Las mujeres en los Hechos Apócrifos de Juan (III)



Escribe Gonzalo del Cerro

Drusiana, objeto de amor apasionado

Drusiana, como otras mujeres de los Hechos Apócrifos, levanta pasiones desmedidas e incontrolables. Ante todo, en su propio marido. El gesto del militar de encerrarla en un sepulcro para acabar con su vida, indica lo insoportable que resultaba para el marido la separación de su mujer. Los fragmentos perdidos del relato nos podrían ofrecer seguramente detalles interesantes de la polémica que precedió al recurso supremo de emparedar a la mujer entre los muros de un sepulcro. Encontramos ecos de esa polémica conyugal en los razonamientos que los amigos de Calímaco le dirigen: "¿Eres tú el único que no sabes que Andrónico, cuando todavía no era lo que es ahora, temeroso de Dios, la encerró en un sepulcro diciendo: O te tengo como esposa lo mismo que antes o tendrás que morir?” (HchJn 63, 1). Es una decisión a la que nunca se hubiera atrevido a llegar el marido de Maximila, Egeates, según el testimonio de los HchAnd.Después Andrónico, convertido en discípulo fiel de Juan, trata a Drusiana como hermana que lo ha convencido a pensar como ella. "Hermana" la denomina en HchJn 74, 1, y reconoce que es ella la que ha operado en él un cambio de mentalidad (HchJn 63, 2). Cuando la mujer muere de tristeza, se deshace en sentidos lamentos hasta el punto de necesitar el consuelo del Apóstol.

Los detalles con que el Apócrifo describe el enamoramiento incontrolado de Calímaco son una buena prueba de las pasiones que Drusiana despertaba. Ni el saber que estaba casada, y con un hombre principal, ni el conocer que vivía separada del marido por motivos espirituales, apartaron al joven de su propósito. Solicitó abiertamente de Drusiana algo que la sumió en el más amargo desaliento. Cayó enferma con fiebre al sentirse motivo de escándalo. Y como consecuencia de su dolor, pidió y obtuvo la muerte a modo de liberación.

No quedaron ahí los intentos del enamorado, sino que "ardiendo en la más terrible pasión" (HchJn 70, 1), concibió el más siniestro de los proyectos. Sobornó con dinero a Fortunato, que le abrió las puertas de la tumba para que pudiera cumplir en el cadáver lo que no había podido realizar en el cuerpo vivo de Drusiana. Cómo siguió paso a paso su plan y cómo fue impedido por el "joven sonriente" y por la serpiente, lo hemos visto al trazar el bosquejo de la vida de esta mujer tan amada.

Drusiana, la mujer fiel

Un aspecto del perfil humano de las personas privilegiadas es su lealtad. Drusiana tiene, además, detalles de un espíritu exquisito y de una sensibilidad casi patológica. Convertida a la fe y a la práctica de la castidad perfecta, da muestras de una entereza de ánimo realmente ejemplar. Su resistencia a las pretensiones de su marido la pusieron a las puertas de una muerte segura. Ya lo decían los que trataban de aconsejar a Calímaco sobre la inutilidad de sus pretensiones: "Ella prefirió morir antes que cometer aquella infamia". El término griego empleado (mysos) significa infamia, crimen, acción abominable (HchJn 63, 2). Como en el caso de otros Hechos Apócrifos, los de Juan tienen una tendencia encratita que se manifiesta, entre otros detalles, en los calificativos usados para calificar la vida matrimonial. Posiblemente, Juan estaba pensando en Drusiana cuando alababa al alma "que no se ha dejado arrastrar por el placer inmundo", ni ha sucumbido ante los halagos de la hermosura (HchJn 69, 4). Y por fidelidad a sus principios murió de pena pidiendo a Dios la muerte con el fin de no ser motivo de escándalo para nadie. Andrónico bien podía vivir tranquilo, pues en su mujer tenía una fortaleza inasequible a la traición ni al desaliento.

Pero pasó la tempestad. Volvió la calma, o con palabras del Apócrifo, "la paz y la alegría", las mismas con las que Drusiana seguía a Juan deseando ver sus acciones y escuchar sus enseñanzas. En unas y en otras encontraba ella nuevas razones y bases firmes para mantenerse en el camino elegido. Fiel a su marido con una fidelidad públicamente reconocida por sus vecinos. Fiel a sus nuevos principios aceptados tanto en la teoría como en la práctica. Fiel, incluso, a la figura desleal de su administrador.

Drusiana, generosa y compasiva

Es también patrimonio de las almas grandes el ser generosas. La envidia y la venganza anidan más bien en corazones mezquinos. El perfil de Drusiana, trazado por el redactor del Apócrifo, es el de una mujer generosa y desprendida con rasgos de carácter maximalista. Las partes perdidas nos han privado del proceso de su conversión. Quizá pasara de la nada al todo sin solución de continuidad. Nosotros la encontramos ya instalada en el "todo y para siempre". Cuando aparece por vez primera en el relato, figura en el grupo de los discípulos que seguían a Juan y no querían apartarse de él (HchJn 59, 1). En unión con su marido Andrónico, Licomedes y otros muchos fieles formaba parte del séquito del Apóstol en su viaje de regreso a Éfeso.

La generosidad de esta mujer llega al extremo de preferir morir antes que hacer daño a nadie. Y su sentimiento ante la actitud de su enamorado Calímaco es tan profundo que enferma gravemente. Pide -y alcanza- de Dios la gracia de la muerte, prueba la más alta de amor y generosidad. Con estas palabras impetraba Drusiana su propia muerte para evitar el mal que causaba su persona en un semejante: "Ojalá no hubiera vuelto nunca a mi patria, ya que me he convertido en escándalo de un hombre ignorante de la piedad. Si fuera alguno alcanzado ya por las palabras (de Dios), no habría llegado a tal grado de locura. Ahora, pues Señor, al ser yo causante de la herida de un alma ignorante, libérame de estas ataduras, y llévame rápidamente hacia ti" (HchJn 64, 1-2).

Pero hay un detalle definitivo que, unido al anterior, vale por todas las teorías. Cuando ella resucita y contempla muerto a su administrador, es la única que se compadece de él a pesar de que lo reconoce como "traidor". Fortunato, en efecto, ha roto todos los lazos de lealtad que podían unirle con la familia de Drusiana. No importa, ella intercede ante Juan para que también Fortunato resucite. No era Calímaco de la misma opinión, y rechazaba la idea argumentando que la voz del ángel no había mencionado al administrador, sino solamente a Drusiana.

Juan se extiende en piadosas consideraciones, pero acaba aceptando el ruego de la resucitada. Deja, sin embargo, la responsabilidad en manos de Drusiana, quien trazó un generoso marco a su conducta misericordiosa. En ese marco se retrata a sí misma: "Dios de los siglos, Jesucristo, Dios de verdad, que me has concedido contemplar prodigios y signos, que me has otorgado ser partícipe de tu nombre. Tú que te has revelado a mí con múltiples aspectos y has usado siempre de misericordia; Tú que me has cubierto siempre con tu abundante bondad, cuando vivía forzada con Andrónico, mi antiguo marido; Tú que me has dado a tu siervo Andrónico como hermano; Tú que me has guardado a mí tu sierva pura hasta ahora; Tú quien por medio de tu siervo Juan me has resucitado cuando estaba muerta; Tú que, una vez resucitada, me has mostrado libre de escándalo al que había sucumbido ante él; Tú que me has hecho encontrar en ti el reposo perfecto y me has aliviado de esta oculta locura; a Ti a quien he querido y amado, a Ti, Jesucristo, te suplico: no rechaces a tu Drusiana que te pide la resurrección de Fortunato, aunque haya intentado perpetrar contra mí la máxima traición" (HchJn 82, 1-2).

Drusiana es al final la que pronuncia el solemne "levántate" sobre el cadáver del administrador. Éste se levantó, en efecto, pero no era fruto de salvación. Y mientras los demás participaban en la "eucaristía del Señor", Fortunato murió definitivamente, víctima del veneno de la serpiente y de su espíritu malvado y recalcitrante. Era hijo del demonio y volvió a su padre, comentó Juan al enterarse (HchJn 86). Pero el corazón de Drusiana estaba abierto a un perdón, imposible por la actitud del administrador infiel. El Apócrifo deja claro que, si no hubo perdón ni reconciliación, no fue por causa de Drusiana.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
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