La Cábala (V). El inicio de la formación de sus bases teóricas


A pesar de ser el paradigma de la ortodoxia rabínica, la enorme y diversa recopilación que es el Talmud contiene nociones dispersas de doctrinas esotéricas que luego pasan a la cábala en estricto sentido. Éstas son entre otros:

• Hay elementos primordiales creados antes del mundo: agua, aire y fuego, existían antes de la creación del universo. El agua generó la oscuridad; el fuego, la luz y el aire, el ‘espíritu’ o sabiduría. (Éxodo Rabba 15,22, del siglo IV);

• La luz, como vestidura de Dios, que es objeto de especulaciones místicas y cosmogónicas, es decir, de su función en la creación del Universo;

• El concepto de “contracción”, zimzum, del que hablaremos más tarde. Un ejemplo, dice Rabí Meir del siglo II: “Dios se limitó y se contrajo a sí mismo para revelarse a sí mismo”. Este concepto de contracción divina ayudará para explicar el acto creador;

• Dios como el lugar donde reside o encaja el universo;

• La preexistencia de las almas, idea en la que los rabinos se unan a antiguas tradiciones griegas, quizá órficas, pero popularizadas sobre todo por los escritos de Platón;

• La posibilidad de que el piadoso pueda ascender a Dios en esta vida, con tal de que se desaten los lazos del cuerpo;

• El mundo de abajo es un reflejo del de arriba, concepto eminentemente platónico, también popularizado desde antes de la era cristians. Así, por ejemplo, el ámbito de las relaciones sexuales (la Shekiná o presencia divina habita entre el hombre y la mujer cuando se unen conforme a la voluntad divina) es un reflejo de las “zicigías” o parejas celestes. Según la gnosis, sólo la pareja es lo perfecto. El “espíritu” o parte superior de los hombres que están aquí abajo, desterrados en la materia, no alcanzarán su perfección, hasta que despojados de toda materia por la muerte del cuerpo, se unan a su pareja celeste, su espíritu celestial, que les está aguardando en el cielo.

Estas tradiciones siguen vivas en el período llamado gaónico (más o menos desde el final del Talmud, siglo VI hasta el X/XI). Durante esta época se componen curiosamente libros pseudoepigráficos –es decir: el verdadero autor oculta su nombre y atribuye la autoría de su obra a un personaje famoso del pasado- con doctrinas místicas de la época puestas al amparo del nombre de sabios del tiempo de la Misná o del Talmud. Así por ejemplo, el libro Alfa, Beta del Rabí Aquiba, Hechos del Rabí Joshúa ben Leví, etc.

Séfer Yeziráh o Libro de la creación

Las especulaciones sobre la cosmogonía adquirió una forma especial en este libro, pequeño de tamaño pero de enorme influencia, compuesto entre los siglos I y VI de nuestra era, quizás más bien en el siglo III. Otros sitúan su origen en el s. IX, que es cuando empezó a gozar de fama.

Este libro es muy importante porque es el primer texto que puede considerar ya de la cábala en estricto sentido. En él aparece por vez primera con nitidez absoluta la doctrina los sefirot (en su primer capítulo). Estos sefirot son los diez primeros números o las entidades fundamentales a través de los cuales, o de los que se sirve la Trascendencia divina para crear el mundo.

En realidad los sefirot son una adaptación judía de las especulaciones pitagóricas, mejor neopitagóricas, sobre los números primeros que son sagrados y tienen un poder creativo.

Hay que hacer aquí un paréntesis para explicar brevemente cómo los discípulos de Pitágoras habían concebido la relación de los números con la esencia del universo. No se habla de “creación”, como los judíos, porque para los griegos la materia es eterna. Se trata de explicar cómo ésta se desarrolla.

Los pitagóricos llamaron la atención sobre la existencia de la proporción, orden y armonía del universo. La proporción se expresa por la relación de un número respecto a otros. Igualmente el orden se expresa por números. Los pitagóricos pensaron que si la armonía –por ejemplo la de la música- consiste en la proporción de los números, igualmente la armonía del mundo consiste en la proporción numérica de sus componentes. Si los intervalos –distancia entre notas- en música se gobiernan por proporciones numéricas, igualmente el mundo es armonioso porque contiene en su interior proporciones de número.

De ello se deduce que el carácter esencial del universo es el número. A partir de esta idea, los pitagóricos avanzaron hasta la persuasión de que el mundo está compuesto de números: el primer principio de las cosas es el número: el número es aquello de lo que están hechas todas las cosas. A semejanza de los números que se dividen en pares e impares, el universo está compuesto por pares de opuestos y contradictorios. Como todos los números se reducen a esta división, de ello se deduce que lo limitado (impar) y lo ilimitado (par) son los principios últimos del universo.

El límite se identifica con la unidad; y ésta, a su vez, con el centro del universo. El límite, la unidad, es lo constitutivo del universo en su forma primordial. Luego, la unidad atrae hacia sí misma partes, números y números, de lo ilimitado (lo par). Llega un momento en que es limitado por un número (impar), por lo que se transforma en ‘algo’ definido, una cosa. De este modo procede la generación del mundo de las cosas. Los pitagóricos propusieron una lista de diez opuestos de los que se compone el universo. Éstos son: 1. Limitado e ilimitado; 2. Impar y par; 3. Uno y muchos; 4. Izquierda y derecha; 5. Femenino y masculino; 6. Movimiento y descanso; 7. Derecho y torcido; 8. Tinieblas y luz; 9. Mal y bien; 10. Oblongo y cuadrado.

Pues bien, en el Séfer Yeziráh, es la Sabiduría divina como intermediaria del Trascendente la responsable de crear el universo por medio de los números esenciales. El Séfer Yeziráh habla de los “32 caminos de la Sabiduría”, que no son más que los diez sefirot más las 22 letras (también con valor numérico) del alfabeto hebreo. Los sefirot aparecen en este libro descritos con el vocabulario que emplea Ezequiel para describir a los cuatro vivientes en su primer capítulo. Los primeros cuatro sefirot representan los cuatro elementos del mundo: el espíritu de Dios; el éter o espíritu de la atmósfera; el agua y el fuego. Aquí el Séfer Yeziráh debe reflejar la tradición entre algunos rabinos que hemos mencionado más arriba: tres de los elementos primordiales, agua, aire y fuego, existían antes de la creación del universo.

Los otros seis sefirot representan las tres dimensiones del espacio: alto, largo, ancho, hacia la izquierda (el mundo malo) y hacia la derecha (el bueno). El estilo de este libro es muy enigmático lo que permitió a los cabalistas posteriores a utilizar este texto como comodín para especular sobre él y proponer sus propias ideas.


Después del primer capítulo ya no se mencionan más los sefirot como tales, sino que el autor se ocupa del papel que las letras hebreas (tomadas también como símbolos por los que se expresan los números) han tenido en la creación del mundo. Toda la obra concreta de la creación se realizó a través de la combinación de las letras hebreas inscritas en la esfera de los cielos primitivos y grabadas en el espíritu de Dios. La existencia de cada cosa depende de la combinación de las letras. Se ha interpretado que los diez sefirot son como el sustrato inteligible y las 22 letras son la forma que moldea la materia de acuerdo con las ideas de ese sustrato.

Como hemos apuntado en la explicación más arriba, quizás estas combinaciones de números y letras aparentemente extrañas no sean más que la unión de la idea neopitagórica del poder creativo de los números y la última conclusión de la teoría de que antes de que existiera el universo Dios creó la Torá, la Ley, y que con las letras (= números) de la Torá de acuerdo con el mundo inteligible de los sefirot (números en sí mismos) se creó el universo concreto.

Téngase también en cuenta que este sistema de sefirot es diferente del cabalístico común, que depende del Zohar, del siglo XIV, el libreo básico de la cábala y del que hablaremos en otro post. Tampoco hay una doctrina tan clara de la emanación divina en el Séfer Yeziráh como la que se formulará posteriormente. Pero los fundamentos ya están puestos, a saber la existencia de seres intermedios entre la divinidad y la creación de la nada, y la doctrina de las emanaciones: gnosis bien conocida ya en el siglo II.

Las enseñanzas de Ibn Gabirol (muerto entre 1050-1070: nacido en Málaga de familia cordobesa, filósofo neoplatónico con ribetes aristotélicos), influyeron también en el desarrollo de la cábala.

Brevemente: Ibn Gabirol considera a Dios como una unidad absoluta en la cual sustancia y forma son idénticas. A Dios no se le pueden adscribir atributos ni se le puede comprender propiamente. Sólo se le puede entender por medio de las emanaciones que de Él proceden. Y éstas deben existir, puesto que Dios es el principio de todo y si las sustancias compuestas o materiales son lo más bajo de lo creación divina, deben de existir eslabones intermedios entre Dios y la materia.

El primer eslabón es la Voluntad de Dios; esta voluntad es igual a poder creativo. Aunque es eterna, se manifiesta en cierto momento y procede a crear por emanación. Esto une dos entidades en contraste: Dios, el que hace y la sustancia sobre la que se actúa. Pero Dios tiene que ser de algún modo ambas cosas, de lo contrario no se explicaría la creación. La voluntad de Dios es inmanente a todo y de ella proceden los constituyentes del ser, la materia universal y la forma universal. Pero solo Dios crea ex nihilo, es decir, a partir de la nada; todos los seres intermedios entre Dios y la materia tienen capacidad de crear (en concreto, el universo) a partir de lo que tienen potencialmente (esta potencia procede naturalmente de Dios).

Las cinco entidades intermedias entre Dios y la materia, según Ibn Gabirol son: la voluntad de Dios; la materia en general junto con la forma en general; el espíritu universal; las tres almas: la vegetativa, la animal y la pensante; y la materia concreta o los cuerpos. También Gabirol sostiene la teoría de la “concentración”, por la cual Dios se repliega y se concentra en sí mismo, y así “genera espacio” para que surja lo finito de lo infinito.

Soy consciente de que estas bases teóricas de la cábala pueden ser complicadas…, pero el que se meta a fondo en la Cábala sepa que se va a encontrar con ellas.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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