que con el tiempo se han desvanecido casi totalmente.

Como aportación al conocimiento filológico, contribuye en primer lugar el nuevo texto a la historia material de la literatura en lengua copta, como códice temprano en papiro, conservado en su formato original… en esa lengua, pese a lo dañado que nos ha llegado. El “Evangelio” contribuye, además, al estudio de las comunidades gnósticas en Egipto. En este caso, puede tratarse de un grupo localizado algo más al sur que la ya conocida comunidad de Nag Hammadi, e implica una extensión geográfica más amplia de los seguidores de las creencias gnósticas.

Sin duda, como fenómeno mediático, la propaganda concedida al descubrimiento del códice Tchacos es en parte engañosa. Debemos recalcar que no se ha descubierto nada sustancialmente nuevo ni hay que revisar ningún aspecto del dogma o de la historia del cristianismo primitivo y el de hoy a raíz de la aportación de este texto. Ya fue declarado herético en el siglo II y no hay por qué reabrir este expediente. Sin embargo, es siempre satisfactorio revisar las ideas establecidas y fosilizadas, y considerar las motivaciones de los acontecimientos que marcan nuestra historia y nuestras creencias.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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