Presencia de Jesús en el Corán


Hoy escribe Luis Antequera

Lo primero que llama la atención en lo relativo a la presencia de Jesús en el Corán es que el fundador del cristianismo es llamado en el libro santo de los musulmanes, Isa. Ese dato, puesto en conexión con el hecho de que a san Juan Bautista se le conozca en el mismo texto por Yahya, hace pensar que el autor del Corán habría estado en estrecho contacto con una secta cristiana de signo gnóstico, los mandeos o sabeos, en la que los dos personajes evangélicos reciben dichos nombres.

Estos mandeos, que han llegado a nuestros días, se reparten hoy por tierras iraníes e iraquíes, y su origen, muy debatido, bien pudo estar en tierras palestinas, o como la leyenda mandea establece, en “la montaña de los mandeos” en Harán, Mesopotamia. En cualquier caso, los mandeos profesan devoción a Yahya-Juan Bautista y al verdadero mesías que, según ellos, éste bautiza, de nombre Mandá d’Haiyé (de donde su denominación de mandeos), pero reniegan de Isa-Jesús a quien consideran un falso mesías. Abona la tesis del contacto del autor del Corán con los sabeos el hecho de que éstos son citados en el Corán varias veces (cfr. C. 2, 62; C. 22, 17). Particular interés merece la equiparación que hace el Corán de sabeos, judíos y cristianos, en cuanto “gentes del Libro” todos ellos:

Los creyentes, los judíos, los sabeos y los cristianos -quienes creen en Dios y en el último día y obran bien- no tienen que temer y no estarán tristes. (C. 5, 69).


Isa-Jesús es citado por su nombre en el Corán veinticuatro veces. A ello hay que añadir, al menos, nueve ocasiones más en las que es citado sin su nombre. Ya sea a través de su madre, “el hijo de María”, en lo cual hallamos otra singularidad: Jesús es el único personaje del Corán al que éste se permite llamar por su "apellido" “hijo de María”, sin citar ni siquiera su nombre. Ya sea con el apelativo de “el Ungido” (C. 4, 172; C. 9, 30), término equivalente al hebreo “mesías”, al griego “cristo”, o al árabe “mahdi”. El abultado número de citas, treinta y tres si aceptamos los otros apelativos de Jesús a los que nos hemos referido, dan idea de la importancia de Jesús para Mahoma.

Una idea más exacta de la presencia de Jesús nos la ofrece la comparación del número de veces que aparece éste citado con las de otros grandes profetas bíblico-coránicos. Así, Moisés, conocido como Muza en el Corán, aparece citado por su nombre en el Corán unas ciento cuarenta veces. Abrahán, conocido como Ibrahim, la mitad, unas setenta. Ambos son los personajes más generosamente aludidos del libro sagrado del islam. Noé, Nuh en el Corán, aparece citado unas cuarenta veces, pocas más que Jesús. Y Adán unas veinticinco, prácticamente las mismas que el de Nazaret.

Sin embargo, estas cifras nos pueden llevar a conclusiones erróneas, pues las historias relativas a Moisés son extremadamente repetitivas: unas quince veces se refiere el Corán al episodio que relata su participación en la huída de los judíos del Egipto faraónico; unas cinco veces cita el episodio de la adoración del becerro de oro por los judíos (Éxodo 32). Casi tan reiterativas son las historias que se refieren a Abrahán, Noé y Adán. No así, en cambio, las referidas a Jesús, en cuyo caso, sólo hay un tema en el que las referencias en el Corán son reiterativas: el de su titulación como hijo de Dios, a la que nos referiremos más adelante.

No menos sugestivo resulta comparar las veces que Jesús es nombrado en el Corán con las que lo es su madre, la Virgen María, Myriam en el Corán. La madre de Jesús es llamada por su nombre nada menos que treinta y tres veces, es decir, tantas que sólo la superan en esta estadística Moisés, Abrahán y Noé; más veces que ningún otro personaje femenino a lo largo del texto sagrado de los musulmanes (recordemos que María es la única mujer cuyo nombre recoge el Corán; ni siquiera aparece citada en él, por su nombre, ninguna de las esposas del Profeta), y nueve veces más que su propio hijo Jesús. Si bien, justo es decirlo, de esas treinta y tres veces sólo en once tiene María vida propia; en las otras veintidós su nombre aparece en calidad de apellido de Jesús, el “hijo de María”.

A mayor abundamiento, también desfilan por las páginas del Corán otros personajes estrechamente vinculados a Jesús en el Nuevo Testamento. Así, Juan el Bautista, citado cinco veces; el colegio de apóstoles, mencionado como tal en cuatro ocasiones, si bien a ninguno de sus miembros lo llama el Corán por su nombre. El propio Evangelio como tal, es objeto de las citas coránicas, a veces bajo el nombre genérico de Escrituras, en el que se ve englobado junto con el Antiguo Testamento; pero a menudo por su propio nombre, lo que ocurre en torno a una docena de veces.

Después de leer detenidamente el Corán, y teniendo en cuenta la estadísticas que hemos aportado, la conclusión del lector bien podría ser la de que -aparte el gran protagonista de la obra que no es otro que Mahoma- otros tres personajes destacan en ella con un grado relativamente similar de protagonismo: Abrahán, Moisés y Jesucristo. Y si hubiéramos de señalar un quinto, ése tal vez habría de ser María.

La presencia de Jesús en el Corán, de acuerdo con lo que constituye una de las características del texto sagrado de los musulmanes, es muy dispersa. No se contiene en una sola azora o capítulo, sino que está desperdigada a lo largo de todas sus aleyas, y no sigue un orden cronológico, ni siquiera temático. En general, se puede apreciar un tratamiento extenso sobre la figura de Jesús en las azoras 3, 4, 5 y 19. Y menciones tangenciales en las 2, 6, 7, 9, 21, 23, 33, 42, 43, 57, 61 y 66. Citas que, en la mayoría de los casos, están muy relacionadas con las referidas a su madre.

Tema interesante es el de los atributos con los que el Corán adorna a la figura de Jesús. A este respecto, el Corán, como en casi todo lo relativo al personaje, es tributario de la literatura canónica cristiana. A Jesús, en primer lugar, se le llama “el Ungido” (“mesías”, “cristo”, “mahdi”, como dijimos) y que en el Corán se utiliza referido a Jesús más de una docena de veces. La más clara cuando hablando de él, dice Allah:

Su nombre es el Ungido, Jesús, hijo de María (C. 3, 45)


Tal denominación, frecuente en los Evangelios, es la primera que el propio Jesús se arroga para explicar a sus conciudadanos su misión. Nos lo cuenta muy gráficamente Lucas:

Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías, halló el pasaje donde estaba escrito: “El espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido [obsérvese el término “ungido” en el texto que elige Jesús, no casual en absoluto] para anunciar a los pobres la buena nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos, y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.” Enrollando el volumen lo devolvió al ministro. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó pues a decirles: “Esta escritura que acabáis de oír, se ha cumplido hoy (Lc 4, 16-21).


Mesías, ungido, es también el término con el que lo “adorna” el apasionado Pedro, cuando Jesús interpela a sus discípulos: “¿Y vosotros quién decís que soy yo?” (Mc. 8, 29).

A Jesús se refiere el Corán también como “la Palabra”:

El Ungido Jesús, hijo de María, es solamente el Enviado de Dios y Su Palabra (C. 4, 171).


El evangelista Juan empieza su evangelio de la siguiente manera:

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios. Y la Palabra era Dios […] Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros (Jn. 1, 1.14).


Jesús es también, para el Corán, “el Espíritu de Dios”:

El Ungido Jesús, hijo de María, es solamente el Enviado de Dios y Su Palabra, que él ha comunicado a María y un espíritu que procede de El (C. 4, 171).


La denominación “espíritu de Dios”, “espíritu santo”, aunque tiene de hecho una procedencia evangélica que probablemente anda barruntando por la mente del autor coránico cuando la aplica a Jesús, no se utiliza en el Corán de similar manera a como lo hacen los Evangelios. Estos, cuando mencionan el Espíritu de Dios, se están refiriendo a una manifestación divina diferente a la del Dios Creador del Viejo Testamento, la tercera de las tres personas divinas según el dogma que se consolida en el seno del cristianismo como de la Santísima Trinidad a lo largo del s. IV en los concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381). Una Santísima Trinidad que, por cierto, y como veremos más adelante, es justamente la “desviación” cristiana que más irrita a Allah y que con mayor virulencia combate el Corán. El libro sagrado de los musulmanes, en cambio, cuando menciona el espíritu de Dios se refiere a una criatura más a través de la cual Dios ejecuta alguna acción especial. Tan espíritu de Dios a estos efectos es Jesús, como el arcángel Gabriel que se presenta a María para anunciarle que está encinta (C. 19, 17).

Jesús es también en el Corán un “enviado”:

¡Gente de la Escritura! (...) ¡No digáis de Dios sino la verdad: que el Ungido Jesús, hijo de María, es solamente el Enviado de Dios (C. 4, 171).


Pasaje, por cierto, idéntico al que reserva el Corán a Mahoma donde dice:

Mahoma no es sino un enviado, antes del cual han pasado otros enviados” (C. 3, 144).


En la exégesis islámica, el enviado (ar. rasul) recibe un grado podríamos decir superior al que recibe el mero profeta (ar. nabí). Se suele caracterizar al enviado o “rasul” como el profeta cuya profecía viene acompañada con un libro escrito. Y Jesús, desde ese punto de vista, es “rasul” sin duda:

Hicimos que les sucediera Jesús, hijo de María, en confirmación de lo que ya había de la Torá. Le dimos el Evangelio, que contiene dirección y luz (C. 5, 46).


No es por ello casual, que los grandes enviados del Corán, esto es, aquellos citados como tales, sean Moisés, sustentado su mensaje por el Pentateuco (la Torá); Jesús, avalado por el Evangelio; y Mahoma, respaldado por el mismo Dios en el Corán. En todo caso, la titulación se constituye, como otros muchos hechos, en ilustrativo del especialísimo lugar que el libro sagrado de los musulmanes reserva al fundador del cristianismo.

Saludos cordiales de Luis Antequera.
Volver arriba