Las mujeres en los Hechos Apócrifos de Pablo (I)



Escribe Gonzalo del Cerro

Tecla, la sierva de Dios, escucha la palabra de Pablo sobre la castidad

Mientras Pablo predicaba sobre la vida de castidad, una virgen llamada Tecla, hija de Teoclía y prometida a un hombre de nombre Támiris, estaba sentada día y noche en una ventana vecina. Veía a las mujeres y doncellas que entraban y salían, y deseaba poder acercarse a Pablo, a quien no había visto cara a cara, sino que solamente escuchaba su voz. En vista de la terquedad de la joven en perseverar "como una araña" en la ventana, su madre mandó recado a Támiris, su prometido, para contarle lo que estaba sucediendo. Vino el joven gozoso, pensando que le llamaban para concertar la boda con Tecla. "¿Dónde está mi Tecla, que quiero verla?" (HchPlTe 8, 1).

Teoclía explica a Támiris la novedad. Tecla lleva tres días y tres noches sin moverse de la ventana, pendiente de la palabra "engañosa y brillante" del extranjero, actitud impropia de una doncella tan juiciosa como Tecla. "Támiris, este hombre, dice la madre, ha revuelto la ciudad de Iconio y con ella a tu Tecla". Mujeres y jóvenes acuden a él y se dejan enseñar que deben adorar a un solo Dios y vivir en castidad (HchPlTe 9, 1). Es Támiris quien debe ir a Tecla y tratar de convencerla, ya que es su prometido. La interpela directamente, como también su madre. Pero ante la pertinacia de Tecla todos lloraban en la casa: Támiris por la pérdida de su prometida, Teoclía por la de su hija, los criados por la de su señora. A pesar del revuelo organizado en su casa, Tecla no cedía sino que seguía volcada totalmente en la predicación de Pablo.

Támiris cambió de táctica. Comprendió que tenía que hacer algo práctico si quería recuperar a su amada. Se lanzó a la calle para investigar las circunstancias en que se movía Tecla. Vio a multitud de personas que entraban y salían. Pero distinguió a dos personajes que le parecieron interesantes. Eran Dimas y Hermógenes, teóricos compañeros del Apóstol. Les preguntó quién era Pablo y cuál era su doctrina, y les prometió dinero en abundancia por sus informaciones. Ellos respondieron que no conocían a Pablo, pero que separaba a las mujeres y a las doncellas de los hombres. Afirmaba, además, que no tendrían resurrección los que no vivieran castamente (HchPlTe 11-12). Como ya hemos notado en otro lugar, las afirmaciones claramente heterodoxas en materia de encratismo aparecen en labios hostiles a los Apóstoles. Pero la conexión entre la vida de castidad y la salvación nunca fue realizada en la predicación oficial.

Támiris invitó a los dos siniestros personajes a su casa, les dio comida, bebida y dinero. Ellos le contaron que Pablo enseñaba una nueva doctrina, por la que tenía que ser juzgado y convenientemente castigado. Animaban a Támiris para que lo llevara a los tribunales. Con ello Pablo sería ajusticiado, y Támiris recuperaría a Tecla. Dimas y Hermógenes se comprometían a enseñar a Támiris la doctrina sobre la resurrección, que era algo que se cumplía en los niños que nacían y que representaban como una renovación de la vida de los padres (HchPlTe 13-14). Era una interpretación intencionalmente sesgada del significado de la resurrección de la carne, doctrina tradicional en el pensamiento semita. Los hebreos, con una mentalidad no hecha para exquisiteces metafísicas comprendían mejor la resurrección material de los hombres al final de los tiempos que la inmortalidad de las almas.

Prisión de Pablo

Pablo continuaba su predicación en casa de Onesíforo, y allá se presentó Támiris con una multitud de policías y servidores públicos armados con bastones. Llevaron a Pablo prisionero al tribunal del gobernador. La ciudad de Iconio estaba revuelta. Pues decían que corrompía a las mujeres. Támiris interpeló al presidente del tribunal con estas palabras: "Procónsul, este hombre (que no sabemos de dónde es) no permite que se casen nuestras doncellas. Que diga delante de ti por qué enseña tales cosas" (HchPlTe 16, 1). Dimas y Hermógenes aconsejaron a Támiris: "Di al gobernador que es cristiano, y así lo perderás". El gobernador hizo a Pablo dos preguntas: "¿Quién eres tú y qué es lo que enseñas? Pues no es poco de lo que te acusan" (HchPlTe 16, 2). La situación de Pablo y su interrogatorio recuerdan momentos de la Pasión de Jesús, como la acusación que hacen contra él los sumos sacerdotes ante Pilato (Mc 15, 4) y las preguntas que le dirigió Anás (Jn 18, 19).

El prisionero tuvo ocasión de explicar ante el gobernador los puntos principales de su misión. Venía para sembrar la esperanza, la verdad y la salvación. El gobernador no vio con claridad motivos de condena y lo retuvo en la cárcel con intención de juzgarlo más detenidamente. Tecla se acercó a la prisión sobornando con regalos al portero y al carcelero. Al primero lo ganó con una pulsera; al carcelero, con un espejo de plata. Gracias a esos gestos consiguió llegar hasta Pablo, a cuyos pies se sentó para escuchar su palabra y confirmarse en sus posturas. El gesto de Tecla recuerda la conducta de Maximila en los HchAnd. Con dinero de por medio, no tuvieron dificultad ni Maximila ni Tecla en seguir escuchando la predicación de los apóstoles prisioneros.

La ausencia de Tecla se hizo notar lo suficiente para que su familia y Támiris la echaran de menos. La buscan, interrogan, se enteran de su paradero y la encuentran en la prisión como "atada por el amor". Reúnen gran cantidad de gente y acuden al gobernador para contarle lo sucedido. Pablo fue de nuevo llevado al tribunal, y con él fue llevada Tecla. El gobernador la preguntó: "¿Por qué no quieres casarte con Támiris según la ley de los iconios?" (HchPlTe 20, 2). Tecla no respondió sino que se quedó mirando de hito en hito a Pablo. Su madre Teoclía gritó indignada: "¡Al fuego con la inmoral¡ Quema en el teatro a la que no quiere casarse, para que tengan miedo todas las mujeres que se han dejado enseñar por este individuo" (Ibid.). El gobernador hizo azotar a Pablo y lo expulsó de la ciudad. Y condenó a Tecla a la hoguera.

Tecla condenada a la hoguera (HchPlTe 21-22)

En el teatro, donde tenía que llevarse a cabo la ejecución, Tecla buscaba con la vista a Pablo "como un corderillo busca en el desierto a su pastor". Y tuvo una visión en la que "vio al Señor bajo la apariencia de Pablo" (HchPlTe 21, 2). Mientras ella lo miraba fijamente, el personaje de la visión se marchó al cielo. Varios jóvenes y doncellas recogían paja y madera para la hoguera. Tecla subió a la pira desnuda y con los brazos en cruz. El gobernador lloró viendo el valor de la joven. Como luego se cuenta en las tradiciones recogidas sobre el final de la santa, tenía diecisiete años cuando fue condenada a morir por el fuego. Los detalles de la cronología personal de la vida de Tecla están conservados en los códices ABC y publicados por A. Lipsius en sus AAA I 270 (Acta Apostolorum Apocrypha).

Los verdugos encendieron la hoguera. Surgió una enorme llamarada, que no llegó ni siquiera a tocar a la joven. Dios, en efecto, tuvo misericordia de ella, hizo surgir un fragor subterráneo a la vez que aparecía en el cielo una nube llena de agua y granizo que descargó con violencia sobre el teatro y sus ocupantes, y apagó la hoguera. Todos huyeron despavoridos, y muchos murieron mientras que Tecla, indemne, quedó a salvo del fuego y del agua. Entre los episodios ocurridos en Éfeso cuentan los HchPl un suceso paralelo. Condenado Pablo a "luchar contra las fieras", se encontró con el león a quien había bautizado en las cercanías de Jericó. Estando el cielo raso, cayó de pronto una tremenda granizada que hizo huir a todos del teatro y mató a no pocos. Murieron también las fieras y fue herido el organizador del espectáculo mientras que Pablo y el león quedaban a salvo (Papiro de Hamburgo V). Es ésta una de las dos grandes pruebas que Tecla tuvo que soportar y por las que fue venerada como mártir.

Reencuentro con Pablo (HchPlTe 23-25)

El texto no explica cómo salió Tecla del teatro. Solamente termina el episodio comentando que mientras tantos perecieron, Tecla se salvó. Pablo habitaba en una cueva no lejos de Iconio orando y ayunando con Onesíforo y su familia. Los niños sintieron hambre, por lo que Pablo dio a uno de ellos su capa para que fuera a venderla y a comprar comida. Y sucedió que mientras realizaba su compra, descubrió a Tecla. "¿A dónde vas?", le preguntó el niño. "Voy buscando a Pablo desde que fui liberada del fuego", contestó Tecla. El muchacho le dijo: "Ven conmigo; yo te llevaré hasta él, pues suspira por ti y lleva seis días orando y ayunando" (HchPlTe 23, 2).

Cuando Tecla llegó a la gruta, encontró que Pablo estaba de rodillas orando: "Padre de Cristo, que el fuego no toque a Tecla; quédate junto a ella, porque es tuya" (HchPlTe 24, 1). Tecla, de pie detrás de Pablo, levantó la voz diciendo: "Padre nuestro que has hecho el cielo y la tierra, Padre de tu amado Hijo Jesucristo, te bendigo porque me has salvado del fuego para que pudiera ver a Pablo" (HchPlTe 24, 2). La sorpresa de Pablo quedó expresada en una sentida acción de gracias porque Dios había escuchado su plegaria con gran prontitud y eficacia.

En la gruta tenían algunos panes, legumbres y agua. Reinaba un gran amor; Pablo y Onesíforo y todos los demás sentían un gran regocijo, gozosos por las admirables obras de Cristo. Tecla dijo a Pablo: "Voy a cortarme el pelo y a seguirte a donde quiera que vayas". Pablo replicó: "Los tiempos son malos y tú eres hermosa. Ten cuidado no te alcance otra tentación peor que la primera ante la que no puedas resistir sino que sucumbas". Tecla le respondió: "Dame solamente el sello en Cristo, y la tentación no podrá tocarme". Pablo repuso: "Tecla, ten paciencia y recibirás el agua" (HchPlTe 25, 1-2). El sello en Cristo es el bautismo, lo que se deduce por la inmediata alusión al agua. Pero cf. 2 Cor 1, 22, donde se usa el verbo "sellar" con el mismo sentido.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Volver arriba