Jesús en el Talmud (VI). Algunas conclusiones. El tema de la ilegitimad del nacimiento de Jesús


Hemos presentado hasta este momento todos los textos interesantes –creemos- sobre Jesús en el Talmud, Misná y Tosefta. Lo que podemos extraer sobre la figura histórica de Jesús a partir de estos pasajes es escaso y de dudoso valor histórico. Ante todo confirman la impresión que obtenemos también de los historiadores profanos del s. I (exceptuado Flavio Josefo, aunque su testimonio es también dudoso, el llamado “Testimonio Flaviano”) y hasta la mitad del siglo II (Justo de Tiberíades, Suetonio, Tácito): Jesús causó muy poca impresión en los historiadores de la época.

El Talmud y la literatura conexa sólo se refiere a Jesús incidentalmente y quizás tan sólo como reflejo de ciertas disputas de sus rabinos con los herejes (minim) cristianos. Confirman, sin embargo, el breve texto de Tácito (Annales 15,44) en el que nos dice que Jesús murió crucificado, es decir con mors agravata, como un personaje peligroso para el Imperio. De esto ha escrito recientemente José Montserrat en El Galileo armado, por lo que no debo extenderme aquí.

En segundo lugar: las acusaciones se concentran en dos o tres puntos: origen impuro o adulterino; magia, extravío del pueblo por falsas doctrinas o religión herética.

¿Qué podemos decir a propósito de estas acusaciones desde nuestro punto de vista del s. XXI, gracias a un análisis crítico de los evangelios con la intención de recuperar de ellos el Jesús de la historia?

Debemos prescindir ahora de la tercera acusación, la más grave, la de predicar una religión falsa, y consecuentemente de la discusión de las verdaderas causas de la muerte de Jesús, porque todo ello supondría plantearnos la inmensa cuestión de cuál fue el sentido de la vida y misión del Nazareno y los orígenes mismos de la teología cristiana, que es lo mismo que decir el nacimiento del cristianismo. De ello hemos tratado, si no suficientemente, sí al menos lo básico en Guía para entender el Nuevo Testamento y en Los cristianismos derrotados.

Sólo quiero decir de pasada que tuvo que llegar el s. XX, y en concreto la segunda mitad, para que los investigadores judíos vean a Jesús con ojos muy distintos a los del Talmud, y consideren que su vida y obra, su mensaje y su religión no rompen en absoluto el marco del AT. Joseph Klausner, Shalom ben Chorim, David Flusser, Martin Buber, Geza Vermes, David Daube, Jacob Neussner han llegado unánimemente a la conclusión de que la lectura más atenta e imparcial de la tradición evangélica sobre Jesús nos muestra a un personaje cuya religión se enmarca estrictísimamente en lo fundamental dentro de los cauces de un fariseísmo ampliamente entendido. "Hermano Jesús", ha llegado a escribir Martin Buber a propósito del Nazareno, una expresión que habría horrorizado a R. Eliezer, R. Meir o R. Aquiba, o a cualquiera de los sesudos doctores de la Ley que nos han transmitido tradiciones tan contrarias a la figura de Jesús, como los que acabamos de pasar revista.

Por ello vamos a concentrarnos en las otras dos acusaciones: 1. El origen adulterino de Jesús; 2. ¿Fue Jesús un mago?

1. El origen adulterino de Jesús

Es bien sabido que tanto Marcos como Juan, y desde luego Pablo, no muestran interés alguno por la infancia de Jesús. El primero y cuarto evangelio comienzan sus narraciones con la predicación del Bautista. Sólo Lucas y Mateo, cuando ya han pasado muchos años de la muerte del Maestro, sienten la necesidad de añadir a la "biografía" de Jesús, género comenzado por Marcos, su modelo, noticias de la infancia del héroe. Y esto siguiendo un esquema tradicional en otros relatos de los primeros pasos de personajes importantes del pasado: nacimiento prodigioso, predicciones proféticas sobre su glorioso futuro, dificultades que rodean sus primeros momentos y su vencimiento, sabiduría del niño, etc.

Segundo: puesto que el Talmud, como hemos visto, llega incluso a admitir que Jesús pudo ser hijo legítimo de Ben Pantera, pero que fue engendrado durante el ciclo menstrual, debemos confesar que los talmudistas sólo tenían la vaga idea de haber recibido por tradición que el origen de Jesús no era limpio. De esta tradición se hace eco el Cuarto Evangelio, 8,41: Jesús discute con los judíos y les dice
“Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.»

Ellos le dijeron:
«Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a Dios”
.
El Evangelio gnóstico de Tomás da testimonio de esta idea: Dice Jesús:
“Uno que conoce a su padre y a su madre será llamado hijo de una prostituta”
(Logion 105: Biblioteca de Nag Hammadi II p. 96)

Según R. E. Brown --uno de los grandes especialistas católicos en el Evangelio de Juan y en los llamados “Evangelios de la Infancia”, Mt 1-2 y Lc 1-2, e insisto en su etiqueta de católico, para que no sea yo quien hable--, si consideramos los evangelios como libros de historia, al igual que tantos otros que nos ha legado la antigüedad, sentimos la tentación de pensar que ya en tiempos muy tempranos del cristianismo circulaba insistentemente la noticia de que el origen de Jesús no era nada claro. El evangelio de Juan parece aludir a ello de modo muy indirecto:
"Nosotros sabemos que a Moisés le ha hablado Dios; en cambio, ése (Jesús) no sabemos de dónde es" (9,29)
.

Entonces, opina Brown, para salir al paso de semejantes habladurías, Mateo y Lucas aportan la historia del nacimiento virginal:

Hemos visto que un posible factor histórico que interviene en la idea de la concepción virginal (de Jesús) es el recuerdo de que él había nacido prematuramente después de que sus padres fueran a vivir juntos. Esta cronología aparece explícitamente en Mateo e implícitamente en Lucas y es, al parecer, anterior a ambos. Mientras que para los adversarios de Jesús ese nacimiento anticipado pudo constituir una prueba de ilegitimidad, la primera explicación cristiana atestiguada es que se trataba de una concepción milagrosa y virginal que tuvo lugar después del matrimonio, pero antes de que ella, María, conviviera con José (El nacimiento del mesías. Comentario a los Evangelios de la infancia, Cristiandad, Madrid 1982, 558)

Opina Brown que la pregunta auténtica que debe hacerse es “si la acusación judía de ilegitimidad de Jesús, atestiguada desde el siglo II, tanto en fuentes judías como cristianas, es si representa una tradición independiente de los Evangelios –y de ese modo confirmaría indirectamente el relato mateano- o es una polémica en respuesta a los Evangelios y estimulada por éstos” (obra citada, p. 561).

Opina Brown que los datos del Nuevo Testamento se reducen a Mc 6,3; Mt 13,55, Lc 4,22 y Jn 6,42. De ellos el texto básico es el primero:
“¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven sus hermanas con nosotros aquí?”. El modo más fácil de explicar la designación de Jesús en este texto como “hijo de María”, dentro del contexto del relato es “que José había muerto y María, que vivía, era muy conocida de todos los aldeanos”
(p. 565).

Y respecto a Jn 8,41 opina el mismo investigador que ciertamente tras las palabras del Cuarto Evangelista puede esconderse una auténtica acusación judía de ilegitimidad respecto a Jesús y, por tanto, podría ser independiente de los textos de Mateo y de Lucas. Esta hipótesis, que a mí me parece plausible a él no le convence. Por ello concluye:

Puesto que en Jn 8 se trata de ilegitimidad y de verdadera paternidad, la alusión a una acusación judía de ilegitimidad es más probable aquí que en Mc 6,3. Pero está muy lejos de ser cierta tal acusación. Así pues, como resultado de los datos más antiguos (el Nuevo Testamento) y recientes (por ejemplo, la Misná, el Talmud y alusiones judías anteriores) diríamos que no sabemos si la acusación judía de ilegitimidad, que aparece claramente ya en el siglo II, tenía o no una fuente independiente de la tradición del relato de la infancia, fuente que ayudaría a confirmar como histórica la cronología de un nacimiento anticipado, afirmada por Mateo e implícitamente por Lucas (obra citada p. 566).


Con otras palabras, me atrevería a interpretar que incluso R. E. Brown, autor católico, de un modo un tanto sibilino, viene a decir que de un relato con fuerte sabor mítico, como son los evangelios de la infancia que nos hablan de un nacimiento virginal y del dato cierto -puesto que lo corrobora expresamente Mateo e implícitamente Lucas- que María había concebido antes de vivir maritalmente con su esposo, lo único que puede deducir en realidad un historiador normal del mundo antiguo --que por profesión debe prescindir de lo sobrenatural, es decir, no considerarlo materia histórica-- es que el nacimiento de Jesús tenía en verdad puntos notablemente obscuros, que sus adversarios aprovechaban.

Más claro aún: he tenido la impresión leyendo a Brown, y corríjanme los lectores si me equivoco, que si no fuera por su confesionalidad, hubiera admitido como historiador profesional de las ideas, que lo único que puede obtenerse en claro de los Evangelios de la Infancia a este respecto es que el nacimiento de Jesús fue extramarital. Y en la sustancia del asunto debería estar de acuerdo con la opinión judía expresada ya muy pronto, según confirma una lectura sencilla de Jn 8,41.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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