La Cábala (VII). Ideas básicas de la Cábala clásica (sigue)



Terminábamos el post de ayer con una pregunta fundamental: ¿cómo es posible que surjan seres compuestos y materiales de lo Simple e Inmaterial?



3. La cábala ofrece una respuesta a esta pregunta por medio de la teoría de la contracción o concentración (zimzum): lo fenoménico, lo que aparece, es una limitación de lo que es infinito originalmente, y por tanto invisible, pero que ocupa todo. El En Sof hubo de contraerse o replegarse a sí mismo para dejar un espacio vacío de mo que tuviera lugar lo fenoménico –el universo-. La Totalidad infinita al contraerse, pero permaneciendo igual, dejó pues el espacio necesario para que ella misma apareciera visible como multiplicidad. El poder de Dios es tan ilimitado que incluye hasta su manifestación como finito. Como la idea del mundo/universo incluye lo fenoménico, lo limitado, este limitado debe ser posible, pues para el En Sof nada hay imposible.



Pero surge otro problema: con esta solución caemos en el panteísmo. Los objetos individuales, o “modos” de Dios como dice Baruc Spinoza, son parte de Dios. Luego Dios es todo el universo y no hay distinción, por ejemplo, entre nosotros y Dios.



La cábala intenta resolver esta aporía argumentando que esa conclusión es innecesaria y que el problema está mal planteado: en los seres individuales existe una forma común que es el fin común de cada especie, la unidad dentro de lo individual, la armonía de los individuos en la totalidad, la finalidad que persigue, por ejemplo, cada especie. Esa armonía, unidad o finalidad no procede de cada individuo en sí, sino que es una forma añadida al individuo. ¿Por quién? Por la divinidad. De ahí se deduce que la estrecha conexión entre el Infinito y lo finito se da en esa forma añadida, que es incorpórea, pues es armonía, unidad y fin. No hay mayor ni ulterior conexión.



Obsérvese que esta solución es puro aristotelismo, que concibe al particular, al individuo, como materia y forma. Pero hay una diferencia en la concepción. Para Aristóteles materia y forma sólo son distinguibles intelectuales: no se materia sin alguna forma, o al revés. La cábala distingue aún más y considera que es Dios, el En Sof, el que otorga esa forma como si fuera algo externo, pro imprescindible, sin lo cual el particular material –en este caso todo el universo- no podría existir.



Esta teoría tiene la ventaja añadida de poner de relieve que lo finito lleva de algún modo la impronta de lo Infinito. Por tanto, a partir de los seres finitos se puede deducir la existencia del Infinito.



Pero volvamos a la producción concreta de lo finito a partir del Infinito. Recordemos que cuando la Luz infinita -o Tres luces = Voluntad / Pensamiento / Sabiduría- se contrae, deja espacio y en ese espacio se manifiesta como múltiple. Entonces puede ya la divinidad ser percibida de algún modo: la Luz infinita, invisible antes de la contracción, se hace “fenómeno” visible. En realidad cuando estamos explicando el origen del universo habría que hablar no de una sino de dos momentos de “contracción” o “concentración”.



En el primero es cuando la Luz infinita se hace visible en la multiplicidad (inteligible). El segundo momento, la segunda concentración de la Luz infinita es cuando deja espacio para que aparezca de hecho lo finito. En esa segunda concentración la Luz infinita no produce lo múltiple directamente, sino a través de entidades intermedias.



¿Por qué no produce el En Sof directamente el universo? Porque es absolutamente Trascendente. Aquí entra en juego también, como trasfondo, la teoría platónica –recogida luego por la gnosis judeocristiana- de la generación del universo no directamente por el Uno/Bien, la Idea Suprema, sino a través del Demiurgo.



4. Estas entidades intermedias son los sefirot o números. Esta especulación es quizá lo más conocido y propio de la Cábala. Cada sefiráh, número o entidad, es un modo del Infinito, representa sólo un punto de vista diferente de cómo se considera al Infinito ad extra, hacia fuera es decir, en el acto creador y son como “herramientas del divino poder”. Por poner un ejemplo, la Sabiduría divina, que hace la creación, se concibe desde el punto de vista judío más ortodoxo en época helenística no como una auténtica personificación, sino como un modo de Dios, casi como una manera de hablar para aludir a la actividad sabia de la divinidad hacia fuera en el momento de la creación.



Esas entidades, modos o herramientas, los sefirot, ahora las veremos, tienen una doble faz. Por un lado, son aquello por lo que todo cambio –o finitud- tiene lugar (el cambio es necesario para la creación). Y, a la vez, al ser divinas, son inmutables. Dios es inmanente a esas entidades, pero Él es más que lo que puede percibirse a través de ellas.



Los sefirot, de acuerdo con el Zohar se dividen en tres grupos de tres, más uno y lleva cada uno su nombre. He aquí el muy conocido y repetido diagrama de los sefirot:







En Sof





Binah Hokmah





Din Hesed



Geburah



Hod Nezah



Yesod



Malkut





Mañana explicaremos qué significa cada una de estas designaciones. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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