La Cábala (IV). Más sobre precedentes de la Cábala


Otro tema curioso entre los precedentes de la Cábala es la especulación sobre la gloria divina concebida como un cuerpo gigantesco. La descripción y las medidas de este cuerpo son el objeto de una literatura que se llama Shi’ur Komah (“Medidas del cuerpo”). Todo surge de una especulación sobre el Salmo 147,5 “Grande es nuestro Señor y de fuerza poderosa” (en hebreo: be rab ko’ah: lit. “y en poder y fuerza’”. El visionario piensa que esa Gloria es lo único que puede verse del Señor y que mide 236 leguas celestiales. Por medio del procedimiento de exégesis denominado “gematria”, que consiste en utilizar la letras como símbolos de los números –algo usual y corriente-, pero dotar al resultado de un significado místico, algo sólo reservado a los iniciados- de be rab ko’ah se obtienen 236 x 10 leguas terrenales.

Según el tratado Hekhalot Zutrati (‘Palacios menores’, o ‘Palacios del Rabí Aquiba’, de autor desconocido probablemente del siglo III) estos secretos están ocultos de la visión de cualquier criatura, incluso de los ángeles, pero fueron revelados a Rabí Aquiba. Algo semejante ocurre en la gnosis según Ireneo de Lyon cuando habla de las especulaciones de Marcos el gnóstico y a la vez mago, un maestro valentiniano que especulaba sobre el “Cuerpo de la verdad”. Véase al respecto Contra las herejías I 13,3:

He hecho descender a la Verdad de las moradas superiores a fin de que la veas desnuda y te des cuenta de su belleza… mira hacia arriba. Su cabeza es alfa y omega, su cuello es beta y psi, sus hombros con sus manos gamma y khi…”,


pasaje que puede interpretarse como una versión espiritualizada gnóstica de las especulaciones de la Shi’ur Komah.

Según Gerd Scholem (en su obra Jewish Gnosticism, p. 10) nos encontramos aquí ante una verdadera gnosis entre los rabinos. Investigadores posteriores, como la de P. S. Alexander, en su artículo “The Historical Seting of the Hebrew Book of Enoch”, Journal of Jewish Studies 28 (1977) 156-180, hay que poner en duda esta opinión. Alexander sostiene, por el contrario que lo verdaderamente rabínico es opuesto a la verdadera gnosis.

Reconoce Alexander que hay ciertas coincidencias, pero pone de relieve diferencias fundamentales entre los sistemas gnósticos clásicos y las ideas de los tratados sobre los hekhalot o "palacios". Para Alexander el componente gnóstico más claro es la aceptación del concepto de la existencia de un “Yahvé menor”, es decir, un Segundo Poder o Demiurgo cuya presencia en el cielo -como subordinado naturalmente al Dios trascendente- acepta esta literatura. Alexander acaba proponiendo la hipótesis de que –ya que es verosímil que haya habido un gnosticismo judío precristiano— ambos fenómenos (gnosis y hekhalot) se hayan influido mutuamente. De cualquier modo, concluye, es inapropiado calificar a estos textos de hekhalot de gnósticos estrictos.

No creo que Alexander tenga del todo razón con la distinción tan estricta por él propuesta entre gnosis y especulaciones judías místicas de este tiempo. Me quedo más bien con la tesis de Scholem y pienso que estaba en el espíritu de la época tales especulaciones que de algún modo pueden calificarse de “gnósticas”.

Debe añadirse al respecto que en estos estadios de misticismo judío de los siglos II al VI de nuestra era la especulación sobre los atributos de la divinidad -dentro de textos que hablan del “carro” o de los “palacios”- hace que tales atributos parezcan ser u ocupen el lugar de los “eones” en los sistemas de otros gnósticos, es decir, de las entidades divinas que emanan del Dios trascendente cuando quiere comunicarse “hacia fuera”, entidades que forman el “Pleroma” o Plenitud divina, como explicamos en nuestra Introducción al Evangelio de Judas.

Así, ciertas “cualidades” de la divinidad como su sabiduría, conocimiento, verdad, fidelidad, justicia, misericordia son y desempeñan en estas especulaciones judías la misma función que los eones de los gnósticos. Es claro que tales especulaciones no fueron admitidas en la ortodoxia del Talmud. Quedaron en libros de fuera, que pueden llamarse de “herejes” o “semiherejes”.

A partir del siglo III aparecen otras reflexiones de los místicos judíos que despojan al tema del “carro” y de los “palacios” de su significado literal -contemplar la gloria de Dios- e introducen un elemento ético o moral: los diferentes "palacios" corresponden a una escala mística que significa el ascenso a lo divino a través de las virtudes. Este tema es ,muy griego y puede rastrearse en la filosofía griega ya desde el platonismo, es decir, los sucesores de Platón que coexiten con el estoicismo.

Estas especulaciones dan por supuesta la total interconexión de lo humano y cósmico con lo divino. Esto explica el gran interés por la magia en este tipo de literatura esotérica judía. La magia da por supuesta esta interconexión, y en este ámbito la magia no es más que la aplicación práctica en provecho de los visionarios de los secretos contemplados en las visiones del carro y de los palacios.

Partiendo del axioma metafísico de que no hay en el mundo entidad que no contenga algo de espiritualidad (es decir, por muy material que sea procede en último término de Dios), los primeros “cabalistas” –si podemos denominarlos así- desarrollaron una magia judía al enseñar que los elementos materiales son la morada de entidades que son restos de la vida espiritual más baja, seres elementales compuestos de fuego, aire, agua y tierra.

Si se controlan adecuadamente estos elementos pueden servir a los intereses del hombre, se sobrentiende, intereses rectos. Los espíritus del fuego y del aire son buenos, mientras que los de la tierra y los del agua son malos. Todo ello explica que la demonología/pneumatología, o ciencia de los espíritus, ocupe una buena posición en las obras de muchos protocabalistas, pues afectaba en su opinión a la vida cotidiana del ser humano. Ciertamente, éstos pretenden siempre hacer magia blanca y no negra, nociva.

En Babilonia desde el siglo V/VI hasta el XI se compusieron muchos tratados sobre magia, como el Pishra de Hanina ben Dosa (este personaje es bien conocido como taumaturgo judío, de Galilea, un poco posterior a Jesús de Nazaret), o los Havdalah de Rabí Aquiba. El libro más famoso de este estilo es el Sefer ha Razim, que podemos traducir como "Libro de los secretos" (de los siglos V/VI) compuesto probablemente en Palestina, que explícitamente hace referencia a los “palacios”. Veamos un pasaje de esta obra famosa. El texto se propone explicar al lector:

Cómo realizar hechos portentosos (y conocer) los medios a través de los cuales (los poderes) pueden ser inducidos a provocar el éxito en todo lo que se les pida y para cumplir los deseos de todos los que se acercan a ellos con pureza.

(En el primero de los firmamentos) se hallan estacionados por todos lados campamentos de ángeles obedientes a los hombres mientras practican la magia, y a cualquiera que haya aprendido a resistir y a ofrecer libaciones a sus nombres... de modo que se consiga el éxito para el rito mágico.

Dice el mago conocedor (refiriéndose a los ángeles): Yo repito vuestros nombres y os conjuro a que vengáis y estéis a mi lado para ayudarme en este momento en cualquier lugar al que vaya. Comportaos conmigo como un gran ejército, con toda vuestra potencia y con la fuerza de vuestras lanzas, y haced que todos los que me vean, de cerca o de lejos, y que todos los que vengan a luchar conmigo o a apoderarse de mí se estremezcan ante mí con el gran temor de vuestra terrible presencia. Que no sean capaces de dañarme o de acercarse a mí; caiga el temor y el terror sobre ellos y sobre todos los hijos de Adán y Eva y sobre todo animal peligroso; que todos tiemblen y retrocedan ante mí.


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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