La edición crítica del Códice Tchacos (II)

Hoy escribe Fernando Bermejo

El primero de los textos conservados en el Códice Tchacos, y que ocupa la mayor parte de las primeras nueve páginas del manuscrito, es el titulado La carta de Pedro a Felipe. El título aparece en forma de subscriptio, es decir, colocado al final del texto. Este escrito es una versión de una obra ya conocida, pues el segundo y conclusivo escrito del códice VIII de Nag Hammadi se titula precisamente La carta de Pedro, que él envió a Felipe, que ocupa las últimas nueve páginas de ese códice. Así pues, siendo extensión y contenido equiparables, resulta claro que estas dos obras representan dos versiones, ligeramente distintas, de la misma obra.

La carta de Pedro a Felipe fue con toda probabilidad compuesta originalmente en griego en algún momento de finales del s. II ó comienzos del s. III; más tarde fue traducida al copto. El lugar de composición se desconoce: Siria o Alejandría son posibilidades lógicas para el origen de los textos gnósticos.

Lamentablemente, La carta de Pedro a Felipe del códice Tchacos se conserva de modo muy fragmentario, pues faltan las partes inferiores de casi todas las páginas, además de haber algunas otras pequeñas lagunas. Aun así, la obra presenta un gran interés, también por las variantes que ofrece respecto al texto de Nag Hammadi, lo cual proporciona la posibilidad de efectuar un estudio comparativo de la tradición textual de la obra. Aunque algunos de los aspectos de esta comparación –los de tipo lingüístico– sean de interés únicamente para los coptistas y especialistas en gnosticismo, otros son apreciables para cualquier interesado en la evolución de las doctrinas cristianas.

Ambos textos –el del códice Tchacos y el de Nag Hammadi– son, como hemos dicho, versiones de un escrito cristiano antiguo. Este escrito es presentado como una carta petrina, y así forma parte, junto con varias otras cartas (las dos cartas católicas de Pedro en el Nuevo Testamento, la Epistula Petri al comienzo de las PseudoClementinas, etc.) como una parte del corpus epistolar atribuido a Pedro. De todos modos, las típicas convenciones epistolares –identificación del remitente y el principal destinatario y sus compañeros, saludo…– se limitan a la primera página del texto, que no vuelve a hacer mención de la carta. En realidad, la carta proporciona la ocasión para que Felipe y los apóstoles se reúnan y escuchen los discursos de revelación pronunciados por el Cristo resucitado en el resto del tratado.

Una de las variantes significativas que presenta el códice Tchacos en relación con la versión de Nag Hammadi es que, después de que Jesús dice –con palabras que evocan claramente el evangelio de Juan 1, 1-18- que ha venido a los suyos, se inserta un añadido en el que se especifica a quién tiene Jesús en mente cuando habla de “los míos”. Las palabras del texto comunican a los apóstoles y a los lectores que “eso es lo que vosotros sois” (5, 2). Las implicaciones de la salvación de aquellos que pertenecen a Jesús son profundas, pues éste concluye que a través de la salvación de quienes, estando en este mundo, le pertenecen, los propios eones –es decir, las entidades espirituales, que hasta el momento estaban afectadas por la negatividad ocasionada por el comportamiento errático de la Sofía pleromática– son restaurados en su compleción y perfeccionados (5, 6-9). Aquí aparece una idea típica de varias corrientes gnósticas: sólo a través de la salvación del pneuma humano el Pleroma divino puede ser restaurado en su integridad y salvado. La dignidad que esto confiere a los pneumáticos es extraordinaria, y presenta una sensible diferencia con respecto a las concepciones antropológicas de una Gran Iglesia en la que –a través de la idea de creatio ex nihilo y del empecatamiento del sujeto– se subraya la distancia ontológica y axiológica entre la divinidad y la humanidad. Las diferencias entre la religiosidad y la piedad que se derivan de las distintas concepciones son obvias.

El texto que nos ocupa presenta también considerable interés en lo que respecta a su concepción de la crucifixión. Antes del descubrimiento de la biblioteca de Nag Hammadi se tendía a pensar que en la formación del pensamiento del denominado gnosticismo cristiano la crucifixión de Jesús jugó un papel mínimo, y que en todo caso las referencias a esa crucifixión debían ser interpretadas en un sentido doceta (sólo en apariencia Jesús habría sufrido y muerto). Mientras que la versión de Nag Hammadi reza “Jesús es un extraño a este sufrimiento” el texto del códice Tchacos dice “Jesús es un extraño a la muerte” (8, 2-3). Esto ha sido interpretado por algunos comentaristas como una expresión de docetismo; si así fuera, existiría una clara tensión cristológica en el escrito, en el cual Pedro confiesa también de manera clara la pasión y la muerte de Jesús. Sin embargo, es posible que la frase mencionada no exija necesariamente una interpretación docetista. Por ejemplo, “Jesús es un extraño a la muerte” podría significar que Jesús sufrió y murió por otros, pero que esencialmente era un ser que –de no ser por su actividad substitutoria– no merecía haber sufrido y muerto (una idea que aparece en otros textos gnósticos, como la Interpretación del Conocimiento y el Tratado Tripartito). Sea como fuere, la Carta de Pedro a Felipe es otro testimonio de la complejidad de las reflexiones gnósticas sobre la figura de Jesús.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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