Fases en la elaboración del Decálogo (y V)

Hoy escribe Antonio Piñero:

Concluimos hoy nuestra miniserie sobre la formación y contenido del Decálogo.

En primer lugar, parece que el Decálogo ritual de Éxodo 34, que mencionamos anteriormente, es más antiguo que el de los Diez Mandamientos. Como tiene preceptos que se parecen al famoso Código de Hammurabi, los especialistas han deducido que los hebreos lo copiaron –o al menos se inspiraron en él- y lo transformaron a partir de tradiciones propias y ajenas, quizás de los pueblos cananeos.

Se piensa que la historia de las dos tablas proviene de los mandamientos grabados en dos planchas de piedra que había en el respetado templo de Baal Berit ("el Dios de la Alianza") en la ciudad de Siquén y que destruyó Abimélec, el primer rey del reino del norte en Israel (Jueces 9,22) según cuenta el capítulo 9 del libro de los Jueces. Las generaciones posteriores atribuyeron también este “decálogo” a Moisés, con lo que surgió esa confusión dentro del libro del Éxodo que nos llamaba la atención al principio.

Según el biblista J. Loza, es posible reconstruir aproximadamente las fases de desarrollo del segundo decálogo, el de los Diez Mandamientos. Una primera, imposible de determinar cronológicamente, pero casi seguramente posterior a la época de Saúl, fue aquella en la que los profetas, no Moisés, promulgaron un decálogo primitivo, muy breve (difícil de reconstruir exactamente hoy día), quizás compuesto de fórmulas negativas escuetas. Si el texto de Oseas arriba mencionado - 4,2: "No existe fidelidad, ni piedad, ni conocimiento de Dios en el país. Se perjura, se miente, se asesina, se roba, se comete adulterio..."- fuera una alusión a este decálogo, ya existía éste en el siglo VIII a.C. Sus preceptos ordenaban no matar, no adulterar, no robar, no perjurar y no cometer adulterio. Quizás tuviera como fórmula introductoria "Yo soy Yahvé, tu Dios desde el país de Egipto". Ciertamente, el precepto de la observancia del sábado no estaba incluido.

En una segunda fase, que duró unos dos siglos, este decálogo se fue enriqueciendo paulatinamente. Los añadidos fueron, por ejemplo, Éxodo 20,17b: "No codiciarás su siervo, ni su criado, ni su toro...", etc., y se modificó la frase de 20,12 -"Honra a tu padre y a tu madre"- añadiendo: "para que se prolonguen tus días sobre el suelo que Yahvé, tu Dios, te da".

En la tercera fase, ya hacia el s. VI a.C., la llamada escuela teológica deuteronomista, incluye en los mandamientos el precepto del sábado surgido en tierras del exilio, a la vez que da forma definitiva al decálogo de Deuteronomio 5,6-21 mediante una serie de adiciones que pasan en una buena parte al bloque formado por Éxodo 20,2-17. Esta reelaboración coincide con otra más profunda que afecta al conjunto del Deuteronomio primitivo. Sólo en este momento el Decálogo pasaría a formar parte del segundo discurso de Moisés, central en este libro.

En la cuarta y definitiva fase un grupo sacerdotal, posterior al deuterono¬mista, efectúa una última redacción del Decálogo en la que destacaría Ex 20,8-11 como principal innovación. Durante las etapas tercera y cuarta (en torno a la época del exilio en Babilonia) es cuando los Diez Mandamientos alcanzan su formulación definitiva. En este momento final sólo pudieron tener lugar en todo caso ciertos cambios en el orden o secuencia de determinados elementos, por ejemplo Éxodo 20,13-15 y Deuteronomio 17-19.

En conclusión: la crítica histórica no nos permite seguir manteniendo la ficción literaria de un solo Decálogo grabado en unas tablas de piedra por Moisés inmediata y fielmente tras haberlo escuchado tal cual de boca de Yahvé. Al menos en su forma actual, ni el decálogo ritual ni el de los Diez Mandamientos son obra del gran legislador judío; ambos encierran tras sí una larga historia de evolución que hoy podemos trazar al menos en sus líneas generales. El lo que respecta a los Diez Mandamientos, su redacción definitiva tuvo lugar unos 700 años después del acontecimiento del Sinaí.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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