Nueva revista de ciencias de las religiones


Hoy presentamos una nueva revista, la de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones, que con periodicidad anual publica desde 2007 la Editorial Trotta. Pienso que no hay mejor sistema de presentación a nuestros lectores que, por una parte, utilizar las palabras de su director, Francisco Díez de Velasco y, por otra, ofrecer un breve resumen de los artículos que en ella aparecen basándonos en las síntesis ofrecidas por sus mismos autores.

La Sociedad Española de Ciencias de las Religiones aúna a un colectivo especializado y de carácter multidisciplinar, formado por investigadores que buscan en España promover el estudio de la historia de las religiones y el fenómeno religioso en los centros universitarios y de investigación. Su revista es el medio por el cual estas investigaciones ven la luz pública y se extiende hasta el alcance de un público más amplio.

Esta revista nace como una publicación de carácter multidisciplinar, que acoge muy diversas sensibilidades y orientaciones, que dirigen sus investigaciones hacia el interesante tema de las religiones desde una óptica científica, no confesional, no religiocéntrica. Aunque toda investigación aséptica parece imposible, pues está orientada –aun sin pretenderlo por unos presupuestos previos- el intento de objetividad queda claro.

El primer volumen es misceláneo y resulta un ejemplo de la vocación de esta revista, pues incluye trabajos que tratan desde las religiones de la antigüedad hasta las del mundo actual, desde las perspectivas históricas o filológicas hasta las jurídicas, filosóficas, sociológicas o artísticas. Ofrece también instrumentos para reflexionar sobre la historia de la disciplina en España o los retos de la enseñanza de las religiones en el presente y el futuro.

La elección del nombre, Bandue, responde a este espíritu de variedad de opciones y perspectivas. Bandue es una divinidad prerromana de las que han quedado en torno a medio centenar de testimonios documentales. Su etimología es desconocida, aunque se han planteado diversas posibilidades: se trata de un vocablo celta, o quizá con mayor precisión galaico o lusitano. En la mayoría de los casos aparece como una divinidad masculina, pero en alguno, aunque raro, también como femenina. La investigación no sabe a ciencia cierta cuáles eran las funciones de esta divinidad: aparece como divinidad acuática o como protectora en la guerra o en la de tutela del ser humano en general.

Se ha dicho que se trata de una divinidad que ata, liga o interconecta, incluso que viene a equivaler con la función que en latín se dice religare, “unir”, “atar fuertemente”, que forma uno de los étimos del complejo mundo que llamamos religión. Precisamente esta falta de concreción y de especialización extrema hace que esta divinidad sirva de vínculo al carácter que anima a la Sociedad para el Estudio de las religiones.

Otra interesante hipótesis es la que interpreta a Bandue como una divinidad del limen, de los límites, tanto reales como mágicos, de los trances que se viven en los pasos de un estado a otro de la vida. Esta liminaridad es otra característica de los difuso, fascinante, numinoso de ese campo de estudio dedicado a la religión.

Como la empresa es ardua e interesante deseamos larga vida al colectivo de estudiosos y a la revista que les sirve de portavoz y estandarte, así como a la Editorial que asume con valentía la tarea de editarla y ofrecerla al público.

Y ahora, de acuerdo con nuestro propósito ofrecemos los resúmenes de los tres primeros trabajos que aparecen en la revista.

El primero es de Montserrat Abumalham, con el título “De la ignorancia al conocimiento ya la sumisión. De la Yahiliyya al islam”. En este texto se examinan los valores comúnmente atribuidos a los términos islam y yahiliyya y su interpretación, tratando de establecer las diferencias que existen entre su adscripción al dominio de lo temporal frente al significado que les corresponde en el dominio de lo espiritual

El significado común de Yahiliyya es el de “ignorancia”. Se refiere a la época de desconocimiento de la voluntad divina anterior a la época islámica. Islam, por su parte, conlleva ante todo la idea de “obediencia y sumisión”. “De este modo, la revelación divina dictada al profeta Muhammad es un momento de la historia que sirve de gozne entre dos épocas: anterior, yahiliyya, tiempo que podría ir desde la creación del mundo hasta el siglo VII de nuestra era, en el que los hombres –salvo excepciones como los patriarcas bíblicos Abrahán, Moisés, Jacob o José, profetas como Al-Jidr o Jesús- vivían en total desconocimiento de la voluntad divina y perdidos en la más absoluta de las barbaries, hasta que en ese siglo VII, Dios se manifiesta por medio del ángel Gabriel, elige nuevamente a un hombre entre todos y le comunica su voluntad. En esta época, en contrario de lo que había ocurrido anteriormente, muchos seres humanos parecen reconocer qué significa la palabra divina y aceptan ‘someterse’ a ella, pues Dios mismo les exige este sometimiento. Así la nueva era del sometimiento es la era del Islam”.

El segundo de José María Blázquez Martínez versa sobre “Orígenes y el monacato cristiano”. El Prof. Blázquez explica que las doctrinas de Orígenes, el mayor intelectual de la iglesia primitiva, dividieron al monacato cristiano. Jerónimo comenzó siendo partidario de las ideas de Orígenes y recomendaba su lectura a las mujeres que se dedicaban al ascetismo. Después se hizo furibundo adversario. La obra de Orígenes contenía algunas teorías muy discutibles y fue el origen de todas las herejías posteriores.

Jerónimo recoge en sus cartas las principales acusaciones a Orígenes de Epifanio de Salamina: sobre las almas; sobre la resurrección de los muertos; sobre los ángeles; sobre la salvación de los demonios; sobre la interpretación alegórica de la Biblia, etc. También recoge Jerónimo en sus cartas los errores de Orígenes, según Teófilo de Alejandría. Éste atacaba duramente a Orígenes, aunque leía sus obras en secreto. Esos errores versaban sobre el reino de Cristo; sobre la salvación del diablo; sobre las almas; sobre la resurrección de los muertos; sobre la condena del matrimonio, y sobre el modo cómo interpretaba la Biblia: el género alegórico como sitema de exégesis de los textos sagrados.

En los monasterios de Oriente estalló una gran lucha entre los partidarios y adversarios de Orígenes. Justiniano y los concilios participaron en esta lucha. Contrarios a Orígenes fueron los monjes: Saba, Eutimio, Juan Hesicasta, Ciriaco, Pacomio, Elogio, Conón, etc. Muchos monjes de Palestina y de Egipto fueron favorables a Orígenes. En Oriente, personajes importantes fueron seguidores de Orígenes, como Antonio, Atanasio, los Padres Capadocios, Juan Crisóstomo, Eusebio de Cesarea, Evagrio, y en Occidente, Hilario de Poitiers, Victorino, Ambrosio, Casiano, Paulino de Nola, Genadio, Sidonio Apolinar, entro otros de menor importancia.

Según Blázquez, apoyándose en M. Simonetti al referirse a la controversia origenista, el triunfo de la intolerancia –representado en la oposición cerrada y sañuda a Orígenes, significó en la época el triunfo del oscurantismo, “como sucede siempre en la Iglesia cristiana con la Inquisición; con la condena de los modernistas, que hoy no se sienten como herejes (como ha ocurrido con Orígenes); de la modernidad por los papas; de los teólogos jesuitas y dominicos por Pío XII y, en la actualidad, por Joseph Ratzinger, que ha laminado el pensamiento católico eclesiástico” (p. 33).

Mañana seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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