Mujeres en los Hechos de Andrés. Ifidama (y II)



Escribe Gonzalo del Cerro

Ifidama, la mujer discreta

Como suele ocurrir en los que destacan en los segundos puestos, Ifidama era mujer de largos hechos y palabras cortas. Cuando Maximila la envía con algún mensaje, no pregunta ni replica, actúa. Y nunca se nos comunica el objeto de su mensajería, a no ser de forma puramente referencial. Las únicas palabras que el narrador pone en boca de Ididama son íntimas y silenciosas dirigidas a Jesús. Enviada por Maximila a la prisión donde estaba Andrés, investiga sobre el lugar y el alboroto que reina en los alrededores. Pero no se nos transmiten las palabras del diálogo. Solamente tenemos la respuesta que ella recibe. Es entonces cuando leemos sus únicas palabras recogidas en el Apócrifo: "Jesús, por favor, entra conmigo junto a tu siervo" (HchAnd 28, 2). En las restantes ocasiones el autor ofrece el contenido de su mensaje, pero nunca mediante sus palabras.

Cuando conocen las dos mujeres la enfermedad del criado de Estratocles y el desconsuelo del amo, Maximila le dedica una exhortación de tono muy optimista, cuyo núcleo es que Andrés curará al enfermo. De Ifidama dice el texto que "repetía lo mismo" tratando de poner freno a la creciente desesperación de Estratocles (HchAnd 2, 2). "Vete, hermana mía, junto al bienaventurado", le dice Maximila. "Ve, Ifidama, en el nombre del Señor", le reitera cuando el Apóstol ha sido ya encarcelado. Como señora que habla a su sirvienta, las palabras de Maximila dirigidas a Ifidama son ordinariamente imperativos, que la fiel mujer ejecuta con amable lealtad (HchAnd 15. 27). De Ifidama se recogen gestos y actitudes, pero nunca palabras. Eso sí, el narrador da cuenta de que la silenciosa mujer ha cumplido el encargo. Por ello sabemos que Ifidama cuenta "todo lo que, referido a ellas, Andrés le ha dicho en la cárcel" (HchAnd 30, 1).

Ifidama estaba evidentemente al corriente de todo el asunto de Euclía, la criada que Maximila empleó como sustituta en el lecho conyugal. Cuando los criados fingen cariño hacia su señora en la esperanza de recibir algún detalle de su largueza, Maximila "llamó a Ifidama y le dijo: “Demos a éstos lo que se merecen”". Como vemos en este comprometido pasaje, Ifidama era confidente, cómplice quizá de Maximila (HchAnd 21. La discreta mujer asintió en silencio, como lo demuestra el hecho de que su ama ejecutó inmediata y generosamente su plan.

Luego, una vez que los hechos se habían precipitado, y Egeates había decidido crucificar al Apóstol, Maximila se dirige "a la prisión en compañía de Ifidama". "En compañía de Ifidama", era el sintagma corriente y repetido que sirve para definir la actitud de la joven sirvienta hacia su señora (HchAnd 46, 2). Es la última mención que de ella se hace en el relato, un relato que toma la forma de monólogo a cargo de Andrés. Suponemos que Ifidama estuvo presente al discurso final del Apóstol, pronunciado desde la cruz, porque allí "estaban todos los hermanos y Maximila, llenos de alegría" (HchAnd 60, 2). Ante la falsa alarma sobre la eventual liberación del mártir, Ifidama no sólo callaba, sino que el mismo narrador silenció su nombre.

Ifidama, la "muy fiel"

La lealtad es una de las virtudes que más se aprecian en nuestra sociedad. Muchas ciudades presumen de ella en sus escudos y blasones. Quizás ocurra con ella lo que con los precios en la ley de la oferta y la demanda. Escasea una mercancía, sube su precio. No es muy corriente encontrar personas que sean a la vez generosas y desprendidas, que se afanen por el bien de sus prójimos y se olviden del suyo propio. Eso y así es Ifidama en el relato de los Hechos de Andrés. Es posible que en su sociedad y en su época, su posición social no le diera otras opciones para afirmar o realizar su propia personalidad. Pero su aceptación de papel secundario en el teatro de la vida, su discreción en medio de los torbellinos de las intrigas, su lealtad la hacen acreedora al título de "la muy fiel". La expresión es del mismo narrador de los Hechos.

Maximila le confió el encargo delicado de ir a buscar la prisión, donde se hallaba recluido el Apóstol. En otra ocasión paralela, cuando Maximila necesitaba de la oración -y del poder- de Andrés frente a las pretensiones de Egeates, Ifidama, "sin detenerse, se fue corriendo" (dromáia: HchAnd 15, 1). Entonces el relato dice que "puso manos a la obra con fidelidad" (pistôs). Y añade a continuación que permaneció esperando una hora "la muy fiel (pistotáte) Ifidama". De ella dice Andrés que estaba "vigilante junto con su señora". Las expresiones del texto destacan esta actitud diligente de Ifidama: "fue corriendo", "con fidelidad", "la muy fiel", la "vigilante" (HchAnd 28. 29).

Ella fue, como hemos dicho, la que guió a Maximila hasta el Apóstol. Había descubierto las insondables lejanías del personaje y quiso hacer a su señora partícipe del nuevo reino prometido, un reino que acabaría precisamente borrando las fronteras entre señores y criados. Y así parece que ya ha ocurrido en cierta medida entre Maximila e Ifidama. Por eso, sus movimientos son, más que paralelos, idénticos. Ifidama es, al lado de Maximila, destinataria de noticias, mensajes, doctrinas. Ifidama acepta y hace suyas las palabras de su señora; colabora con los gestos y actitudes de Maximila prestándole su apoyo o su silencio; escucha las insolencias de Egeates y permanece sin una palabra de justificación ni rechazo al lado de Maximila. Ifidama, en una palabra, participa de los mismos sentimientos y recibe calificativos en común con su señora. Como ella es "caritativa y piadosa" (HchAnd 29, 2), o está "llena de júbilo" (HchAnd 10, 1) y se siente "gozosa en el Señor". Era la de Ifidama una modélica simbiosis con la peripecia de su señora (HchAnd 32). Su silencio, solidario o cómplice en el caso de Euclía, la hace merecedora, hasta cierto punto naturalmente, de los mismos apelativos y reproches de los que es acreedora Maximila. Una vez descubierta la superchería de la sustitución, Maximila no levantó su voz para explicar o justificar su conducta. En consecuencia, Ifidama llevó su fidelidad para con su señora hasta el punto de callar incluso cuando vio que la más débil cargaba con todas las deudas del desaguisado. El mismo Andrés llevaba tan asociada la imagen de las dos mujeres que, cuando vio a Ifidama en la cárcel, pensó en las dos, oró por ellas y preparó la estrategia para un próximo encuentro (HchAnd 29, 3).
Con mis cordiales saludos. Gonzalo del Cerro
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