Las mujeres en los Hechos Apócrifos de Pedro (IV)



Escribe Gonzalo del Cerro

Historia de Eubula (AV 17)

Eubula, devota de Simón Mago

Embutida dentro de la historia de Simón Mago contada por Pedro se encuentra el episodio de Eubula. Todo se desarrolla en Judea, concretamente en Jerusalén según todos los indicios. El encuentro de Pedro con el Mago Simón se realizó en Samaría según los Hechos de Lucas (Hch 8, 18ss). Pedro, consciente de que Simón "hacía mucho mal con sus encantamientos", se encargó de ahuyentarlo de Judea. El Mago habitaba en casa de Eubula, "mujer muy honorable en este mundo, poseedora de oro abundante y perlas de no escaso valor" (AV 17, 1). Con él vivían otros dos personajes a quienes nadie podía ver excepto el mismo Simón. Sirviéndose de sus artes mágicas se llevaron todo el oro de la buena mujer.

Ella, que tenía a Simón por un "ser divino", sospechó de su servidumbre que la habría despojado de sus riquezas aprovechando el revuelo que la presencia del personaje había desencadenado. Eubula, en efecto, creyendo que sus criados eran los culpables de los hurtos, empezó a atormentarlos diciéndoles: "Con ocasión de la llegada de este hombre divino me habéis despojado porque visteis que había entrado a mi casa y honraba a una mujer sencilla" (AV 17, 3).

Pedro, enterado de lo que pasaba en la casa de Eubula, ayuna y ora con intención de esclarecer los hechos. Tiene una aparición de dos hombres, Itálico y Antulo y de un niño desnudo. Este niño, entendido por algunos como el mismo Cristo, quizá debe entenderse, en opinión de Vouaux, simbólicamente como el alma de Eubula, pagana todavía y privada de las vestiduras de la fe. El niño declara que la desaparición de las joyas de Eubula es fruto de la magia de Simón auxiliado por sus dos satélites. Y promete ofrecer una prueba irrefutable de los hechos. En la puerta que lleva a Neápolis Pedro mismo será testigo de la venta de un satirisco de oro con incrustaciones de piedras preciosas por parte de los colegas de Simón a un joyero de nombre Agripino. Neápolis estaba cerca de la antigua Samaría. La puerta de referencia es la puerta de Jerusalén que da al Norte. En la actualidad y en las murallas de Saladino se abre en el lienzo septentrional de la muralla la Puerta de Damasco, de la que sale hoy hacia el Norte la "Carretera de Naplús" (Naplus Road), la antigua Neápolis. Deberá llevar criados de Eubula que identifiquen la joya como perteneciente a su señora. El niño de la visión estaba en todo.

Pedro desenmascara la magia de Simón

Pedro en persona se dirige a la casa de Eubula, a la que encuentra desolada, con los vestidos desgarrados, llorosa y desgreñada. Lo primero que le dice es que se levante de su postración, arregle su rostro, ordene sus cabellos, tome vestidos decentes y ruegue al Señor. Le comunica luego los resultados de su visión y le promete la recuperación de los objetos perdidos. Le explica que Simón usa un lenguaje engañoso y melifluo que fácilmente enreda a las personas sencillas. Su lengua estaba llena de palabras bonitas mientras su corazón lo estaba de impiedad. Eubula cuenta que había hecho donación de cuantiosos bienes para que los distribuyera entre los pobres. Simón los había usado para engrosar su propia bolsa. Así explicaba su caso ella misma al apóstol Pedro: "Hombre, ignoro quién eres. Yo había acogido a Simón como a un ministro de Dios, y todo lo que me pidió para socorro de los pobres lo he dado por su mano en gran cantidad, y a él, personalmente, le entregué, además, muchas cosas. ¿Qué daño le he podido hacer para que maquinase tanto mal contra mi casa?" (AV 17, 12).

La maniobra de Pedro, sugerida por la visión, se realiza según los planes previstos. Los dos amigos de Simón se presentan a la hora anunciada para vender el satirisco robado. Reconocida la joya por los servidores de Eubula, son detenidos los cómplices de Simón y sometidos a tormento. Confiesan que todo lo han hecho por insinuación del Mago que les había prometido dinero. Y cuentan que junto a la puerta habían enterrado muchas de las riquezas sustraídas a Eubula. Simón se acercó para comprobar la marcha del negocio. Comprendió lo que ocurría y emprendió la huida de manera que no volvió a aparecer por Judea.

Conversión de Eubula

Eubula recuperó todo lo perdido, se lo entregó a los pobres, creyó en Jesucristo y se fortaleció en la fe. El Apócrifo redunda en la idea reiterando que ayudó a las viudas, a los huérfanos y a los pobres. Su conversión incluía el desprecio de este mundo y su correspondiente renuncia. Mucho tiempo después se durmió en el Señor. Por lo demás, el relato nada dice de que la conversión de Eubula incluyera un aspecto de cambio de conducta de carácter encratita.

Pedro concluye la relación diciendo que todo esto sucedió en Judea y que ésta fue la causa por la que Simón fue arrojado de aquellas tierras. Sin embargo, el encuentro de Simón con los apóstoles tuvo lugar según los Hechos canónicos en Samaría. Allá habían ido los apóstoles Pedro y Juan y el diácono Felipe, quienes imponían las manos a los bautizados y les comunicaban el Espíritu Santo. Simón sintió envidia y pretendió conseguir la misma facultad ofreciendo dinero a cambio. Pedro le rechazó con duras palabras dando a la vez una definición de lo que luego se ha llamado simonía en recuerdo de la anécdota de Simón en Samaría: "Has creído que el don de Dios podía adquirirse con dinero". Simonía, en efecto, es la adquisición de bienes, cargos o facultades espirituales mediante dinero. (Cf. toda la escena en Hch 8, 14-25). Simón Mago vivía de sus magias con las que embaucaba a las personas sencillas, como había hecho con Eubula. En el fondo interpretaba las obras de los Apóstoles como obras de magia que superaban las suyas propias. Por eso pretendió adquirir aquellos poderes taumatúrgicos a base de dinero. Para resolver el problema de la incapacidad humana, había dos soluciones: 1) El milagro por parte de los poderes sobrenaturales que tenían su origen en Dios.- 2) La magia por parte de hombres que presuntamente dominaban de alguna forma las fuerzas naturales.

Las viudas ciegas (AV 20-21)

Una asamblea cristiana

Convertido Marcelo a la doctrina de Pedro, purifica su casa para librarla de cualquier vestigio del paso de Simón. No contento con eso, congrega a las viudas y a los ancianos para que oren. Cada uno recibirá una moneda de oro. Pedro se presentó en la mansión del magistrado y contempló el espectáculo de las ancianas viudas. Pero le llamó la atención una ancianita ciega a quien su hija llevaba de la mano hacia la casa de Marcelo. Pedro se compadeció, pronunció unas palabras sobre la luz que nos viene de Jesús, y devolvió la vista a la anciana diciéndole: "Acércate, madre; desde hoy te ofrece su diestra Jesús, por el que poseemos una luz inaccesible que no pueden cubrir las tinieblas. Él te dice por mi medio; Abre los ojos, ve y camina sola”(AV 20, 1). La viuda alcanzó a ver "cómo Pedro le imponía las manos" (AV 20, 2).

El Apóstol dirigió a los asistentes a la reunión un largo y profundo discurso como exégesis del evangelio que se acababa de leer. Recordó en él su experiencia sobre el Tabor, la gran luz que envolvió a los apóstoles testigos. Pedro pensó que quedaría ciego. Pero Jesús le tomó de la mano y le levantó. Al referir que ya podía ver a Jesús como hombre sin los resplandores de la transfiguración, desarrolló el tema de la polimorfía. Jesús es tan polifacético y tan grande que cada cual puede verle según su propia y personal capacidad.

Curación de las ciegas (AV 21)

Pero había allí un grupo de viudas ancianas y ciegas que eran paganas. Pedro no tenía conocimiento del dato. Pero ellas, conocedoras del milagro que el Apóstol había operado en la ciega curada, levantaron la voz y se pusieron a gritar. Si Pedro había curado a una de ellas, ¿por qué no extender a las demás el mismo beneficio? Ellas también tenían fe y esperanza en Cristo. Lo confesaban abiertamente: "Estamos sentadas aquí juntas, Pedro, esperamos en Cristo y creemos en Él. Lo mismo que has dado la vista a una de las nuestras, te suplicamos, Pedro, señor, que extiendas también a nosotras la misma piedad y misericordia" (AV 21, 1-2). El Apóstol respondió a su ruego diciendo: "Si vosotras tenéis fe en Cristo, si estáis confirmadas en esa fe, ved con la inteligencia lo que no veis con los ojos; y si vuestros oídos están cerrados, que se abran dentro de vuestro ánimo. Esos ojos, que no ven otra cosa que hombres, bueyes, mudos animales, piedras y leños, se volverán a cerrar. Pues no todos los ojos ven a Jesucristo. Pero ahora, Señor, que tu dulce y santo nombre socorra a estas ancianas. Toca sus ojos, porque tú puedes hacer que vean con sus propias luces" (AV 21, 2-3).

Fue así como Pedro imploró para todas ellas la gracia de la visión. En efecto, hubo un relámpago en la sala que dejó deslumbrados y sin sentido a los asistentes. Y mientras los demás yacían aterrados, las ciegas eran las únicas que se mantenían en pie. El relámpago de luz había penetrado en sus ojos, de manera que todas habían recobrado la vista. Pedro les preguntó qué era lo que habían visto. Unas respondieron que a un anciano; otras que a un joven adolescente; otras que a un niño que tocaba sus ojos. La explicación está en la esencia de Dios, "que es mucho más grande que nuestros pensamientos, tal como hemos comprobado por estas viudas ancianas, que han visto al Señor unas de una forma, otras de otra" (AV 21, 6). La polimorfía de Dios, objeto de las reflexiones de Pedro, queda demostrada y aclarada plásticamente por la visión de las viudas. Dios no es ni viejo ni joven, es mucho más grande y está mucho más lejos de lo que alcanzan nuestros pensamientos.

Una vez más se cumplían las palabras de Cristo: Dios esconde ciertos misterios a los sabios y prudentes del mundo y se los revela a los pequeños (Mt 11, 25 paral.). También en esta ocasión, las viudas, ejemplo de debilidad como los huérfanos y los peregrinos, fueron objeto de la atención de Pedro y beneficiarias de sus poderes taumatúrgicos.

Saludos cordiales y Feliz Año. Gonzalo del Cerro
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