Las mujeres en los Hechos Apócrifos de Juan (II)



Escribe Gonzalo del Cerro

Historia de Drusiana (HchJn 63-87)

Mujer estelar en los HchJn

La figura femenina más importante de los Hechos de Juan es Drusiana. Lo mismo que Maximila tiene también un bonito nombre latino, derivado de Druso, nombre que llevaron varios importantes personajes de la historia romana. Drusiano o Drusiana tendría el sentido original de perteneciente a Druso. Ahora bien, esta mujer reúne todas las condiciones detectadas en las otras heroínas de los Apócrifos. En particular su actitud de rechazo a la vida conyugal por el influjo de un apóstol y el castigo consiguiente aplicado al responsable del ideario. Éste debía de ser el contenido de la gran laguna del capítulo 37. El Salterio Maniqueo, 142s lo expresa con absoluta claridad. Sobre todo, en uno de los salmos de peregrinos y en el de las diez vírgenes (pp. 142, 17-143, 14).

Drusiana, bajo la influencia y la instigación de Juan, se negaba a compartir el lecho conyugal con su marido, el general o prefecto Andrónico de Éfeso. El marido, sintiéndose engañado, castigó a su esposa y al Apóstol a morir de hambre encerrados en un sepulcro. Pero "el Dios de los reclusos", recuerda Juan, vino en su ayuda y los liberó de aquella funeral prisión (HchJn 103, 3). Esta alusión y la referencia del capítulo 105 son las bases por las que los investigadores modernos incluyen los capítulos 87-105 de la edición de M. Bonnet en el espacio de la laguna del capítulo 37. En HchJn 103 Juan hace referencia a su encerramiento junto con Drusiana y a la ayuda que recibieron de parte de Dios. En el cap. 105 se narran detalles de la convivencia entre Juan y los esposos Andrónico y Drusiana. El antiguo prefecto, hostil a Juan, es ahora un cristiano leal.

De todos modos, en el viaje de Laodicea a Éfeso, el Apóstol va acompañado de algunos efesios venidos expresamente con ese fin. Entre ellos se encuentran "Andrónico, Drusiana, Licomedes y Cleobio con sus séquitos correspondientes" (HchJn 59, 1). Llegados a Éfeso, los hermanos se dirigieron a la casa de Andrónico y Drusiana, porque en ella solía Juan alojarse. Del Andrónico hostil y receloso del cap. 31 a la situación reflejada en el cap. 62 han pasado suficientes cosas para justificar un cambio tan radical. Tales circunstancias debían formar el contenido de la laguna del cap. 37.

Todo era gozo y caridad entre los cristianos cuando surgió para Drusiana un problema muy serio. Se enamoró de ella un joven de los más principales de Éfeso, Calímaco de nombre, a quien intentaron disuadir sus amigos. El argumento nuclear en que basaban sus recomendaciones era la conducta de Drusiana con relación a su marido. Si rehusaba tener relaciones con su legítimo esposo, mucho menos consentiría en aceptarlas ilegítimas con un extraño. Referían también lo que sucedió entre los esposos cuando Andrónico no era todavía cristiano como ahora. Pues castigó a Drusiana por su actitud prefiriendo verla muerta antes que admitir su rechazo (HchJn 63, 1).

Dolida Drusiana por haberse convertido en motivo de escándalo para otra persona, murió de tristeza. Pero el joven enamorado quiso cumplir en el cadáver de la mujer la pasión que no había podido satisfacer en el cuerpo vivo de Drusiana. Y con ayuda de Fortunato, administrador de Andrónico, accedió al sepulcro con la intención de consumar sus perversas intenciones. Pero lo impidieron el "joven sonriente" que apareció en la tumba y una serpiente terrible que mató al cómplice del plan e inmovilizó a Calímaco. El "joven hermoso que sonreía" de HchJn 73, 1 recuerda el caso de otros jóvenes en circunstancias similares en HchAnd 32, 2 y HchPe 16, 1. Juan, Andrónico y otros cristianos fueron a la tumba para celebrar allí la fracción del pan.

El cuadro que encontraron dentro, por demás sorprendente, los dejó desconcertados: Fortunato, muerto de una venenosa mordedura; Calímaco, inmovilizado bajo los anillos de la serpiente; el joven hermoso y sonriente, Drusiana fuera del sepulcro y vestida ya solamente con el velo interior. Andrónico comprendió inmediatamente lo ocurrido, por cuanto conocía la pasión de Calímaco por Drusiana. Pero fue Calímaco, resucitado -o liberado- por Juan el que dio la explicación completa del suceso. Y lo primero que dijo a requerimiento del Apóstol es que no había podido realizar la infamia proyectada en su locura. Y ello, por dos razones. La serpiente se lo impidió. Antes incluso de la aparición de la serpiente, cuando ya había sacado el cuerpo de su amada de la sepultura y lo había despojado de las vestiduras que lo envolvían, un joven hermoso de ojos llenos de luz cubrió con su manto el cuerpo semidesnudo de Drusiana. Luego se volvió hacia el joven y le dijo: "Calímaco, muere para que vivas" (HchJn 76, 3). Era sin duda un ángel de Dios en la opinión del aterrado joven. Juan se entretuvo en una larga reflexión sobre lo sucedido pensando que la resurrección de Drusiana podría confirmar la fe de Calímaco. Después de una plegaria dirigida a Dios, se volvió al cadáver de la mujer a quien ordenó de manera tajante: "Drusiana, levántate" (HchJn 80, 1). Y fue ella la que se preocupó de resucitar también al desleal Fortunato: "Levántate, le dijo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo" (HchJn 83, 1). Pero esta resurrección, fruto de la generosidad y la plegaria de Drusiana, sirvió para confirmar la fe de Calímaco, pero no para salvar al traidor administrador, que acabó muriendo a consecuencia del veneno de la serpiente. Las palabras pronunciadas por Fortunato resucitado fueron todo menos expresión de arrepentimiento y buena disposición. No era un fruto maduro para la salvación. La fracción del pan o Eucaristía puso broche y paz a tantos y tan borrascosos acontecimientos.

Pero volvamos a recoger el hilo de nuestra reflexión y centremos el foco de nuestras miradas en la personalidad de esta auténtica heroína de estos Hechos, Drusiana.

Drusiana, mujer principal

Un aspecto que Drusiana comparte con otras mujeres protagonistas de los Hechos Apócrifos es su carácter de mujer importante en riqueza, poder e influencia. Su marido era Andrónico, de quien conocemos su cargo de general o prefecto (strategós) y su valoración como "el primero de los efesios" (HchJn 31, 2). La esposa del hombre más importante de la ciudad de Éfeso tenía en consecuencia la categoría de "primera dama". Vimos a su marido en los tiempos de la curación milagrosa de las ancianas en el teatro. Como Maximila en los Hechos de Andrés, se había negado a compartir el lecho conyugal con su marido Andrónico. Éste, militar al fin, sin los complejos de Egeates, pretendió resolver el problema por las bravas, modo et manu militari. Encerró a su esposa y al mentor de su conducta en un sepulcro con la intención de hacerlos perecer de hambre. De forma un tanto superficial y poco concreta informa el Apócrifo de que Dios -el Dios de los reclusos- se encargó de liberarlos (HchJn 103, 3). Los detalles quedaron perdidos en el vacío de la gran laguna.

El sepulcro debía de ser una especie de panteón o recinto privilegiado, propio de una familia principal. Por lo menos, lo era el lugar en donde Drusiana había sido sepultada y donde se desarrollaron los sucesos de Calímaco y Fortunato. El administrador de los esposos llevaba las llaves del recinto, lugar idóneo y discreto tanto para el crimen proyectado como para la celebración de la eucaristía. El nombre con que se designa al administrador (epítropos) significa algo así como el hombre de confianza, lo que hace más repugnante su felonía. Al sepulcro se dirigían también Juan y Andrónico con intención de "partir el pan", o sea, celebrar la eucaristía y honrar a la difunta. El matrimonio disponía, como vemos, de un administrador, que a su ambición unía la deslealtad y falta de sentido moral. El detalle mismo de que Calímaco fuera "uno de los más distinguidos entre los efesios" podía avalar la importancia social de Drusiana. Las relaciones de amor en la novelística griega se dan siempre entre personajes de alta alcurnia. No eran de recibo las uniones morganáticas si no eran consideradas como mero pasatiempo.

Todas las circunstancias, en suma, subrayan la categoría social de Drusiana. Estaba casada con el estratego de una ciudad tan importante como era Éfeso. Su fortuna familiar exigía los servicios de un administrador de confianza. La familia poseía un panteón lo suficientemente idóneo para permitir actos sociales como la celebración de la eucaristía. El mismo Calímaco, su joven enamorado, pertenecía igualmente a la crema de la ciudad.
C.R.C. ALLBERRY , A Manichean Psalm-Book, Part II, 1938, Stuttgart.

Saludos cordiales de Gonzalo del Cerro
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