El Decálogo(IV). El reflejo de dos escuelas teológicas distintas

Hoy escribe Antonio Piñero:

El análisis del precepto sobre la observancia del sábado desempeña un papel esencial para caer en la cuenta de la confluencia de escuelas teológicas distintas en la confección del Decálogo. Los motivos que fundamentan la orden divina son este caso muy distintos en las dos redacciones (Éxodo y Deuteronomio).

En la primera se ofrece como fundamento lo que ocurrió al inicio de los tiempos: se debe respetar el sábado porque el séptimo día es aquel en el que Dios descansó. La segunda, por el contrario, presenta una razón bien distinta: hay que reposar en ese día en recuerdo de que Israel fue esclavo en el país de Egipto, y de que Dios lo salvó de allí con mano fuerte y brazo tendido.

Al analizar el lenguaje de estas dos fundamentaciones diversas del precepto del descanso sabático, los comentaristas están de acuerdo en que las dos razones diferentes se hallan expresadas en términos de dos escuelas teológicas bien diferenciadas, cuyas ideas se pueden detectar muy bien a lo largo de los primeros libros del Antiguo Testamento y cuya fecha de actuación sabemos. La primera se denomina "sacerdotal" y se sitúa cronológicamente, sin duda ninguna, en lo siglos VII/VI a.C. La segunda escuela se llama "deuteronomista" y es la responsable de la redacción actual del bloque de libros que va desde el Génesis hasta el Libro 2 de los Reyes. Su actividad tuvo lugar, también sin duda alguna, durante la época del exilio en Babilonia (hacia el s. VI a. C.).

La conclusión de todo este breve conjunto de observaciones se impone: al menos en la redacción actual ciertos detalles de los Diez Mandamientos no proceden de la pluma de Moisés, sino de unos 700 años después.

Fecha de composición de la lista de preceptos en el Decálogo

¿Es posible reconstruir la lista primitiva de los Diez Mandamientos, si es que fueron realmente diez? La mayoría de los críticos, incluso los católicos, se muestran muy escépticos respecto a esta posibilidad, ya que las tradiciones antiguas y modernas que van mezclándose en estos primeros libros de la Biblia que contienen el Decálogo han sido bastante bien fundidas por las manos de los redactores posteriores. Sí existen, sin embargo, algunas pistas para afirmar que el Decálogo originario tampoco pudo ser muy antiguo, desde luego posterior a la época en la que vivió Moisés (s. XIII a.C.).

El primer mandamiento, tan absolutamente esencial en el Decálogo, quizás no estuviera aún en vigor en época de Saúl, el primer rey de Israel, el adversario de David (hacia el 1030-1010 a.C.). Este hecho, quizá sorprendente, se deduce de una noticia del Cronista (1 Crónicas 8,33; 2 Samuel 2-4) quien afirma que Saúl puso a su cuarto hijo el nombre de "Ishbaal", es decir, "hombre o servidor de Baal". Ello significa que el monoteísmo, la adoración exclusiva de un Dios único, que teóricamente estaría implantado en Israel desde época de Moisés, aún no tenía fuerte arraigo en el país. De lo contrario, el rey no se hubiera atrevido a poner tal nombre a un heredero del trono. Algunos comentaristas sostienen que quizás el primer mandamiento aún no habría sido promulgado.

El redactor hebreo del libro denominado 2 Samuel cae en la cuenta de lo que significaba ese tal nombre y se siente avergonzado de Saúl, por lo que cambia continuamente el vocablo Ishbaal en Ishboshet, "hombre de la vergüenza" (a partir de 2,8). Algo parecido cabe deducir de la tremenda lucha que durante el s. VIII a.C. mantienen los profetas Elías y Oseas contra los ministros de Baal para imponer el culto al dios único, Yahvé. Elías llega a decir:

"He quedado yo solo en Israel como profeta de Yahvé, mientras que los de Baal son cuatrocientos cincuenta" (2 Reyes 18,22).


Parece claro que no había una decantación clara por Yahvé y que no se había promulgado aún un precepto riguroso cuya contravención podía acarrear la pena de muerte.

Hace años se opinaba que el lamento de Oseas 4,2:

"No existe fidelidad, ni piedad, ni conocimiento de Dios en el país. Se perjura, se miente, se asesina, se roba, se comete adulterio..."


era una clara cita del decálogo de Moisés. Hoy, por el contrario, la mayoría de los críticos sostienen que el texto de Oseas es un indicio de cómo primero existió en Israel la denuncia profética que pretendía inculcar con gran esfuerzo los principios morales y que luego -a partir de la tradición formada en las escuelas de los profetas- se formaron literariamente los mandamientos y se pusieron en boca de Moisés en forma de "decálogo". Pero hay que confesar que el argumento es perfectamente reversible: pudo ser al revés.

Igualmente reversible es otra argumentación para fechar los Diez Mandamientos: en le Decálogo no se hace mención ninguna del estado. Según unos críticos, esto es una prueba de la antigüedad de los mandamientos: cuando se compusieron aún no existía estado en Israel. Para otros, por el contrario, esta ausencia prueba más bien que los Diez Mandamientos se fijaron por escrito en un momento en el que el Estado estaba ya bien asentado; no había por qué introducir en unas normas tan básicas nada referido a algo político y temporal.

Fecha del precepto del sábado

Un papel importante en la cuestión de la datación del Decálogo es la fecha en la que parece se impuso el precepto del sábado. Sabemos que fue durante el exilio en Babilonia (a partir del s. VI a.C.) cuando empezaron a ganar importancia la observancia del sábado y la circuncisión para distinguir a los judíos de otros pueblos, y sabemos también que en Babilonia la palabra "sábado" (shappattu) no se refería a un día de la semana, sino al día de la luna llena. Solamente durante la época del exilio fue cuando este nombre pasó a designar un día de la semana (siete, número sagrado) y fue entonces cuando los judíos comenzaron a descansar un día (gran invento por el que estamos muy agradecidos) en honor de la divinidad.

Si esta tesis es correcta, nos proporcionaría un excelente argumento para sostener que el Decálogo, tal como hoy lo conocemos, incluyendo el sábado, no es anterior al s. VI a.C. Desde luego, muy posterior a Moisés, como antes apuntamos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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