Una pregunta a Benedicto XVI a propósito de su libro sobre Jesús


Recordarán muchos de nuestros lectores el libro, La Sinagoga cristiana, Barcelona, Muchnik Editores 1989, que tuvo hace años un fuerte impacto en España por su clara, sugestiva y muy novedosa presentación de los orígenes del cristianismo. Su autor es José Montserrat, catedrático emérito de Filosofía Antigua de la Universidad Autónoma de Barcelona. Luego, pasados los años, este libro ha sido editado por segunda vez en la editorial Trotta, Madrid, 2005. Recientemente hemos presentado en este blog su último libro El galileo armado, Edaf, Madrid, 2007, con notable repercusión. José Montserrat tiene el propósito de escribir en este blog, en el que le damos la bienvenida.

Así pues, hoy escribe José Montserrat.

El libro de Joseph Ratzinger Jesús de Nazaret es una libre e inteligente interpretación teológica de la figura de Jesús tal como viene presentada en los evangelios. Demasiado libre, sin embargo. En efecto, Ratzinger es un escritor católico, y los católicos están obligados a interpretar la figura de Jesús según las pautas de la tradición. Una de estas normas obliga a tener en cuenta los milagros de Jesús como garantes de su personalidad y de su misión divinas.

Los evangelistas eran conscientes de esta necesidad y conceden extraordinaria importancia a los milagros de Jesús como prueba de su mensaje. El libro de los Hechos de los apóstoles resume así la obra de Jesús:

"Jesús el Nazareno, varón acreditado de parte de Dios ante vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios obró por él en medio de vosotros" (2,22).


Y los cuatro evangelios canónicos ponen los milagros en los inicios de su predicación y en estrecha relación con ella:

"Para que sepáis que tiene el Hijo del Hombre potestad de perdonar los pecados sobre la tierra, dice al paralítico: Yo te lo digo, levántate" (Marcos 2,10-11).


Por otra parte, es un verdadero misterio histórico que Pablo no haga ni la más mínima alusión a los milagros de Jesús; un historiador cristiano honesto tiene que enfrentarse con este problema, no basta con silenciarlo.

El Concilio Vaticano I confirmó esta doctrina:

"Quiso Dios unir a los auxilios internos de Espíritu Santo argumentos externos de su revelación, y en primer lugar los milagros y las profecías" (Constitución dogmática De Fide Catholica, c. 3).


Esta declaración del Concilio Vaticano I es dogmática, y en consecuencia obliga a todos los creyentes hasta el fin de los tiempos. Ratzinger parece haberla olvidado, y en su libro no aborda el tema de los milagros de Jesús en cuanto "argumento externo de la revelación"; hay apenas una alusión genérica de una línea en la página 215. Gracias a esta poda, el autor consigue presentar al público moderno "una figura histórica de Jesús sensata y convincente". Ratzinger ha realizado una libre selección de sus materiales para presentar una imagen atractiva de Jesús.

Ahora bien, este tipo de interpretación, que prescinde de la tradición, ha recibido en la historia el nombre de "libre examen", y fue una de las más importantes aportaciones de Martín Lutero a la evolución del cristianismo, y uno de los puntales de la Reforma protestante. El ex Santo Oficio, que durante tanto tiempo presidió Joseph Ratzinger, tendría que convocarlo ahora para preguntarle: ¿Por qué prescinde en su obra de un elemento declarado dogmáticamente esencial por el Concilio Vaticano I?

Saludos de José Montserrat.
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