La Cábala (II) El desarrollo histórico de la Cábala


Hemos indicado en el post anterior que el desarrollo de la cábala tiene sus raíces mediatamente en los motivos místicos teosóficos y esotéricos de las obras apocalípticas -sobre todo apócrifos del Antiguo Testamento, a cuya mentalidad hemos nos hemos ya asomado- e inmediatamente en las corrientes esotéricas y teosóficas que existían entre los judíos de Palestina y Egipto en el siglo I de nuestra era. Al igual que la gnosis, la cábala comienza con especulaciones sobre Dios con una mezcla de religiosidad judía y de religiosidad mística del mundo helenístico.

Son de especial importancia las especulaciones del judaísmo palestino sobre la Sabiduría divina, imaginada como una entidad por sí misma –lo que se denomina técnicamente una hipóstasis-, más o menos personificada, y su contacto con los humanos. Esta afirmación trae de inmediato a la mente las especulaciones a este respecto del filósofo judío Filón de Alejandría (siglo I d.C.). Sin embargo, la mayoría de los estudiosos de la cábala afirma que tales especulaciones filosófico-religiosas de Filón sobre los misterios del ser divino y sus relaciones con el cosmos y con el hombre no ejercieron prácticamente influjo alguno en el desarrollo de la cábala en los momentos cruciales de los siglos II-V (época de colección y redacción de la Misná, primero, y del Talmud, después en sus dos ediciones, en las escuelas judías de Babilonia, y en las de Jerusalén).

Este hecho se explica sociológicamente con facilidad por cuanto que Filón fue rápidamente adoptado como suyo por los cristianos. Los Padres de la Iglesia admiraron el elevado tono de sus especulaciones y las exigencias morales de este judío de “alma naturalmente cristiana” (dicho así de Lucio Anneo Séneca por Tertuliano), por lo que preservaron del olvido sus obras y adoptaron muchas de sus interpretaciones exegéticas. De este modo pasó con Filón de Alejandría algo análogo a lo ocurrido con Flavio Josefo: los judíos prefirieron ignorarlo muy pronto porque los cristianos hicieron de él en algún sentido su primer gran teólogo.

Restos históricos consistentes -por ejemplo, sentencias de rabinos- de tono místico y especulativo sobre la vida interna divina y su relación con el justo, sobre todo israelita, comienzan a conservarse en el mundo judío partir del siglo II de la era común. Pero hemos dicho antes que las raíces mediatas de la cábala están en los elementos esotéricos de la apocalíptica judía precristiana. Permítaseme retroceder un momento hasta esos tiempos. Existen algunos textos del Libro I de Henoc, cuya forma actual es ciertamente precristiana,que son ilustrativos al respecto. Este Libro de Henoc (partes del cual se originó en el siglo III a.C.) es quizás el primer ejemplo de la corriente especulativo-mística dentro del judaísmo.

En el cap. 14 y otros más el visionario no sólo se ocupa de lo que Dios le revela sobre el fin del mundo y las guerras, desastres y terrores que le acompañan, sino que contempla también una parte de los misterios de la vida divina, el trono celeste y su Ocupante. También se le informa de la estructura del mundo oculto a los ojos: el ámbito celeste, el jardín del Edén, el Infierno o Gehenna, los ángeles buenos y malos, el destino de las almas, etc.

He aquí el primer texto que contiene una visión sobre la morada de Dios:

Me fue mostrada [por Dios] una visión así: He aquí que las nubes y la niebla me llamaban, el curso estelar y los relámpagos me apresuraban y apremiaban, y los vientos en mi visión me arrebataban raudos levantándome a toda prisa y llevándome al cielo. Entré hasta acercarme al muro construido con piedras de granizo, al que rodea una lengua de fuego… entré en la lengua de fuego y me acerqué donde está la Gran Casa… su suelo es de granizo y su techo como curso de estrellas y relámpagos… había fuego ardiente alrededor de las paredes… y he aquí que había otra casa… construida de lenguas de fuego… Miré y vi en ella un elevado trono, cuyo aspecto era como de escarcha, y tenía en torno a sí un círculo como sol brillante y voz de querubines. La Gran Majestad estaba sentada sobre él, con su túnica más brillante que el sol… y el aspecto del rostro del Glorioso y Excelso no puede verlo ningún hombre carnal (14,8ss)


En la época que consideramos como propia de los primeros pasos de la cábala -siglo I de nuestra era/comienzos del II- a alguno de los rabinos judíos interesados por el lado místico de la religión se le ocurrió que, además del Libro de Henoc y otros parecidos, en el texto bíblico, revelado, más cercano a este tema, debía haber también una cierta revelación de estos secretos. Pronto se llegó a la idea de que el texto clave debía ser el que describe el carro o trono de Dios (la merkabah) y la morada o palacios (hekhalot) donde Él vive, es decir, el capítulo 1 del Libro de Ezequiel. En las especulaciones en torno a este capítulo es donde debemos situar la consolidación de la corriente visionaria, mística y ascética que comenzó con os apocalípticos e inició su consolidación entre ciertos rabinos judíos que se afanaba por desentrañar los secretos divinos, y por transmitir la sabiduría conseguida. He aquí el texto de Ezequiel:

Y fue sobre mí la mano de Yahvé. Yo vi y miré. Vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego. Había en el centro como una forma de cuatro seres, cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. Tenía cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno… las caras de los cuatro estaban vueltas hacia los cuatro puntos cardinales… la forma de sus caras era la siguiente: era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda y los cuatro tenían cara de águila. Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto…

Entre los seres aparecían como brasas incandescentes, algo parecido a una visión de antorchas que se movían entre los seres… Vi que había unas ruedas en el suelo al lado de los cuatro seres. El aspecto de las ruedas era como el fulgor del crisólito. Tenían las cuatro la misma forma y parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra. Avanzaban en las cuatro direcciones y no se volvían al caminar. Su circunferencia parecía de gran diámetro y las llantas de las cuatro estaban llenas de ojos ¡, todo alrededor. Y cuando los seres avanzaban, avanzaban las ruedas junto con ellos… donde el Espíritu les hacía ir allí iban, y las ruedas se elevaban juntamente con ellos porque el espíritu de los seres estaban en las ruedas. Y sobre las cabezas de los seres había una especie de bóveda resplandeciente como el cristal extendida por encima de sus cabezas, y bajo la bóveda sus alas estaban rectas, una paralela a la otra.

Y oí el ruido de sus alas como un ruido de grandes aguas, como la voz de Sadday mientras caminaban, ruido de multitud como un ruido de batalla…

Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas había algo así como una piedra de zafiro en forma de trono, y sobre esta forma de trono por encima en lo más alto, una figura de apariencia humana. Vi luego como el fulgor del electro, algo así como un fuego que formaba una envoltura, todo alrededor desde lo que parecían ser sus caderas hacia arriba; y desde lo que parecían ser sus caderas hacia abajo vi algo así como fuego que producía un resplandor en torno semejante al arco iris que aparece en los días de lluvia. Tal era este resplandor todo en torno. Era algo como el aspecto de la forma de Yahvé. A su vista caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba. 2,1 Me dijo: Hijo de hombre; ponte en pie que te voy a hablar…” (Ez 1, 3ss)
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Al principio las reflexiones y meditaciones en torno a este texto no aspiran a comprender la verdadera naturaleza de Dios, sino sólo a llegar a tener una percepción del trono de Éste y del ámbito divino, es decir, el conocimiento de los misterios del mundo en torno a Dios. Estas especulaciones dieron lugar a toda una literatura que en hebreo se denominó ma’aseh merkabah, literalmente “las obras de la merkabah o del carro”.

Muy pronto comenzaron a cristalizar junto a estas reflexiones otras de corte cosmogónico, es decir, las que pretendían indagar en el cómo de la creación y en los misterios de ella. Estos “conocimientos”y las obras que se compusieron para exponerlos se denominaron ma’aseh bereshit (“obras de la creación”). De estos secretos habla otro texto del “profeta” visionario Henoc:

Vi las cámaras de todos los vientos y vi cómo con ellas adornó Dios a toda la creación; vi los fundamentos de la tierra. Vi la piedra angular de la tierra, los cuatro vientos que la sostienen y el fundamento del cielo. Vi cómo los vientos extienden la bóveda celeste y están entre el cielo y la tierra; éstos son los pilares del cielo… (Libro I de Henoc 18,1ss)


Que ambos ámbitos de especulaciones y sus obras correspondientes existían con toda solidez en los siglos II-V (épocas de composición de la Misná y del Talmud) lo sabemos por sentencias e historias de rabinos de esta época. Por ejemplo el “fundador” del judaísmo rabínico, padre y madre del actual judaísmo, el rabino Johanán ben Zakkay, estaba interesado en estas materias. Igualmente sabemos que al conjunto del rabinismo oficial no le gustaban demasiado (los místicos suelen romper la ortodoxia y son ingobernables). Ello se deduce de un texto de la Misná, recogido también en ambos Talmudes, que restringe su difusión.

Misná, Hagigah (sobre el sacrificio festivo) 2,1:

No se comenta lo relativo a las leyes del incesto ante tres personas. No se debe exponer la historia de la creación (ma’aseh bereshit: Génesis 1) delante de dos personas, ni la del del carro (ma’aseh mekabah: Ez 1) delante de una persona, a menos de que sea un sabio y tenga un conocimiento independiente de esas materias. Al que especule sobre las siguientes cuatro cosas mejor le sería no haber nacido: lo que está arriba, lo que está abajo, lo que fue antes del tiempo y lo que será después. A todo aquel que no respeta la gloria de su Hacedor mejor le sería no haber venido al mundo.


Y los rabinos no estaban solos. Según Filón, en su obra Quod omnis probus liber sit XII, la “filosofía” de los esenios era doble. Trataba de la contemplación del ser de Dios de los orígenes del universo”.

Naturalmente la dura prohibición de la Misná, y luego del Talmud, cayó en saco roto y las cavilaciones de los rabinos siguieron adelante.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero
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