Diversos bloques de tradiciones en el Decálogo (III)

Hoy escribe Antonio Piñero:

Si proseguimos con nuestro análisis del Decálogo, encontraremos algunas pequeñas diferencias, pero interesantes, que nos pueden poner sobre la pista de que los Diez Mandamientos no fueron en principio un bloque compacto, transmitido de una vez por Moisés, sino que se fueron formando poco a poco.

Así, por ejemplo: el final de las dos listas contiene un cambio interesante: la del Deuteronomio (5, 21) dice: "No codiciarás la mujer de tu prójimo". Por el contrario, la del Éxodo (20,17) mezcla a la mujer con los otros bienes de la casa de un varón casado (“No codiciarás su mujer, ni su siervo, ni su criada, ni su toro, ni su asno, ni nada de lo que a tu prójimo pertenece”: Ex 20, 17). Sin duda, el cambio del Deuteronomio, que revela una mayor sensibilidad por la mujer, fue realizado en una época posterior: el orden más primitivo debía ser el del Éxodo.

Ya esta sola observación basta para poner en entredicho lo que se dice en la conclusión del Decálogo del Deuteronomio:

"Estas fueron las palabras que dijo Yahvé a toda vuestra asamblea en la montaña, en medio del fuego, la nube y la densa niebla, con voz potente; y nada más añadió" (Dt 5, 22).


Otros detalles poco claros son los siguientes: la repetición -en los dos textos- de la orden de "no cometer adulterio" y de "no desear la mujer del prójimo" es también extraña, pues en el fondo se prohíbe una misma cosa. Si los Diez Mandamientos se hubieran redactado de una sola vez, ¿es razonable esta repetición?

Otro caso: la prescripción relativa a las imágenes queda bastante oscura. Aparentemente el doble imperativo que la sigue -"No te postrarás ante ellas ni las servirás"- se refiere a la prohibición de adorar esas imágenes de la divinidad. Pero esta manera de entender el texto contradice todo el uso del Antiguo Testamento. En efecto, R. Smend ha hecho notar que la doble expresión "postrarse y servir" se usa unas 25 veces en la Biblia hebrea y siempre referida a otros dioses, nunca a las imágenes de la divinidad. Se han mezclado, pues, dos realidades distintas en un mismo precepto: la prohibición de adorar a dioses falsos y la de fabricar imágenes.

Esta última observación nos conduce a la sospecha de que primitivamente debió existir la prohibición de adorar a divinidades extranjeras y que más tarde se unió a esta orden la de no construirse simulacros de ningún tipo, "ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra".

Otros investigadores se han fijado también perspicazmente en el hecho de que al principio del Decálogo habla Dios en primera persona: "Yo Yahvé soy tu Dios...", pero luego, en el resto de la lista, a partir de "no proferir en vano el nombre de Dios", se alude a Yahvé siempre en tercera persona ("porque Yahvé no juzgará inocente..."; porque en seis días hizo Yahvé los cielos y la tierra..."). Hay, por lo tanto, dos fuentes distintas.

Son todos éstos pequeños detalles si se quiere, minucias de filólogos, pero sirven de indicios de que los Diez Mandamientos no formaron desde el principio un bloque homogéneo que se transmitió tal cual como palabra pronunciada directamente por Dios y recogida por Moisés sin cambio ninguno con absoluta fidelidad. Son indicios de que el Decálogo está formado por diversos estratos distintos entre sí, que podemos detectar gracias precisamente a estas pequeñas diferencias. Y si esto es así, ¿cuándo se compusieron tales bloques de tradición? ¿Cuál es el más antiguo?

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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