La imagen del Diablo judío y la historia de las religiones



Escribe Antonio Piñero

Los historiadores de la religión han discutido mucho qué influencias de religiones externas contribuyeron al desarrollo de la imagen del Diablo entre los judíos de estos siglos anteriores al surgimiento del cristianismo. Los “posts” del principio de esta serie se hacían eco de los posibles antecesores a esta imagen del diablo en los países influyentes del entorno: Egipto, Mesopotamia y Persia.

Ahora bien, de entre todas las que hemos señalado anteriormente, parece ser la religión irania la que se lleva la palma cuando se habla de influencias. Tanto en la literatura judía apocalíptica como en los escritos de Qumrán se perciben notables concomitancias sobre todo con el zoroastrismo –la forma quizá más importante de la religión irania, que toma su nombre de su reformador Zoroastro: (¿siglos VI-IV a.C.?)-.

En ambos sistemas religiosos el Diablo se halla al frente de un ejército de demonios, o espíritus malvados, ordenados en diversos rangos jerárquicos. En las dos religiones el Diablo aparece asociado a la serpiente a los dragones. Las funciones perversas de Ahrimán se ven parcialmente reflejadas en las acciones del Diablo judío: acusar, seducir, llenar el mundo de cosas malas y molestas para la humanidad.

En los dos sistemas, el universo todo se halla dividido en dos bandos: el de la luz y el de las tinieblas, ensartados en una lucha a muerte, sin cuartel. Pero al final, en ambos pensamientos religiosos, cuando más poderoso parece el imperio del Príncipe de las Tinieblas, se da una batalla en la que éste resulta derrotado; es arrojado a los abismos de la tierra y queda allí inmovilizado, perpetuamente condenado.

Existe, sin embargo, una diferencia sustancial entre los dos sistemas religiosos. En Irán el principio del Mal es independiente, tiene prácticamente la misma potencia que el Espíritu del Bien. Ahrimán, es además, un dios creador que se complace en crear sólo lo malo. En la religión israelita, por el contrario, el Diablo no es una divinidad creadora y está siempre subordinado a Dios. El dualismo hebreo es, pues, secundario, y no tan completo como el iranio. Pero, en la práctica, los judíos concebían al Diablo ya en esta época anterior al cristianismo como un ser que actúa de hecho casi independientemente de la divinidad. De este modo el dualismo atemperado de los israelitas es, en realidad, casi de la misma tonalidad que el iranio.

Ejemplo: la Vida de Adán y Eva

Para ilustrar estos extremos, en especial al esfuerzo por simplificar las complejas ideas sobre el Príncipe del Mal que lleva a cabo el pensamiento israelita, veamos ahora, como ejemplo, un escrito judío del s. I de nuestra era, varias veces citado, la Vida de Adán y Eva (los lectores pueden encontrar el texto en Apócrifos del Antiguo Testamento, Cristiandad, Madrid, volumen II, pp. 319-353). Consideremos de modo muy sucinto su demonología y contrastémosla mentalmente con la más complicada que hemos ido exponiendo hasta este momento.

Para el anónimo autor de la Vida de Satanás porta siempre el nombre de Diablo; prácticamente ha perdido el sentido antiguo de acusador ante Dios y se ha concentrado en ser el "enemigo", la oposición perpetua al ser humano. La hostilidad del Diablo respecto a Adán es anterior a la tentación en el paraíso y se explica, como ya hemos visto, por una profunda envidia del Espíritu Maligno respecto a Adán que provoca el acto de desobediencia ante el mandato de Dios. La aversión entre el Demonio y el hombre se traduce en una continua lucha. Mas bien se trata de una venganza demoníaca por haber perdido su trono celeste por culpa de haberse negado a adorar a Adán.

Una variante del texto afirma que hubo también un cierto componente sexual en la desobediencia demoníaca. Al Diablo le gustó Eva y sus deseos por ella le condujeron a rebelarse. La lucha, el engaño del ser humano los intentos continuos de seducción no tienen más fin que introducir en el mundo el deseo inmoderado, sexual, la fuente de toda perdición. El Diablo pone en juego todos sus poderes, en especial la facilidad de disfrazarse en otras personas o usar las palabras torcidas de otros para engañar. Veamos un texto de la Vida de Adán y Eva (versión latina): Eva está haciendo penitencia, desnuda, metida dentro de las frías agua del río Tigris.

En ese momento Satanás, su enemigo, se transformó en un ángel resplandeciente y se fue al río Tigris, donde se encontraba Eva. Al verla llorar con un dolor tan enorme, también él se echó a llorar. Acto seguido le dijo:
- Sal de ahí, vuélvete, descansa (no hagas más penitencia) y no llores más. Deja ya tu tristeza que tanto te abruma… todos los ángeles y yo hemos implorado a favor de vuestra aflicción..
Salió, pues, Eva del agua; su carne estaba como la hierba por los rigores del agua. Pero al ponerse a caminar (junto al Diablo disfrazado) se desplomó… El Diablo la levantó del suelo y junto con él camino Eva hasta Adán.
Éste al verlos exclamó:
- Eva, ¿dónde están tus rigores penitenciales? ¿Cómo te dejaste seducir por tu Adversario, el que nos apartó de la morada del paraíso?
Eva, al oír esto, cayó en la cuenta de que el Diablo la había seducido, persuadiéndola a que saliera del río… Exclamó:
- ¡Ay de ti, Diablo, que no dejas de acometernos con tamaña dureza! ¿Qué tienes que ver con nosotros? ¿Qué hacemos para que nos persigas con tanto engaño?...

En concreto, en el caso de la serpiente del paraíso, el Diablo se había introducido dentro de su cuerpo para seducir a Eva con mentirosas palabras. Curiosamente, en este escrito apócrifo, el Diablo puede actuar también como se pensaba entre judíos y cristianos en los siglos I y II de nuestra era que hacía el Espíritu dentro del cuerpo de los profetas: se mete dentro del cuerpo de la serpiente y utiliza sus órganos fonadores para modular las seductoras palabras que le convienen.

Como puede observarse, en la Vida (judía) de Adán y Eva, no hay más que un Satán y una clase de demonios con una actuación y funciones que no resultan nada extrañas para un ambiente cristiano.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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