Hechos Apócrifos de Pedro



Escribe Gonzalo del Cerro

Introducción

La categoría de Pedro, Príncipe de los Apóstoles, confidente principal de Cristo y cabeza de la Iglesia, era razón más que suficiente para despertar el interés de los primeros cristianos por su figura. Eran muchas las tradiciones que circulaban acerca de sus predicaciones y milagros. Los Hechos canónicos de Lucas presentan a Pedro como la piedra angular del grupo de los Doce. Él es quien pronuncia los primeros discursos y realiza los primeros milagros. Él quien marcaba las pautas a un movimiento religioso que se desprendía dolorosamente de las adherencias judías. Él atrajo la atención de la cristiandad como árbitro oficial de prácticas y creencias. En la solemne reunión, conocida como Concilio de Jerusalén, se levantó Pedro para trazar las líneas básicas del debate en el sentido de que el Evangelio quedaba abierto a todo el mundo (Hch 15, 7-11).

Las abundantes obras dedicadas a su persona son la prueba fehaciente de lo que decimos. No sólo estos Hechos Apócrifos de Pedro, sino otros variados testimonios documentales son ríos generosos surgidos de una misma fuente. Los Hechos de Pedro, escritos hacia el año 180 d. C., tienen muchos rasgos de arcaicismo. Guardan una notable conexión con los textos bíblicos. Mezclan fragmentos retóricos con relatos de acontecimientos, discursos con milagros íntimamente ligados entre sí. Pero enseguida aparecieron otros libros, preferentemente dedicados a recoger y exaltar los detalles del Martirio. La Pasión de Pedro del Ps.-Lino (s. IV) ampliaba desde posturas más genuinamente ortodoxas los detalles y las circunstancias del martirio de Pedro. El Martirio de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo (s. V) ofrece otra versión de la tradición de las Pasiones de ambos santos. Del s. VI son los Hechos y Martirio de Pedro del Ps.-Abdías. Las llamadas Pseudo Clementinas, en sus dos elaboraciones, las Homilías (de Pedro) y las Recognitiones o reconocimiento de los miembros de la familia de Clemente Romano confirman y amplían los datos del Apócrifo.

En este estudio de los personajes femeninos de los Hechos Apócrifos, nos vamos a reducir a los datos concretos de los cinco grandes Hechos más antiguos y originales. Ello no quita para que en determinadas ocasiones echemos mano de los datos de otras fuentes con el objetivo de ilustrar o completar los perfiles de ciertas personas.

Los Hechos de Pedro han sufrido también los avatares del tiempo y de los gustos preferenciales de los fieles. Todo lo relacionado con el martirio es lo que está mejor y más abundantemente atestiguado. El resto de los Hechos ha quedado un tanto disperso y desordenado. El material de que disponemos consta de los siguientes fragmentos:

1) El Papiro copto de Berlín (8502) recoge la historia de la hija de Pedro, hermosa pero providencialmente enferma de parálisis, lo que la "libró" del matrimonio.

2) La noticia sobre la hija del jardinero, que encontramos en la Epístola Apócrifa del Ps.-Tito y que es citada por san Agustín en su escrito Contra Adimanto, 17.

3) Los denominados Actus Uercellenses o Hechos de Vercelli (AV), versión latina de los antiguos Hechos griegos y que A. Lipsius edita bajo el epígrafe Actus Petri cum Simone. No parece muy acertado el título elegido por A. Lipsius, ya que los AV contienen pasajes que nada tienen que ver con Simón Mago. Concretamente, los tres primeros capítulos no parecen estar en su sitio original. Ya lo notaron A. Harnack y L. Vouaux. El protagonista de esos capítulos es Pablo. Hay, además, largos pasajes, como los capítulos 20-22, en los que no se menciona a Simón ni se tiene la sensación de su presencia. Los capítulos 33-41, que son los del Martirio, van en estos Hechos después de la muerte de Simón en Terracina (AV 32). Hasta el capítulo 29, se conservan solamente en latín y en un único manuscrito, el citado del Monasterio de Vercelli, que podría contener una versión de los siglos III o IV.

4) El Martirio griego se conservó en dos manuscritos, el de Patmos (P, del s. IX) y el de Vatopedi (A, Monte Athos, del s. XI). Su contenido, aunque con algunas lagunas se corresponde con el final de los Actus Uercellenses. Y son un testimonio de la fidelidad de los AV a los Hechos originales de Pedro, escritos en griego.

Los Hechos de Pedro no contienen figuras señeras femeninas al estilo de Maximila, Drusiana o Tecla. Pero son muchas las que aparecen en diferentes pasajes del relato con su correspondiente ficha de identidad. Y desde luego, la aparición de varias mujeres notables, convertidas a la vida de castidad por los discursos de Pedro, provoca la crisis que acabará en el Martirio del Apóstol.

La hija de Pedro

De carácter claramente encratita es la historia de la hija de Pedro, recogida en el papiro copto de Berlín 8502, 4. Pedro hacía milagros delante de sus devotos. Un domingo le llevaron varios enfermos para que los curase. Uno de la turba tuvo la osadía de interpelar a Pedro con una pregunta muy directa: "Tú, que curas a los demás, ¿por qué no lo haces con tu propia hija?" En efecto, la hija de Pedro, con un lado completamente paralizado, estaba discretamente apartada en un rincón. Pedro acusó el golpe y se vio obligado a dar una explicación.

Si su hija no sanaba, no era porque Dios no fuera capaz de devolverle la salud. Todo era un efecto calculado de la Providencia. Y para demostrarlo, ordenó a su hija que se levantara sana y salva sin ayuda de nadie y que se acercara hasta él. Hecha la demostración, le ordenó que volviera a su sitio y que continuara, como antes, con su parálisis. La multitud "lloraba y suplicaba a Pedro que la curase". Pedro se sintió obligado a referirles toda la historia completa y las motivaciones de aquella circunstancia.

Cuando nació aquella hija, Dios avisó en sueños a Pedro que su retoño sería ruina y motivo de perdición para muchos. La manera de evitarlo era que su cuerpo, por demás hermoso, no fuera sano. La niña creció. Su hermosura era tanta, que a los diez años empezó a convertirse en motivo de escándalo. Así, mientras un día se estaba bañando en compañía de su madre, la vio un hombre muy rico, de nombre Ptolomeo, que quedó prendado de ella. Quiso llevársela consigo, pero la madre de la chiquilla no lo permitía. El Papiro se interrumpe bruscamente porque falta un folio. Pero san Agustín refiere que por la oración de su padre, la joven quedó enferma de parálisis. Cuando vuelve el relato, encontramos a los criados de Ptolomeo que traen a la joven, paralizada de pies a cabeza, y la depositan a la puerta de su casa. Pedro y su esposa dan gracias a Dios porque "ha librado a su hija de la mancha y de la corrupción". Como en los HchAnd y en los HchJn, también aquí se aplican calificativos muy negativos a la vida matrimonial.

Pero el Papiro sigue contando la historia de Ptolomeo. Su pena fue tan grande, tantas sus lágrimas, que sus ojos quedaron ciegos. Tuvo la tentación de quitarse la vida. Pero una voz del cielo le disuadió y le ordenó que buscara ayuda en Pedro. El Apóstol le devolvió la vista, la de los ojos y la del alma. Luego, cuando murió, dejó un terreno en herencia a la hija de Pedro. Pero el importe de su venta fue a parar íntegramente a manos de los pobres.

Que el fragmento pertenece a los primitivos Hechos de Pedro, lo demostró su descubridor y editor C. Schmidt. Y dado que estos sucesos ocurren en la casa de Pedro, debían pertenecer a la primera parte de los Hechos, cuando el Apóstol no se había movido todavía de Jerusalén. Por lo demás, el fragmento es de carácter encratita lo mismo que otros pasajes de los Actus Uercellenses. La ideología que subyace tras el texto de la anécdota es que vale más padecer una grave enfermedad que mancharse con el matrimonio.

El fragmento termina con la indicación de que se trata de Hecho de Pedro, en singular en el original copto. Pero está claro que el sentido es que la anécdota forma parte de los Hechos Apócrifos de Pedro. La peripecia humana de la joven es mero pretexto para la exposición de la doctrina encratita. Por lo demás, no se recoge ninguna palabra de la protagonista que pudiera darnos alguna pista sobre su sentimiento personal. Ella obedece sin más a las órdenes de su padre. El relato da a entender que la hija de Pedro estaba al corriente de los planes de Dios y que los acataba sumisamente. Las palabras del Apóstol eran por demás claras. Aquella enfermedad era útil tanto para el padre como para la hija (Pap. Berl., 131).

La demostración milagrosa realizada por Pedro en la persona de su hija ante la comunidad cristiana debe clasificarse como uno de tantos milagros "inútiles" narrados en los Hechos Apócrifos. La única utilidad del milagro es puramente testimonial. En efecto, no sirvió para devolver la salud a la joven, sino solamente para dar testimonio del poder de Dios y de sus preferencias por la vida de castidad. La predicación sobre las ventajas de la virginidad está formulada aquí con hechos más que con palabras.

C. Schmidt, Die alten Petrusakten im Zusammenhang der apokryphen Apostelliteratur (TU 24, 1), Leipzig, 1923.

Con saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Volver arriba