Jesús y sus primeros discípulos


Hoy escribe Antonio Piñero:
Vamos a iniciar una pequeña serie en la que comentaremos el siguiente libro:

Santiago Guijarro, Jesús y sus primeros discípulos, Estella, Verbo Divino, 2007, 288 pp. ISBN 978-84-8169-714-8


Presento este libro a nuestro lectores en primer lugar por su valor intrínseco, y segundo porque me parece indicativo de lo que se está haciendo en la actualidad en España en temas de “Jesús histórico” y “orígenes del cristianismo” en ámbitos confesionales, lo que nos permite formularnos algunas cuestiones esenciales tanto desde el punto de vista histórico, como de la actitud de la teología en nuestro tiempo frente a ellos.

En primer lugar haré una presentación del contenido y luego me detendré en los capítulos que considere bien más interesantes en sí, o bien porque yo mismo haya estudiado el tema. En este segundo momento ofreceré también una síntesis de los contenidos y luego formularé algunas críticas.

Para la primera síntesis, a vista de pájaro sobre el contenido del libro utilizaré palabras del autor en su Prólogo. Guijarro sostiene con razón que los comienzos del cristianismo son impensables sin el impacto causado por Jesús en sus primeros seguidores…, pues ellos continuaron su obra después de su muerte en estos mismos lugares. En el movimiento de Jesús pueden distinguirse así dos fases bien definidas: una anterior a su muerte y otra posterior a su resurrección. entre ambas, sin embargo, existe una notable continuidad –aquí haremos una matización-, pues tanto con una como en otra los discípulos de Jesús tuvieron un papel muy importante.

Los estudios reunidos en este libro pretenden iluminar algunos aspectos concretos de la etapa decisiva de los comienzos del cristianismo en los que intervienen los primeros discípulos. Por ello son también importantes por la luz que arrojan sobre el Jesús histórico y por los problemas que pueden plantear ambos ámbitos.

Los dos primeros capítulos se centran en el proceso de transmisión de la tradición sobre Jesús entre sus primeros seguidores. Aunque su principal objetivo es averiguar en qué medida la tradición oral y el documento Q pueden aportamos una información relativamente fiable sobre él, la respuesta a esta pregunta requiere una investigación sobre los grupos de discípulos que conservaron y transmitieron estas tradiciones después de su muerte. Ambos estudios (“La tradición oral sobre Jesús” y “El documento Q y el Jesús histórico”) tienen que ver, por tanto, con las dos fases del movimiento de Jesús antes mencionadas: antes de su muerte y los años que la siguieron.

Los tres estudios siguientes (capítulos 3-5) abordan aspectos centrales de la actividad de Jesús, sus motivaciones y su finalidad. Los tres recurren a la antropología cultural mediterránea para comprender mejor el significado y el alcance de los testimonios de los evangelios sobre el comportamiento filial de Jesús, sus exorcismos y sus sanaciones. La actitud filial de Jesús (capítulo 3: “El comportamiento filial de Jesús”) respecto a Dios revela la motivación profunda del movimiento iniciado por él y nos permite adentrarnos un tanto en el difícil problema de la autocomprensión de Jesús, en concreto si él se creyó a sí mismo hijo ontológico de Dios, lo que dejaría paso evidente a la futura formación del dogma de la Trinidad, o bien se consideró un mero ser humano, aunque a fuer de profeta y heraldo del Reino de Dios, con una especial relación con la divinidad.

El estudio de los exorcismos y sanaciones de Jesús (capítulos 4 y 5: “El significado de los exorcismos de Jesús” y “Relatos de sanación y antropología médica”) puede mostrar aspectos importantes de la meta que perseguía, pues a través de ambas acciones quiso manifestar que el Reinado de Dios había comenzado a llegar.

Los cuatro últimos capítulos (cap. 6-9) están dedicados a esclarecer algunos de los múltiples problemas que plantea el estudio sobre los primeros grupos de discípulos en Judea y Galilea. El sexto estudio está consagrado al tema “La familia y el movimiento de Jesús”, que a mí me parece de gran importancia pues incide en la postura de Jesús respecto al matrimonio, las relaciones paterno-familiares, la actitud de Jesús hacia las mujeres, etc., temas que han sido abordados de modo especial desde 1970 sobre todo por la teología feminista.

Otro tema importante es el relativo al estudio de las fuentes que conecta con el capítulo primero. Me parece interesante el capítulo 7 (“El relato premarquiano de la Pasión y la comunidad de Jerusalén”) porque Guijarro se atreve a hacer una reconstrucción –mostrando el método utilizado para ello- de cómo pudo ser la primera narración de la pasión de Jesús, compuesta por un autor desconocido y que estuvo en la base, ciertamente, del Evangelio de Marcos y quizás en el de Juan.

Los primeros escritos cristianos apenas se refieren directamente a estos grupos de discípulos de Judea y Galilea porque nacieron en otros contextos y responden a otras preocupaciones. Sin embargo, los Evangelios han recogido la tradición conservada y transmitida por estos primeros grupos de discípulos que podrían haber dejado algunas huellas de sí mismos en esas composiciones preevangélicas. El dedicado a la Pasión y los dos últimos capítulos (“Los primeros discípulos en Galilea” y “Los comienzos del cristianismo en Judea y Galilea”) parten de este presupuesto y tratan de recoger los ecos de estos grupos que aún resuenan en algunas de ellas.

Después de esta visión general, en días sucesivos abordaremos los temas concretos tratados en los diversos capítulos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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