La concepción de los demonios y la helenización de Israel



¿Qué cambio ocurrió en la teología y la literatura religiosa judía de estos siglos inmediatamente anteriores al cristianismo para que casi de repente nos encontremos con concepciones que se hallan ausentes del resto del Antiguo Testamento? Vamos a intentar describir este nuevo panorama.

Como saben los lectores de este blog, la entrada de Israel en la órbita del Helenismo hizo que la mentalidad religiosa de los judíos cambiase forzosamente. Destacamos tres que nos interesan en este momento:

1. Comenzaba un lento proceso de cierre del cuerpo de Escrituras sagradas, que conformaban y moldeaban al pueblo israelita salvaguardando su identidad frente a los egipcios, por un lado, y los griegos o sirios por otro.

2. Se consolidaba ya en este momento una idea singular: desde la época del rey Artajerjes II (404-358 a.C.; en su reinado emprende Esdras, hacia el 398, la reforma religiosa de Israel y la implantación de la ley de Moisés como constitución del pueblo) piensan los judíos que Dios ha cesado de inspirar regularmente a los profetas en Israel. La revelación ha llegado a su culmen y todo lo que debía Dios mostrar “oficialmente” ha sido mostrado. De ahora en adelante los escritos que se presenten como “voz de Dios” tendrán carácter privado, no público o dirigido a Israel entero.

3. A la vez se iban formando en el pueblo de Israel grupos de "piadosos" que continuaban haciendo teología, que iban escribiendo obras religiosas nuevas que de algún modo modificaban y complementaban la herencia religiosa recibida de los libros santos, la Ley, los profetas y otros autores sagrados.

Esta literatura es la que llamamos, por una parte, libros tardíos del Antiguo Testamento -compuestos en esta época helenística, como el Eclesiastés, el Eclesiástico, Judit, Tobías-, y por otra Apócrifos del Antiguo Testamento –todo el ciclo en torno al “profeta” Henoc, por ejemplo-. A este grupo doble de escritos (redactados entre los siglos IV/III a.C. y los momentos del nacimiento del cristianismo) debemos ahora dirigir nuestra mirada para seguir indagando en los orígenes de las creencias judías sobre el Diablo y los demonios.

Esta literatura religiosa, en especial el segundo grupo, los apócrifos veterotestamentarios, son de una importancia fundamental para conocer el pensamiento religioso del judaísmo en los siglos inmediatamente anteriores al cambio de era, al nacimiento de Jesús de Nazaret. Es sabido que en este conjunto de escritos desempeñan un papel importantísimo las concepciones apocalípticas, es decir las revelaciones de la divinidad a algunos individuos sobre los momentos finales del mundo (señales, antecedentes, actuación de la divinidad, papel de Israel).

En unos momentos en los que la situación política de Israel se hacía cada vez más onerosa al estar continuamente dominada por soberanos extranjeros (persas, griegos, romanos), parte de estos "piadosos" producen una literatura teológica que se ocupa con gusto de esos momentos finales en los que Yahvé liberaría al pueblo elegido de todo yugo. Y respecto a la demonología lo importante es los siguiente: en estos libros -y por influencia quizás de la mentalidad racionalista de los más cultivados de entre los griegos- la divinidad se concibe como más lejana, más trascendente, más inaccesible para el ser humano. La imagen de Dios se va haciendo cada vez más lejana.

Pero, en compensación, el mundo entre los hombres y Dios se siente cada vez más como poblado por seres intermedios, espíritus buenos y malos. El vacío dejado por la lejanía de Dios se llena en la teología judía helenística con miríadas de ángeles, que hacen de intermediarios entre el Dios lejano y el ser humano.

Si respecto al Antiguo Testamento habíamos observado que sus autores eran más bien parcos al hablarnos tanto de los servidores de la divinidad, los ángeles, como sobre todo del enigmático ser que aunque subordinado a la divinidad actúa como un principio anti Dios, ahora en esta producción literaria tardía o apócrifa del Antiguo Testamento observamos que la demonología y la angelología adquieren un enorme desarrollo.

En orden a la claridad vamos a seguir separando en nuestra exposición a Satán y a los demonios, porque hay textos de esta época que siguiendo la tradición de los antiguos estratos de la Biblia hebrea aún los distinguen entre sí. Les seguiremos la pista hasta el momento en el que veamos que las concepciones de base de los dos grupos principales de espíritus malvados, los satanes y los demonios, van confluyendo y unificándose.

De la maraña de textos apócrifos del Antiguo Testamento se deduce que hacia el s. II a.C. los judíos distinguían tres categorías de "malvados espíritus":

1. Unos eran los "satanes", ángeles que se insurreccionaron contra Dios, distintos de los demonios.

2. Ángeles decaídos de su estado particular angélico bueno por haberse unido a las hijas de los hombres.

3. Unos "espíritus malos" o demonios propiamente tales que habían sido engendrados por esa unión (número 2) de los ángeles con las mujeres.

En días sucesivos hemos de detenernos en la descripción de estos tres tipos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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