La edición crítica del códice Tchacos VI: el simbolismo gnóstico y la dignidad del sujeto

Hoy escribe Fernando Bermejo

Es importante advertir que en los textos gnósticos el uso de las imágenes del sueño, el olvido, el cautiverio, la borrachera, etc. para describir el estadio de ignorancia previo a la recepción de la gnosis no comporta un desmedro del valor ontológico y axiológico del ser humano. Precisamente esas imágenes poseen no sólo una dimensión gnoseológica, sino también axiológica, en la medida en que permiten instaurar una diferencia tajante entre el sujeto gnóstico (caracterizado por la pureza y la inocencia) y otro presunto sujeto que sería el autor de lo realizado en la situación pre-gnóstica.

La idea de la ruptura tajante expresada en esas imágenes (uno no era “uno mismo” mientras estaba “dormido”, “inconsciente”, “cautivo”) opera como un seguro contra cualquier posible petición de responsabilidades, pues ni el durmiente ni el sonámbulo ni el inconsciente ni el embriagado ni el amnésico son considerados de hecho cabalmente responsables de sus actos, y a ellos no es legítimo pedirles cuentas. El parangón del estadio pre-gnóstico con el del ebrio, el dormido o el ignorante, lejos de estar exento de ingenuidad, parece tener consecuencias éticas evidentes. De hecho, es significativo que en ningún momento su empleo en el gnosticismo sirve para manifestar, pongamos por caso, la falta de mesura que precipita al individuo en la embriaguez o en el olvido, la falta de fortaleza que le empuja al sueño, o su culpable complacencia con el mundo que le lleva a fundirse con él. La negatividad contenida en tales metáforas no es nunca una negatividad ética en el sentido de la culpa.

Lo que, por el contrario, se resalta en la simbólica gnóstica es siempre pura y simplemente el desamparo del individuo, el desvalimiento que le aquejaba en su situación previa a la recepción de la gnosis. El hallarse en estado de ebriedad, sueño o ignorancia exonera al sujeto de toda responsabilidad respecto al modo de vida llevado hasta el momento de obtener la gnosis, en la medida en que, al encontrarse en la situación descrita por tales imágenes, el sujeto –así se pretende– no estaría en posesión de su identidad, no se hallaría en la plenitud de sus facultades.

Además, al describir a la persona mediante las imágenes mencionadas, ésta es presentada como una víctima de los poderes del mal. La imagen de la enfermedad, por ejemplo, expresa de modo paradigmático la idea de que son los propios gnósticos los seres perjudicados, que se encuentran en una situación de ignorancia de modo involuntario: uno no suele ser culpable de la aparición de su propia enfermedad, sino que más bien la sufre y desea que desaparezca lo antes posible. Otras metáforas –como las del cautiverio y la esclavitud- transmiten aún mejor la idea de que antes de la adquisición de la gnosis los gnósticos se hallan en un estado de desvalimiento que es resultado no de su incuria o de la acción de una Naturaleza impersonal, sino de una instancia externa que busca destruirles de modo consciente y subrepticio, en una acción malévola que a menudo es calificada como una “conjura” o “complot”. Tomadas del ámbito social, estas imágenes expresan gráficamente la angustia de una persona que se considera presa de la violencia infligida por poderes extraños, así como su sensación de encontrarse en un estado de completa sujeción y dependencia.

La concepción de que los gnósticos son las víctimas de la violencia ajena no se restringe, de hecho, al conjunto de imágenes mencionado. En los mitos gnósticos encontramos una y otra vez la idea de que el cosmos es un sistema de poderes que han esclavizado al ser humano en este mundo por todos los medios posibles, y ante todo encadenándole en un cuerpo material. El mundo, según los gnósticos, está en poder de fuerzas malévolas y represivas. La actividad de los poderes es tan frenética y exhaustiva que no se limita al reino terrenal, sino que se extiende a las esferas celestes. La descripción de las psicanodias (viajes del alma) muestra a los arcontes como vigilantes y controladores despiadados, que montan guardia en el cielo para intentar detener a las almas en su viaje de retorno a su patria celeste.

Ahora bien, la razón que explica que el gnóstico se convierta en la víctima de los poderes del mal es precisamente su dignidad ontológica. La pertenencia del gnóstico al ámbito divino explica que los poderes oscuros le ataquen, porque estos poderes sólo pueden afrontar la existencia del Bien con odio, ira, envidia o concupiscencia (o con una mezcla de estas pasiones). Así, el uso de las imágenes mencionadas, lejos de instaurar una separación ontológica y axiológica entre Dios y el ser humano (como ocurre en las corrientes mayoritarias del judaísmo, el cristianismo y el Islam), está en última instancia en consonancia con una concepción del ser humano según la cual éste está dotado de la máxima dignidad imaginable, en la medida en que es rigurosamente consubstancial con Dios, pues es una parte de la realidad divina.

En un próximo post veremos cómo todas estas ideas aparecen claramente expresadas en Santiago, el segundo escrito del códice Tchacos.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
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