La helenización de Judea en el siglo de Jesús de Nazaret


Como verá el lector a continuación, es impresionante cómo el mundo griego había invadido, en el siglo del nacimiento del cristianismo, el territorio de Israel. La cuestión tendrá su importancia si alguna vez planteamos el tema de las posibles influencias en Jesús del modelo del filósofo cínico, no sólo en cuanto a su indumentaria exterior, sino sobre todo en su comportamiento y en su ética. Es sabido que algunos estudiosos del siglo XX han hablado de un “Jesús cínico”.

Para esta visión de conjunto utilizo los materiales –en líneas generales cito resumiendo un poco- de la Profesora Rosa María Aguilar, en su capítulo “Judaísmo y helenismo en el siglo I de nuestra era” del libro Biblia y Helenismo, páginas 209-233, que resumiré en un par de “posts”. Vaya en su honor este resumen, pues acaba de jubilarse.


1. La lengua. En griego el verbo hellenídsein, literalmente "helenizar", seguía teniendo por esta época un significado referido a la lengua y quería decir tan sólo ‘hablar griego’. Hay que llegar a etapas más tardías como los siglos III y IV de nuestra era para que hellén tenga el sentido de ‘pagano’. Por eso en el s. I los judíos ‘helenísticos’ y los judíos ‘cristianos’ son los que poseían el griego como lengua materna frente a los judíos de Palestina o los de la Diáspora de Babilonia, que hablaban arameo. En ese contexto menciona Lucas en los Hechos de los Apóstoles a los helenistai (“helenistas”) y a los hebraioi (“hebreos”), aunque el escenario sea en este caso Jerusalén donde, como acabamos de recordar, el griego se había establecido firmemente hacía ya más de trescientos años, cosa de lo que se encuentran testimonios en diferentes puntos de Palestina y de la que también hablan los hallazgos de papiros.

El griego no sólo era una lengua aceptada en la costa de Fenicia y en las ciudades de fundación macedónica del interior, sino también en las áreas habitadas por judíos y samaritanos, de suerte que Judea, Samaria y Galilea eran comunidades bilingües, e incluso trilingües, pues el hebreo era la lengua sagrada, el arameo la lengua vernácula del pueblo y el griego la lengua del comercio y la administración.

Dentro del apartado la lengua es importante la numismática, porque las monedas eran de uso del pueblo, el cual debía entender bien lo que en ellas estaba impreso. El rey Alejandro Janneo (103-76 a.C.), quien era también sumo sacerdote y pertenecía a la dinastía asmonea, acuñó moneda con inscripciones en griego por una cara y en hebreo por la otra. Su nieto Matatías Antígono —notemos en los nombres de ambos cómo una parte es helena— hizo igual durante su lucha desesperada contra Herodes (el Grande) y los romanos entre 40-37 a.C.

Con Herodes el Grande se llegó a que las inscripciones en pesos y medidas judíos estuvieran solamente en griego y lo mismo hicieron sus hijos y ocurrió con los procuradores romanos. Tan sólo se reaccionó contra esta práctica en las rebeliones de 66-70 y de 132-195, que es cuando se encuentran las inscripciones en hebreo.

Otro rasgo de la penetración del griego en la vida diaria lo ofrecen las inscripciones. Se han descubierto bastantes de inscripciones públicas de la época del segundo Templo. Las más famosas son las que prohiben a los gentiles traspasar los recintos interiores del Templo (Corpus Inscriptionum Judaicarum 2,1400). Además las tumbas han aportado más datos epigráficos con un tercio de los epitafios en griego.

El griego empleado denota más un conocimiento del habla diaria que de la lengua en sus aspectos gramaticales y literarios y, sin embargo, un dato significativo es que este uso del griego no era sólo privativo de las clases altas sino también de las clases bajas judías.

Y los nombres de lugar, poco numerosos, indican que los allí sepultados no provenían solamente de la Diáspora sino de Alejandría, de Cirene, de Italia y de bastantes sitios de Palestina.

Este dominio de la lengua griega en los siglos I antes y después de Cristo debe contemplarse a la luz del significado de la ciudad de Jerusalén que, en la época de Herodes y luego de los procuradores romanos hasta la guerra judía, era una verdadera metrópolis internacional, no sólo una capital religiosa para los judíos de la Diáspora sino asimismo un centro de atracción para los griegos educados.

2. La arquitectura. En paralelo al uso de la lengua corre el empleo de la arquitectura en la construcción de nuevos edificios que hicieron de Jerusalén una ciudad equiparable a otras ciudades helenísticas o incluso superior. Las excavaciones han dado cuenta de este otro aspecto de la helenización de Judea y son el correlato del hallazgo de inscripciones o papiros en el campo de la lengua. En la ciudad vieja judía de Jerusalén y en el monte del Templo se han hallado restos que informan bien de ello.

Se encuentran pinturas del segundo estilo pompeyano en las paredes de palacios privados que hablan elocuentemente de la asimilación de las clases altas judías a la cultura griega y también ha habido hallazgos de capiteles de estilo jónico y corintio de gran belleza y perfección. La tumba de Jasón, en estilo dórico, tiene en sus paredes muchos graffiti y uno en griego al estilo de un epitafio helenístico que dice “Goza mientras vivas”. Otro ejemplo conocido desde más antiguo es el de las tumbas en el valle del Cedrón, para algunos helenísticas pero probablemente herodianas.

3. La literatura judía en griego. la civilización helenística actuando a través de todas las fundaciones greco-macedónicas de ciudades y colonias, y también por medio de las ciudades helenizadas de Palestina y Transjordania, hizo surgir una notable pléyade de autores semitas que escribieron sus obras en griego desde el s. II a.C. en adelante.

De la siria Gádara, al sur de Galilea, proceden un notable número de escritores y filósofos. De allí era en primer lugar el cínico Menipo (IV-III a.C.), el inventor de la sátira, que luego serviría de modelo a Luciano. También procedían de allí (II a.C.) Meleagro, fiel seguidor de la epigramática alejandrina, que llamó a su ciudad la “Atenas de Siria” y (I a.C.) el epicúreo Filodemo, quien también practicó el género del epigrama, si bien le conocemos más por su biblioteca hallada en Herculano, cuyos papiros se van conociendo gracias a las laboriosas ediciones de los estudiosos napolitanos desde hace años. Menos conocidos son Teodoro de Gádara que fue preceptor de Tiberio y vivió a finales del I. d.C. y el filósofo cínico Enomao de comienzos del II d.C., quien probablemente influyó en el Talmud y es citado por Eusebio de Cesarea en su Preparación Evangélica, donde éste reproduce algunos pasajes de interés de la obra de Enomao.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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